Hay cinco lugares en el mundo donde cumplir cien años no es una excepción, donde la gente no se interna en el gimnasio a levantar pesas ni cuenta obsesivamente la cantidad de calorías de cada alimento. En estas poblaciones, la expectativa de vida está por encima del promedio mundial y los índices de dolencias asociadas a la vejez son de los más bajos del planeta. En Okinawa (Japón), Icaria (Grecia), Cerdeña (Italia), Loma Linda (California) y Nicoya (Costa Rica) las personas simplemente se olvidan de morir. ¿El secreto? A pesar de ser culturas muy diferentes entre sí, las investigaciones encontraron una serie de factores comúnes que servirían como guía para comprender por qué viven más y mejor: en todos estos sitios, sus habitantes viven de manera sencilla, caminan en lugar de usar el auto, cosechan sus propios alimentos y le dan una importancia superlativa a la fe, a los familiares y los amigos.
Hasta estos lugares llegó el equipo de investigadores coordinado por el periodista de National Geographic, Dan Buettner, autor del libro "El secreto de las zonas azules". Hay una pregunta que recorre toda su investigación: ¿es posible replicar el modo de vida de los habitantes de las zonas azules en otros lugares del mundo? Según el experto, sí. Y la receta es realitvamente sencilla: comer bien, estresarse menos, moverse más y amar mucho.
Conocer las zonas azules, aprehender sus modos de vidas es quizás el mejor mecanismo para alcanzar la meta que propone Buettner: "Morir joven siendo lo más viejo posible". No se trata sólo de cumplir muchos años sino de mantener la mejor calidad de vida hasta los últimos días.
La edad y la vitalidad. En los últimos años se comenzó a registrar un interés cada vez más importante de la ciencia hacia las zonas azules. Una de las razones que explican la inclinación por estos estudios reside en que existe una nueva visión sobre la tercera edad, momento en que para algunos comienza a partir de los 60 años y para otros a partir de los 70.
De acuerdo a un estudio del Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), en la región la población mayor crece de manera exponencial. En 1990, en el continente había 32 millones de personas mayores de 60 años y se estima que en el 2050 este número crecerá a 195,87 millones. Este es un fenómeno a nivel mundial.
Sin embargo, que cada vez más personas lleguen a la tercera edad no significa necesariamente que las poblaciones sean cada vez más saludables. Juan Hitzig, médico gerontólogo y director del programa Longevus, afirma que las zonas azules se caracterizan por ser "bolsones de longevidad". "Son lugares donde las personas viven muchos años y su calidad de vida acompaña ese estado. Los avances médicos hicieron que ganáramos años de vida, es decir, la longevidad la tenemos conquistada. Ahora, lo que tenemos que lograr es que los años que le robamos a la muerte sirvan para estar más tiempo en el club y no más tiempo en el geriátrico", subraya el especialista.
Las zonas azules se caracterizan justamente por eso: allí las personas de más de 70 años siguen trabajando, haciéndose cargo de sus hogares y de sus familias y con proyectos de vida. En estos lugares, ser viejo no es esperar la muerte.
Icaria es una isla ubicada en el mar Egeo, a sólo 13 kilómetros de la costa de Turquía, la cual tiene a nivel mundial uno de los índices más bajos de mortalidad en la mediana edad y los índices más bajos de demencia. Okinawa es una isla japonesa que alberga a las mujeres más longevas del planeta. En la provincia italiana de Ogliastra, en Cerdeña, vive la mayor concentración de hombres centenarios de todo el globo. En Loma Linda, una comunidad adventista de California, sus habitantes lograron vivir hasta diez años más y con mejor salud que el estadounidense promedio. Y en la península de Nicoya, en Costa Rica, se observaron los índices más bajos de mortalidad durante la mediana edad así como la segunda concentración más alta de hombres centenarios.
Caminar, comer bien y amar. Aunque suene trillado, los investigadores que participaron de la elaboración de "El secreto de las zonas azules" confirmaron científicamente que los pilares de una vida saludable y, en consecuencia, de una vejez saludable residen en hacer ejercicio de manera regular, alimentarse de manera sana y priorizar las relaciones sociales.
