La IA en la estrategia de la empresa (Gentileza Integralis)
El futuro ya llegó, pero nadie lo explicó
La inteligencia artificial promete eficiencia, pero genera temor. El resultado es una economía paralizada por desconfianza y un consumo que se congela antes de la recesión.
En Estados Unidos hay un indicador que mide el ánimo de la gente, la confianza del consumidor. Lo elabora la Universidad de Michigan desde hace más de setenta años y funciona como una encuesta mensual en la que llaman a miles de hogares y les preguntan cómo se sienten respecto de su situación económica actual y sus expectativas para los próximos meses. Las respuestas se convierten en un número. Cuando el número sube, significa que la gente confía, consume, invierte, y la economía se mueve. Cuando el número baja, el país se paraliza.
En noviembre ese número cayó a 50,3, un valor tan bajo que solo se vio durante las crisis más graves, y el motivo no es una guerra ni un desastre natural, es el miedo. El temor a la pérdida del trabajo, a un futuro que se desarma sin aviso. En octubre se perdieron 150.000 empleos en Estados Unidos, tres veces más que el año anterior.
Las empresas de contrataban sin límites tecnología durante la pandemia, sin embargo, ahora despiden en masa. La inteligencia artificial se convirtió en una amenaza directa para millones de trabajadores que ven cómo las máquinas hacen cada vez más cosas y lo hacen mejor. En teoría, la economía debería expandirse con eficiencia, productividad y más capacidad de producción con menos esfuerzo. Sin embargo, ocurre lo contrario. El consumo se detiene, las personas ahorran por miedo, las empresas frenan inversiones, y el ciclo que debía ser virtuoso se vuelve recesivo.
Es el mismo reflejo que vimos durante la pandemia, cuando nadie sabía qué iba a pasar, la incertidumbre bloqueó la economía global más allá de cualquier dato objetivo. El resultado fue una caída sincronizada del comercio mundial. Lo que se ve ahora es similar, solo que más peligroso, porque no hay un virus que explique el pánico. Reina una sensación difusa de que todo cambia demasiado rápido y los gobiernos no entienden lo que pasa. Entre tanto, el trabajo, la estabilidad y la seguridad de las familias están en riesgo.
Esa combinación puede producir una nueva forma de deflación, no por exceso de oferta ni por política monetaria, sino por parálisis emocional. Sería una recesión causada por pánico. Si los gobiernos siguen discutiendo trivialidades y no preparan a la población para la transición tecnológica, lo que viene no será una explosión de prosperidad, sino un congelamiento del ánimo colectivo.
La inteligencia artificial puede multiplicar la productividad, pero si la gente no cree en el futuro, no sirve de nada producir más barato y más rápido. La confianza no la generan las máquinas, la genera la sensación de que alguien sabe hacia dónde se va. Hoy, ni el Estado ni las empresas pueden responder esa pregunta.
Las cosas como son
Mookie Tenembaum aborda temas internacionales como este todas las semanas junto a Horacio Cabak en su podcast El Observador Internacional, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.
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