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TEATRO | 21-04-2017 18:53

"Sugar" de Peter Stone, el musical del año

La obra basada en el guión de “Una Eva y dos adanes” (1959) cuenta con un importante elenco y despliegue coreográfico. Entre ellos Griselda Siciliani, Nicolás Cabré y Federico D’Elía.

Por el espectacular despliegue visual, la calidad interpretativa, intensidad coreográfica e inteligente dirección, tenemos la sensación de asistir a un show de Broadway o el West End londinense con similar producción y derroche creativo. Basada en el guión de “Una Eva y dos adanes” (1959), la legendaria película de Billy Wilder protagonizada por Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon; y de la mano del productor Gustavo Yankelevich, asociado con Susana Giménez (quien la encabezó en 1986, junto a Arturo Puig y Ricardo Darín) volvió a la cartelera porteña, muy bien aggiornada, la brillante comedia musical “Sugar”.

La trama sitúa en 1929 al bajista Jerry (Nicolás Cabré) y el saxofonista Joe (Federico D’Elía), como testigos involuntarios de un tiroteo en Chicago, quienes para huir de los delincuentes, camuflados como mujeres, se unen a una orquesta femenina donde conocen a la cándida Sugar Kane (Griselda Siciliani). Los enredos se incrementan cuando Joe, ahora “Josephine”, se enamora de la muchacha y Jerry, bajo las faldas de “Violeta”, es acosado por un millonario en los rincones del lujoso hotel de Miami donde la banda anima veladas.

Puig dosifica de manera sobresaliente el ritmo trepidante y vertiginoso del espectáculo. Su admirable dirección potencia los mejores recursos de los protagonistas, que se entregan al juego y divierten con cada equívoco. Siciliani actúa, canta y baila de forma espléndida, sin descuidar la necesaria ingenuidad del personaje. Un prodigioso Cabré (una revelación para el género) está en su salsa como comediante y arranca aplausos al acentuar la ambigüedad y el doble sentido. D’Elía confirma su aceitado histrionismo y versatilidad expresiva. El puestista también saca partido del notable cuerpo de baile y resto del elenco.

Asimismo, se destacan el deslumbrante vestuario de Renata Schussheim, la sugerente iluminación de Mariano Demaría, las enérgicas coreografías de Gustavo Wons, la vigorosa dirección musical de Gerardo Gardelín, y el magnífico dispositivo del gran escenógrafo Alberto Negrín, quien logra frisos memorables, en especial con la recreación del frente del Ritz y la aparición del yate del magnate. En suma, de visión obligatoria.

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