Desde 1978 a hoy, 13 presidentes han ocupado el Sillón de Rivadavia. Dictadores y democráticos. De perfil alto y callados. Coquetos y desaliñados. La Casa Rosada tuvo huéspedes variopintos con sus particularidades. Pero más allá de personalidades, ideologías y banderías políticas, todos ellos tienen un punto en común: fueron retratados en sus actividades oficiales por la misma persona.
Víctor Bugge (59) lleva 38 años como el fotógrafo oficial de la presidencia y a través de sus ojos –y su cámara- fue un testigo privilegiado de las últimas décadas de la historia nacional. Y no sólo eso, sino que fue el encargado de inmortalizar esas escenas del poder para el resto de los argentinos. Desde la dictadura militar hasta la actualidad con Mauricio Macri, nada escapó de su lente.
Imágenes incónicas y que plasmaron un clima de época, todas fueron gatilladas por él. Las más emblemáticas adornan hoy su oficina en la Casa Rosada, después de haber sido publicadas en medios del país y del mundo. “Hago fotografía oficial, no oficialista”, es su leitmotiv y lo primero que explica a NOTICIAS sobre su labor. “Soy el encargado de seguir a los presidentes y su agenda pero después el trabajo corre por mi cuenta. Mi deber es informar”, asegura.
Por los pasillos. Conocedor como pocos de la cocina del poder, vivió de muy cerca momentos históricos del país, pero además logró conocer a las personas que existen detrás de cada presidente.
NOTICIAS: ¿Llega realmente a conocer a los presidentes?
Bugge: Desde el día que asumen hasta que se van, estoy con ellos. Así que termino conociéndolos. Está en mi trabajo ir descubriéndolos a través de la cámara. Yo estoy donde ellos están, pero igualmente trato de no molestarlos. No pido que posen ni nada. En general, los entornos son más celosos que el propio presidente, pero eso es parte del trabajo. Mi trabajo es que lo que pasa acá adentro (la Casa Rosada) y la actividad del presidente, lo puedan ver quienes están afuera. Yo lo hago para que lo vea la gente. Por eso tampoco nunca me hice amigo de ninguno ni tuve una relación que fuera más allá, porque creo que si te enamorás de algún personaje, eso te limita. Te perdés la posibilidad de mostrar qué pasa ahí realmente.
NOTICIAS: ¿Alguno se tomó a mal su trabajo?
Bugge: Con todos me llevé bien. Una relación profesional que nos une a través de la cámara. Todos los presidentes siempre le dieron mucha importancia a la imagen, incluso los gobiernos militares, entonces se valoró mi trabajo. Obviamente que las condiciones no siempre fueron las mismas.
Por ejemplo la imagen de Rafael Videla mirando por la ventana de su despacho la hice a escondidas. No quería molestarlo. Y al tercer intento lo logré. No creo que supiera que alguien lo estaba observando. Cuando la revelé, me emocioné. La publiqué cuando ya había vuelto la democracia, porque las había guardado en una caja de zapatos con otras de las primeras manifestaciones de las Madres en Plaza de Mayo. Esas las había hecho a escondidas desde la ventana de mi oficina.
NOTICIAS: ¿Existe la censura?
Bugge: Yo soy el responsable de estas fotografías y no hay nadie que las censure. Además, nunca traicioné con la cámara. Obviamente que hay fotos que pueden no gustar, pero yo las saco, las edito y las envío, ese es mi trabajo. Con todos he tenido completa libertad para realizar mi trabajo y cumplirlo con decencia. Trato de ser un medio para que se vea lo que está pasando. Las fotos que yo saco no son preparadas ni pedidas. Lo mío es trabajo periodístico. De otra manera perdería su valor.
NOTICIAS: ¿Y la autocensura?
Bugge: Una vez que apuntás hay que gatillar. Eso es parte de la decencia con la que trabajo. Pero sí me pasó una vez que hubo una foto que no fue. Cuando sucedió el levantamiento carapintada en la Semana Santa de 1987 y Alfonsín decidió ir él mismo a Campo de Mayo. La Plaza era un hervidero y cuando subió al helicóptero yo también encaré y me subí. Él y yo éramos los únicos civiles ahí, en un clima más que tenso. Se notaba en el aire. Además, la gente que estaba en la plaza decidió marchar hasta el regimiento. Apenas llego se me acerca un edecán y me dice: “No sé si salimos de acá”. Podía terminar en cualquier cosa.
