Desde hace dos años está en vigencia la ley que implementa el juicio por jurados en la Provincia de Buenos Aires. El sistema, previsto en la Constitución Nacional hace más de 150 años, ya se aplicaba en Córdoba y Neuquén. Más allá de pequeñas diferencias, en las tres jurisdicciones hay un patrón común. Simples ciudadanos integrando los jurados, unanimidad para cadena perpetua (aunque en la práctica no es algo que suele cumplirse), más de quince años de mínima para los delitos en juzgamiento y la sensación de que “la gente” es, cuando le toca “juzgar”, mucho más dura que los jueces profesionales.
Sin embargo eso no parece ocurrir en la provincia de Buenos Aires. De los primeros 70 juicios, la mitad tuvieron sentencia absolutoria. En Bahía Blanca, por ejemplo, 8 de los primeros 10 imputados se fueron libres a sus casas.
El apotegma del ciudadano asqueado que inmortalizó Susana Giménez, “el que mata debe morir”, parece tener más éxito en la televisión que en la vida real.
Para colmo, acecha el fantasma de O. J. Simpson. Absuelto gracias a una genialidad de su abogado Cochrane, la estrella del fútbol americano y asesino de su ex esposa, confesó años después que su juicio fue una farsa y que, como muchos suponían, fue él quien la mató. La confesión llegó mientras purgaba una condena pero por otro caso: una extorsión.
Netflix contó la historia del jugador de Fútbol Americano en seis capítulos. En ese espejo se deben estar mirando hoy los 12 jurados, la querella y el abogado defensor de Farré, Adrián Tenca, de vasta experiencia en estas lides.
Que sea justicia.
por Mauricio D'alessandro
Comentarios