Presidentes en la COP (Bloomberg)
Cambio climático y poder
Argentina resigna influencia global en la agenda climática justo cuando Brasil y China consolidan poder y financiamiento en los mecanismos de desarrollo limpio.
En 1992 comenzó a gestarse en el mundo la idea de realizar Cumbres para el Cambio Climático: una corriente global para cuidar la casa de todos —nuestro planeta Tierra— frente a los problemas que generamos nosotros mismos como civilización, a partir del afán de producir con altísimos niveles industriales, lanzando constantemente smog y gases, y vertiendo soluciones a los ríos y mares. La primera de esas cumbres fue en Río de Janeiro, donde se establecieron algunos principios rectores hacia adelante. En la COP3, realizada en 1997 en Japón, se dictó el Protocolo de Kioto, desde el cual se establecieron sistemas de premios y castigos, y se clasificaron los distintos países por grupos. A nuestro país se le adjudicó el carácter de menor influencia en cuanto a niveles de contaminación.
Hasta la cumbre de París, en 2015 (COP21), éramos uno de los principales artífices para llegar a 2030 con menores influencias contaminantes en América del Sur —que de hecho sufrió una disminución de esa influencia— hasta que en la COP26, realizada en Glasgow, se reestablecieron los objetivos. En el último cambio de gobierno de diciembre de 2023, y en forma conjunta con el no ingreso a los BRICS, se dispuso desde la política que Argentina disminuyera su intervención en las COP siguientes. Así es que, ante la cumbre que se inicia el lunes 10 de noviembre en Brasil (volviendo al origen de todo esto), nuestro país va a ser representado por funcionarios de 4º/5º nivel en importancia en relaciones exteriores.
Con lo expresado en el párrafo anterior, y en conjunto con el quiebre de las relaciones comerciales con China, el Gobierno demuestra que no entiende de geopolítica: los lugares que nosotros dejamos libres son ocupados por EE.UU., que no es ni más ni menos que una economía plenamente competitiva con la nuestra en todos los sectores económicos. Con el enfriamiento de las relaciones con China, el mismísimo Donald Trump pidió que despidieran al Jefe de Gabinete de Ministros porque hablaba demasiado con funcionarios chinos, justo en el momento en que EE.UU. terminó de negociar con Xi Jinping que China le vendiera granos de soja por un total de U$S 20.000 millones —cerca del 35% del total de nuestras exportaciones anuales— y encima ofrecía un crédito de otros U$S 20.000 millones adicionales. Traduciendo: no sólo no nos ingresan esos U$S 20.000 millones, sino que encima pretendían endeudarnos por otros U$S 20.000 millones, lo que genera una diferencia de U$S -40.000 millones en contra de nuestra economía. Esto nos coloca en una situación de colonización económica, en línea con lo que establecía JFK en la década del ‘60: que en el mundo que venía la guerra se daría por la economía y no por el enfrentamiento bélico. Luego de la renuncia del JGM, el PEN paralizó las obras chinas en represas en ejecución al 90% de su finalización, incluso las proyectadas; por lo cual en un futuro cercano tendremos una demanda ante el CIADI por cerca de otros U$S 30.000 millones que EE.UU. no nos va a dar, porque seguramente pretende que China construya obras de infraestructura en su propio territorio. La ventaja de las obras chinas en nuestro país, más allá de su realización, es que implican transferencia de tecnología de última generación, a la cual hoy no tenemos acceso por el altísimo nivel de sobreendeudamiento que dejaron el Ministro de Finanzas y el Presidente del BCRA en el período 2016-2018, Luis Andrés Caputo.
Volviendo al tema original: las cumbres climáticas posibilitaban una forma de salida al sobreendeudamiento establecido en los acuerdos de mayo y agosto de 2018 por un total de U$S 45.000 millones, que ya se encontraba refinanciado para empezar a pagar en 2026. Nunca hablamos de la negociación gestada en abril de 2025, porque nunca se aprobó por el Congreso Nacional y eso la vuelve plenamente ilegal, por lo cual deberán responder —incluso ante la Justicia— quienes se ocuparon de rubricarla. Nuestro país tiene muchísimo potencial para generar Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL), que proveen fondos no reintegrables que podrían haberse utilizado para saldar la deuda leonina con el FMI —que además tuvo intromisiones en las políticas dictadas desde nuestro propio país— y quedarnos únicamente con la reestructurada con bonistas internacionales, que sí es plenamente pagable. Con eso volveríamos a tener plena soberanía económico-política, sin necesidad de someter a toda la población a un sacrificio inútil en el cual están perdiendo ahorros generados en los últimos 20 años, ya que hasta 2005 estuvimos pagando los horrores generados por las políticas económicas que fueron desde 1989 hasta 2001.
Hoy Brasil posee cerca de 500 MDL y Argentina retrocedió de los 40 que poseía en 2023 a niveles de inexistencia, con la imposibilidad de acceder a fondos de libre disponibilidad. Se demuestra, una vez más, el supremo nivel de inoperancia e ineptitud de la administración actual. Este tipo de conocimientos se adquieren, en principio, en posgrados y maestrías dictadas en nuestro país desde 2005 en adelante, a los que se suma la experiencia adquirida por los profesionales que se formaron en ellos.
FABIAN MEDINA
Analista económico y tributarista
También te puede interesar
-
El futuro ya llegó, pero nadie lo explicó
-
La centralidad de Milei: el regreso del dueño del circo político
-
¿Por qué la crueldad?
-
La IA y el colapso del futuro
-
La nueva crisis no será laboral, será existencial
-
La batalla cultural contra la libertad
-
El nuevo mapa del poder: Milei, Macri y CFK
-
El riesgo judicial que amenaza el futuro de la IA
-
La trinchera del diálogo
-
El péndulo se mueve hacia la derecha