Cuando Alfonsín lo manda a llamar y llega (Aldo) Rico y comienza a desarmarse pensé: “Es el momento”, pero también me di cuenta que con esa foto podía destruir todo. La situación era demasiado tensa. Fue la única vez que no saqué una foto y, la verdad, porque sentí que podía complicar más las cosas. Después de esa vez, nunca más tuve dudas.
Cambio constante. El personaje a retratar fue cambiando junto con la siempre convulsionada realidad argentina. “He fotografiado plazas felices y plazas llenas de bronca”, sintetiza Bugge los distintos climas de época que le tocó vivir. Dentro de esos vaivenes surgieron imágenes icónicas.
NOTICIAS: Alfonsín y Menem caminando de espaldas simboliza en el imaginario popular el Pacto de Olivos, sin embargo, la foto es de antes.
Bugge: Exacto. Es más, Alfonsín todavía era presidente. Es la reunión en la que decidieron adelantar el traspaso de poder, en el 89. Salieron caminando y yo estaba a unos veinte metros y los capturé de espaldas.
NOTICIAS: Se fue Alfonsín y llegó Menem. Alguien muy distinto, por lo menos en su imagen pública.
Bugge: Yo siempre uso un ejemplo que es que Alfonsín era el hombre clásico de traje azul y con Menem llegó el traje amarillo, el que se puso cuando vinieron los Rolling Stones. Era alguien a quien no le preocupaba la presencia del fotógrafo y que no paraba de generar imágenes. Hasta tuve que poner en práctica muchas cosas que había aprendido cuando trabajaba en “El Gráfico” porque hacía mucho deporte. De todos modos, también durante el menemismo hubo otras imágenes. Una de las pocas fotos donde se lo ve fumando se la saqué yo, después de que firmó el indulto a los comandantes de las Fuerzas Armadas. El fumaba poco, pero ese cigarrillo para mí representaba más un estado de ánimo: “El puchito del indulto”. Era algo que había que mostrar. Que se tenía que ver. Forma parte de lo que yo entiendo es esa honestidad con la que hay que trabajar.
Balcones. Además de su labor en presidencia, Bugge también se dio un gusto profesional. Una muestra fotográfica sobre el Papa Francisco. “Tuve la suerte de poder trabajar con total libertad y hacer estas imágenes. Es una realización personal”, sostiene. En su oficina en la Casa Rosada se exhiben muchas de las fotografías que él tomó, sin embargo destaca una en la que Bugge aparece en cuadro. “Ahí estoy, detrás de Francisco mientras él saluda”, explica y asegura: “Estar parado ahí, frente a la plaza San Pedro y ver esa multitud es impactante. Una experiencia fantástica. Yo pensaba que el balcón de la Casa Rosada era el más importante, pero después de ver eso cambié de opinión. Aunque al de acá también le tengo cariño”, bromea.
NOTICIAS: ¿Se siente un testigo privilegiado de la historia?
Bugge: Si. Y un afortunado por haber podido trabajar de esto tanto tiempo. Algo que no pensaba que podría pasar cuando entré. Tengo las mismas ganas que cuando entré y creo que esa actitud, sumada al sacrificio, es lo que hace que salga un buen trabajo.
En 38 años pasaron por Casa Rosada presidentes, ministros y asesores. Del balcón de Galtieri y su “si quieren venir que vengan” al de Macri y su baile al ritmo de Gilda. De la transición democrática del '83 a la negativa de Cristina a ceder el bastón presidencial. Incluso pasaron cinco presidentes en diez días. Todos esos momentos y personajes, con sus luces y sus sombras, fueron capturados por Víctor Bugge, quien planea seguir retratando escenas del poder por mucho tiempo. “A esta altura, la Casa Rosada no es mi segunda casa, es la primera”, confiesa.
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