Como sucedió en los meses que siguieron al triunfo contundente de Javier Milei sobre Sergio Massa en el balotaje de noviembre de 2023, los demás políticos aún no se han recuperado de la sorpresa que les depararon los resultados de las elecciones legislativas de octubre. Hasta que logren hacerlo, Milei permanecerá a solas en el centro del escenario y, desde luego, intentará aprovechar al máximo la oportunidad que el país le ha brindado para impulsar el proyecto político sumamente ambicioso que ha concebido.
Si bien dicho proyecto tiene una base hiperrealista -déficit cero, rigor fiscal, desregulación a ultranza y así por el estilo-, Milei lo ha decorado con tantas luces de fantasía que a muchos que comparten sus ideas clave les cuesta tomarlo en serio. ¿Es un farsante que ha sabido aprovechar la sensación generalizada de que han fracasado todos los esquemas que se han ensayado últimamente no sólo aquí sino también en buena parte del resto del mundo, o es un estadista auténtico que, por fin, ha encontrado la solución para el gran enigma argentino que durante generaciones ha desafiado a los economistas, politólogos y sociólogos más avezados del mundo?
Sea como fuere, a pesar de las dudas acerca de su equilibrio mental, ya que se da por descontado que se sentiría perdido sin el apoyo emocional de su hermana Karina y que por lo tanto no podrá alejarla del lugar que ocupa en el equipo gobernante, Milei ha regresado al centro del sistema político nacional merced a la incapacidad patente de los peronistas y otros para idear alternativas convincentes al proyecto que ha fraguado. Aturdidos por lo que sucedió en octubre, cuando gracias en parte a la intervención de Donald Trump y en parte al temor a que regresara el kirchnerismo, un gobierno que parecía estar exhausto se levantó de golpe, políticos de todos los pelajes están procurando acercarse a los Milei. Al desplazar a la Unión por la Patria peronista, La Libertad Avanza ya se ha convertido en la primera minoría en la Cámara de Diputados; no sorprendería que en los meses venideros lograra sumar más adhesiones.
Difícilmente podría ser más impactante el cambio de clima que ha producido la recuperación de Milei luego de una etapa penosa. Es como si todos los escándalos y errores que cometieron el presidente y sus adláteres y que tanto revuelo ocasionaron en las semanas previas a las elecciones hubieran sido fenómenos meramente mediáticos sin ninguna importancia en el mundo real. ¿Es lo que creen los hermanos Milei? No les convendría confiar demasiado en la buena suerte que les ha tocado, ya que en tal caso no tardarían en provocar crisis aún mayores que las que hace poco amenazaban con hacer trizas de su gestión conjunta.
Lo entiendan o no, la reestructuración de la economía y por lo tanto del ordenamiento social del país que se han propuesto requerirá un esfuerzo hercúleo por parte de La Libertad Avanza, un partido que aún dista de haberse consolidado. El destino del gobierno, y del país, dependerá en buena medida de la convicción de que, dadas las circunstancias tanto nacionales como internacionales, la estrategia de Milei es la única viable y que hay que superar la resistencia a los cambios drásticos que ha propuesto.
A los libertarios no les bastará con hacer número en el Congreso. También tendrán que reformar radicalmente muchas instituciones públicas para que sean más eficaces y, mientras tanto, persuadir al grueso de la ciudadanía de que las medidas que tienen en mente son imprescindibles. Nada de eso les será fácil. Es una cosa señalar que en el mundo actual todos los intentos de construir alternativas al capitalismo de mercado que siempre comienzan con la sustitución de empresarios por burócratas politizados asesorados por ideólogos, han tenido resultados lamentables y, en algunos casos extremos, atroces. Es otra reconciliar a los perjudicados por los ajustes legales con la pérdida de lo que, para muchos, son derechos adquiridos inalienables que hay que respetar. En este ámbito como en muchos otros, la sociedad argentina es sumamente conservadora. Como aprendieron otros gobiernos de ideas reformistas, está programada para resistirse a los cambios estructurales.
