Venezolano, 67 años. Arturo Sosa Abascal, se llama. Hace casi un año lo eligieron jefe máximo de la Compañía de Jesús, de donde también proviene Jorge Bergoglio. Ambos son los latinoamericanos que más alto llegaron en Roma: el argentino a Papa y el caraqueño a “Papa Negro”, como suele llamarse a quienes ocupan la cúspide de la congregación fundada en 1540 por Ignacio de Loyola, dado el color de su hábito y sobre todo la para muchos temible influencia de sus 20.000 sacerdotes a nivel global. Los jesuitas componen el sector más político, social e intelectual de la Iglesia.
Sosa Abascal es teólogo, filósofo, politólogo e historiador. Tiene una misión difícil: “tender puentes” en medio de la cada día más violenta división de un país ya no sólo partido entre chavistas y antichavistas, sino incluso agrietado dentro de cada facción y en la propia Iglesia Católica. Hoy, mientras el Vaticano amanecía pidiendo públicamente que la viciada Asamblea Constituyente no se inaugurara como tal, el arzobispo Baltazar Porras Cardozo celebraba el pedido y un jesuita de base, el cura Numa Molina, bendecía el inicio de las cuestionadas deliberaciones.
Doble fracaso momentáneo de Sosa Abascal. Y de Francisco, que evitó durante meses pronunciarse con dureza en contra del Gobierno, dado que tampoco confía en sus detractores. Pero los más de 150 muertos y la frenética insistencia en una constituyente viciada por sospechas de fraude aceleraron los tiempos de la definición que llegó hoy.
En palabras de Sosa Abascal, “el proyecto político iniciado por Hugo Chávez (a quien conoció durante el golpe de 1992) no se sostiene en sí mismo ni económica, ni política ni ideológicamente en una propuesta novedosa”. Sin embargo, afirma que la oposición “tampoco tiene un proyecto que permita pensar en un futuro no atado a la renta petrolera”, que, a su juicio, sería el problema central para entender a Venezuela y repensarla como un país viable en el largo plazo.
Pero nadie mira más allá de la coyuntura en Venezuela, lo cual complica cualquier táctica de salida pacífica. Sólo Francisco, a través de su “Papa Negro”, parece apostar al consenso. Y ello les vale, injustamente, el mote de “chavistas” en ciertos círculos políticos y mediáticos venezolanos y regionales. Incluso en la Argentina.
por Edi Zunino*
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