Mal que le pese a Wanda Nara, la ostentación ya fue. Por estos días, el lujo y la suntuosidad se expresan mucho más en materiales nobles, texturas de calidad y en la vivencia de experiencias únicas, que en una cartera de miles de dólares. Ya no se trata de mostrar, tener y parecer, sino de, genuinamente, ser. Aplicado a todos los órdenes de la vida, este movimiento es empujado sobre todo por las generaciones más jóvenes, al tiempo que devuelve distinción y elegancia a las clases más altas.
Ser chic hoy
Podría decirse que en Argentina somos pioneros. Aquellas familias con campos, acostumbradas a vivir fines de semana y eternos veranos de sencillez y confort a la vez en el marco de la naturaleza más espléndida (con los polistas a la cabeza), podrían ser los primeros protagonistas de esta reversión del lujo. Y de un tiempo a esta parte, el mundo entero ha ido aplicando esta forma de vida.
“El nuevo lujo no está apoyado sobre el status de riqueza, sino sobre un estado de conciencia social y ambiental, con innovación y calidad excepcional. Esta es la mirada de las nuevas generaciones, y desde mi punto de vista, es ser verdaderamente chic hoy”, describe Astrid Perkins, consultora especializada en comunicación de productos de lujo. Como ejemplo, detalla las características que hoy harían a un evento perfecto en la temporada de Punta del Este, uno de los destinos que mejor ilustra este concepto junto a Villa La Angostura: “una experiencia maravillosa, un impacto visual que invite a soñar y una calidad excepcional en la oferta gastronómica (sin deber ser abundante ni compleja, pero deliciosa y con excelentes productos)”.
En el mundo de la hotelería, en tanto, tiene que ver también con una buena locación, sumado a servicio impecable, detalles únicos, buenas blanquería y gran gastronomía. “Esto puede aplicarse desde en un lodge en la Patagonia, sin luz eléctrica ni TV, hasta a un hotel cinco estrellas como el Fasano Las Piedras, con diseño de elegancia discreta y confortable, y materiales nobles”. Además, entra en juego el valor agregado de la atención por los propios dueños, un rasgo cada vez más usual en estos emprendimientos.
A reinventarse
Es probable que la moda sea el ámbito que más haya “sufrido” con esta nueva premisa. Del reinado de los logos y las carteras ícono a la viralización y hasta la falsificación que trajo la cultura de masas, debió buscar una nueva forma de exclusividad. Como ejemplo, valen las invitaciones escritas a mano que cursa Hermès para los asistentes más especiales a sus eventos, una forma de devolver encanto y artesanía a un mundo que parece hecho en serie. Precisamente lo artesanal es uno de los recursos más fuertes que ha encontrado la industria para levantar su nueva bandera. “En Argentina, la artesanía está en un punto altísimo. Se están revalorizando las provincias, aportando nuevos diseñadores que incluso crean sus propios materiales o tintes, como el caso de Manuela Rasjido, una de las pioneras”, sostiene Susana Saulquin, socióloga especializada en moda.
El interés, además, está puesto en qué experiencias se pueden vivenciar con las prendas. Qué se siente al usar un color distinto o al envolverse en el más suave sweater de lana merino. También, en utilizar ítems únicos, provenientes por ejemplo de colecciones cápsula, mucho más chicas y exclusivas. Y a su vez, otro de los grandes preceptos de este movimiento es la sustentabilidad. “El uso de nuevos materiales con conciencia ecológica, en una moda que nunca antes le dio importancia a la contaminación que producía, es un gran paso. Dos marcas que han hecho bien el trabajo son Adidas y Nike, asumiendo un compromiso hacia otras prácticas y materiales”, ilustra la especialista, que considera que por sobre todo “estamos en la era de la calidad y la eficiencia, tanto en el uso del tiempo como de los recursos”.
Coincide con ella la arquitecta Isabelle Firmin Didot, cuyo Estudio Didot se encuadra a la perfección con esta idea de nuevo lujo: “Hoy lujo es tiempo para disfrutar de las cosas simples de la vida. El tacto del lino con los pies, taparse con una manta de cashmere frente a la chimenea o tan solo admirar un recipiente lleno de flores o la entrada de la luz a través de una pérgola”. Así, en términos decorativos se genera una experiencia que combina tiempo, espacio y proporción, para hacer a un clima ideal. “Nuestra meta es generar estos ambientes en los que todo fluya, para que sea fácil poder disfrutar y lograr momentos especiales”, cuenta. Menos elementos, pero más únicos. También suman aquellos objetos heredados, con historia o hechos a mano. Y por sobre todo, mantener la sencillez, tanto en la distribución del espacio y la selección de materiales como en los tonos y colores. Sin estridencias. “El espacio está logrado cuando aparece la magia de la simpleza”, sintetiza la arquitecta.
por Vicky Guazzone
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