Hay pocas películas –al menos pocas producciones grandes– sobre el genocidio armenio a manos de los turcos. Esta película, épica y romántica, lo inscribe dentro del gran espectáculo y la estrategia es un acierto: creemos en lo que vemos. Su demérito consiste en la trivialidad del triángulo amoroso. Pero la historia –y el modo de reflejar la Historia– se ponen por delante y le otorgan a la película una fuerza notable, muy superior a sus errores.
por Leonardo D’Espósito
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