La escena era surrealista, o tal vez hiperrealista, según cómo se mire. A las 9 de la mañana del miércoles 4, en el subsuelo del renovado Hotel Savoy, a metros del Congreso, la vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti, abría el ciclo de Charlas del Bicentenario 2016, organizado por la Fundación de Estudios Políticos Económicos y sociales para la Nueva Argentina (Fepesna). Hasta ahí, todo normal. Salvo por algunos detalles. Por ejemplo, al pie del escenario, el empresario de medios y petróleo José Luis Manzano hacía de fotógrafo aficionado retratando a Michetti con su Blackberry. Manzano compartía mesa con los sindicalistas Rodolfo Daer y Víctor Santa María, además del consultor político Sergio Berensztein, la vicegobernadora, Laura Montero, y el diputado por el Frente Renovador Marco Lavagna. En otras mesas, se destacaban el ex embajador en la ONU y en Portugal Jorge Arguello, y el empresario y político Carlos Spadone. El 95% de la concurrencia era peronista, en sus vertientes más variadas: ex menemistas, pos kirchneristas, massistas... Entre medialunas y láminas de kiwi, el clima opositor era amigable y expectante. Michetti aprovechó para contar que había informado a Macri de su visita a la Universidad de Columbia, donde recogió tristes noticias sobre la performance de la educación argentina en las pruebas PISA. La herencia recibida, para variar. El problema educativo le permitió hablar de la necesidad de consensos para encaminar políticas de Estado, lo cual llevó lógicamente a plantear que, dada la composición opositora dominante del Parlamento, el Gobierno actual estaba obligado a observar las buenas prácticas de acordar con pluralismo los grandes pasos de la gestión del país. Los peronistas asentían, chochos de la vida.
Inmediatamente completó el análisis Berensztein, que le puso nombre, apellido y DNI al escenario político que sugirió Michetti y que entusiasmaba a los comensales panjusticialistas. Luego de elogiar la reconexión con el mundo operada por el macrismo y los proyectos de transparencia y reforma política en agenda, el politólogo habló de “presidencialismo de coalición”, un esquema inédito que planteaba la “necesidad de un acuerdo de gobernabilidad”. Invitó a pensar la conveniencia de un proceso de “despresidencialización” del sistema político argentino, y planteó con claridad que, ante un país dividido, el “presidente está obligado a pactar”. Los aplausos se escucharon hasta el lobby del Savoy.
*Editor Ejecutivo de NOTICIAS.
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por Silvio Santamarina*
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