Los "políticos bien presos" según Cristina
La categoría se suma a la polémica que divide al gobierno. Lawfare invisible y el "cogote" olvidado de Oyarbide.
“Presos políticos” o “políticos presos”. Cuando parecía que la estrechez argumental argentina se polarizaba entre estos dos conceptos, Cristina Fernández introdujo –sin pretenderlo- una tercera categoría, implícita en su razonamiento: la de los “políticos que están bien presos”. ¿Cuáles son? Los encarcelados en países con los que ella simpatiza, por oponerse a esos regímenes. Gente fuera de un radar de corrección selectiva. Por estos días, sus catarsis en redes sociales rezumaron purismo democrático nada menos que desde Cuba, un país cuya revolución ha conseguido evidentes mejoras sociales pero que aún ostenta un pobretón estándar de calidad institucional.
De todos modos, sus ex funcionarios presos no deberían peinarse para la foto de la jefa porque ella funciona en modo selfie: cada vez que hace mención al vapuleado lawfare, un término de moda para aludir a la manipulación de la justicia, lo hace sólo en referencia a ella y su familia. También para dejar claro que el mecanismo que la tuvo –y mantiene- como víctima es un sucio invento de Macri y su gen mafioso ancestral. Un recurso del que jamás otros gobiernos echaron mano, ni siquiera el suyo en los tiempos gloriosos del ex juez Oyarbide, el más ágil para sobreseerla, según dijo después, porque lo “apretaron del cogote”.
Puesta a emparejar democracias y dictaduras, la vicepresidenta encuentra “grupos de tareas” en organismos públicos y nunca se olvida de la pata infaltable en el escuadrón del mal: los medios de comunicación hegemónicos. Todo, después de empaparse de pluralismo leyendo Granma.
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