A Stolbizer le cuesta hablar de su vida privada. Pero sobre todo, hay un recuerdo que no comparte demasiado, y que la entristece hasta las lágrimas cada vez que lo hace. Sucedió una madrugada de 1984 en su casa de Morón cuando todavía era soltera y vivía con su mamá, también llamada Margarita. “Eran las seis de la mañana y me levanté con un estruendo impresionante”, repasa. Una garrafa había explotado y el fuego tomó el deshabillé de su madre. Stolbizer pudo trasladarla hasta el Instituto del Quemado, pero murió algunos días después a causa de las heridas.
Pero ese no iba a ser el único momento duro de ese año. Había pasado apenas un mes desde que perdió a su mamá, cuando comenzó a arrastrar los pies y a sentir que se le endurecía la cara. Con apenas 28 años un médico le diagnosticó el síndrome de Guillain Barré, un trastorno poco frecuente en el cual el propio sistema inmunitario se ataca a sí mismo, provocando daños neuronales, debilidad muscular o, como en el caso de Stolbizer, parálisis. “Por eso me quedaron los ojos así y algunos a veces me cargan”, explica la diputada.
Estuvo internada en terapia, siempre consciente, pero sin movilidad. Hasta debían cerrarle los ojos con los dedos para que pudiera dormir. Cuando pudo levantar un pie provocó un festejo de su novio (actual marido) Juan Laprovittola. Con el tiempo fue recuperando el movimiento y superando esa etapa que aún considera la más triste de su vida.
De sus padres, ambos médicos, heredó el amor por la lectura y la historia. En la secundaria se afilió al radicalismo, luego de devorar libros sobre Hipólito Yrigoyen, y comenzó a militar. Soportó la muerte de su papá cuando aún no había egresado del colegio y comenzó a trabajar para colaborar en su casa.
De aquellas tragedias, que la diputada prefiere guardarse, saca una conclusión: “son las cosas en la vida que nos forman en el coraje. Hay que saber procesarlas positivamente”.
Superados esos años, Stolbizer se recibió de abogada y se casó con Juan Laprovittola, con quien comparte profesión. Tuvieron tres hijos: Nicolás, actual base de la Selección Nacional de básquet; Federico, que estudia derecho y milita políticamente en GEN; y Juan, el más joven, que tiene vocación de actor.
“Mi familia me apoya, pero desde afuera”, dice Margarita y luego cuenta lo que se presume: en su casa se habla más de deporte que de política. Eso sí, cuando tienen que colaborar, no hay opciones: en las elecciones de 2011, cuando la diputada fue candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires, muchos fanáticos del básquet se sorprendieron al ver a Nicolás, que ya era un jugador profesional, fiscalizando mesas en favor de su mamá. Luego, se fue a jugar al exterior, lo que le impidió continuar con esa tarea, que todavía llevan a cabo en cada sufragio el resto de los Laprovittola.
En su familia aseguran que no tienen miedo por lo que pueda pasar con la única mujer del clan. Pero sí hay muchos cuidados, como el de su esposo, que había prometido no ir a la audiencia de conciliación de Stolbizer con la ex presidenta, pero al ver por televisión los disturbios que los militantes K producían, se acercó hasta un bar de la zona para estar atento a lo que sucediera.
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