Milei es presidente porque, además de comprometerse a remplazar una economía disfuncional por otra muy distinta que sea aún más “liberal” que las existentes en otras latitudes, se afirmó resuelto a hacer algo parecido con la clase política del país, es decir, con “la casta”. Por desgracia, no hay indicios de que quienes integran el sector así denominado hayan prestado atención alguna a los mensajes que les ha enviado el electorado. Por el contrario, en vez de intentar impresionar a los votantes por su solvencia moral e intelectual, muchos de los legisladores que asumieron la semana pasada optaron por mostrarse francamente indignos del papel que fueron elegidos para desempeñar. No sólo los kirchneristas que impúdicamente reivindicaban sus ideales cleptocráticos - sería asombroso que algunos realmente creyeran que Cristina nunca se apropió indebidamente de nada cuando gobernaba el país -, sino también los libertarios que supuestamente representan un estilo político muy diferente, se las arreglaron para protagonizar un show grotesco.
Al actuar así, nos recordaron que, lejos de querer mejorarse, “la casta”, reforzada por muchos fanáticos de Milei, está vivita y coleando y no tiene la menor intención de permitirle modificar sus costumbres. Puede que en el corto plazo el gobierno se sienta beneficiado por la bajísima calidad de tantos políticos profesionales que dicen estar resueltos a respaldarlo sin preocuparse por los detalles, pero si Milei quiere rehacer el país, andando el tiempo se verá perjudicado por su propia contribución al deterioro de la cultura política nacional.
Aunque muchos lamentan que hoy en día es habitual que la gente vote por el mal menor, el escepticismo así manifestado es saludable. En las democracias maduras, la mayoría se conforma con que los políticos sean personas honestas dispuestas a subordinar sus propias aspiraciones materiales al bien común. La mala fama de “la casta” local se debe precisamente a la sospecha nada arbitraria de que demasiados están más interesados en enriquecerse por medios que tal vez no sean ilegales pero que así y todo son despreciables, como es rutinario en las notoriamente inservibles legislaturas bonaerenses, que en intentar encontrar soluciones para los problemas que enfrentan los obligados a financiar sus actividades pagando impuestos y otros gravámenes.
Para el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, esta realidad deprimente acarrea ventajas; le fue dado aprovecharla para conseguir los votos que necesitaba para no verse constreñido a manejar mejor los recursos financieros del feudo peronista que está procurando manejar. Para congraciarse con “la casta” local, la semana pasada Kicillof optó por repartir cargos en el Banco Provincia y la frondosa administración pública entre legisladores que de otro modo le hubieran impedido endeudarse por casi cuatro mil millones de dólares. En esta empresa, Kicillof fue acompañado por diputados provinciales de la UCR y Pro que antepusieron el acceso de su agrupación particular a una caja repleta de dinero a la defensa de los intereses de los bonaerenses de a pie.
Kicillof, que se ve como un presidenciable y sueña con reemplazar a su ex madrina Cristina como el líder natural del peronismo, es reacio “por principio” a reducir el gasto público de la groseramente sobredimensionada jurisdicción que le ha tocado administrar. Para Milei, el que el gobernador sea un “degenerado fiscal” hace de él un adversario muy valioso, ya que, además de carecer de carisma, brinda la impresión de sentir nostalgia por esquemas económicos anticuados, razón por la que a veces lo llama “el soviético”. Así las cosas, extrañaría que lo ayudara a conseguir los créditos que está buscando, También beneficia a Milei el conflicto de Kiciloff con Cristina y los militantes de La Cámpora que tanto está contribuyendo a la jibarización del peronismo que, para salir de la crisis confusa que está consumiéndolo, tendría que renovar tanto su liderazgo como su sustento doctrinario.
¿Logrará hacerlo? A esta altura, parece poco probable que el peronismo consiga reordenarse antes de las próximas elecciones presidenciales, pero sobrevivirá como “un sentimiento” aun cuando dejara de ser un movimiento político significante, lo que le sucederá a menos que recupere su capacidad para brindar a quienes militan en sus filas caminos hacia el poder político, cierto prestigio social y, claro está, el dinero.
Para los muchos dirigentes libertarios que se formaron en el peronismo, Milei será el heredero espiritual del general que, en circunstancias muy distintas de las actuales, también combinaba el pragmatismo con dosis fuertes de misticismo para crear una mezcla muy potente. Aunque no hay motivos para suponer que la conducta a menudo antipática de Milei sea fruto de los consejos de publicistas políticos que se especializan en la creación de imágenes para sus clientes, parece apropiada para alguien que espera conseguir la adhesión de quienes no se sienten representados por los jerarcas del PJ o por la decrépita gerontocracia sindical.















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