Un factor común entre Okinawa, Icaria, Cerdeña, Nicoya y Loma Linda es que sus habitantes viven en ambientes que con frecuencia motivan a moverse. En estos lugares, el automóvil sólo se utiliza para recorrer trayectos muy largos y, en el día a día, la gente hace las compras y visita a sus conocidos caminando. Además, todos los longevos entrevistados contaron que atienden su propio jardín y que no tienen electrodomésticos ni máquinas de cortar pasto que les faciliten el trabajo.
Además, los expertos coincidieron en que hay otra cosa que se repite en todas las comunidades: una alimentación sana. La carne (cualquiera sea) no está presente en todas las comidas y, en promedio, sólo se come cinco veces al mes y en porciones pequeñas (del tamaño del puño de la mano). La posibilidad de tener una huerta propia o un lugar donde comprar frutas y verduras frescas es imprescindible ya que, fundamentalmente las hortalizas, son la base de todas estas dietas. Las legumbres y los frutos secos se consumen a diario en todas las zonas azules así como también una o dos copas de vino.
Buettner insiste en que esto no significa que a los habitantes de las zonas azules no les guste la comida chatarra, el azúcar y la sal añadidos en las comidas o las gaseosas. Simplemente sucede que no están al alcance. En todos estos lugares las salidas a los restaurantes o las golosinas son "gustos" que la gente se da para celebraciones muy puntuales y no forman parte del día a día.
Sin embargo, no sólo es una cuestión de hacer ejercicio y comer bien lo que hace que estas personas vivan tanto y bien. Los aspectos sociales y espirituales son tan importantes como el nutricional. Tener un motivo por el cual levantarse todas las mañanas (tanto en la juventud como en la vejez) aumenta la vitalidad. En Okinawa le llaman "ikigai" mientras que en Nicoya "plan de vida" y puede estar relacionado con nuevos proyectos laborales, domésticos o familiares.
En todas las zonas azules tienen técnicas para disminuir el estrés, que provoca inflamación crónica y se asocia a casi todas las enfermedades relacionadas con el envejecimiento. La meditación o el yoga se hicieron populares en los últimos años en las principales ciudades de Occidente pero Buettner insiste en que no hay una única forma para bajar el ritmo. Por ejemplo, en Okinawa sus habitantes se toman unos cuantos minutos al día para recordar a sus ancestros, los adventistas de Loma Linda rezan, los icarianos tienen por costumbre tomar una siesta diaria y en Cerdeña es un hábito aprovechar una hora del día para ir a tomar un trago.
El equipo de Buettner entrevistó a 263 personas de más de 100 años y descubrió que 258 pertenecían a una comunidad creyente y que asistían al menos cuatro veces al mes a algún servicio religioso. Además, confirmaron que estas personas mantenían vínculos muy estrechos con sus familiares y amigos. Este bienestar se traduce a todo el grupo, ya que los resultados arrojaron que las personas jóvenes que mantienen cerca a sus padres o abuelos reducen los índices de mortalidad infantil y enfermedades en niños.
El gerontólogo Hitzig comparte la visión de Buetnner y afirma que, mientras la edad cronológica depende del tiempo, la edad biológica, depende de cinco aspectos: la salud, el alimento, el movimiento, el pensamiento y el sentimiento.
Cuestión de Estado. Si se tuviera que utilizar sólo un concepto para comprender por qué en estos lugares longevidad y calidad de vida van de la mano, debería ser "ambiente propicio". En las grandes ciudades de la actualidad, afirma Buettner, "las personas se siguen ahogando en un mar de calorías baratas que es inescapable. Es imposible caminar por un aeropuerto o pasar a la gasolinera sin ser confrontados por un torrente de refrigerios salados, golosinas y refrescos. Incluso hay golosinas con alto contenido de azúcar disfrazadas de 'barras saludables'".
Por ello, "El secreto de las zonas azules" es, además de una guía individual, un llamado de atención a los Estados del mundo. Los acuerdos con las industrias alimenticias para que se disminuya el sodio y el azúcar añadido de los productos, los incentivos para que los ciudadanos abandonen los automóviles y disminuyan el estrés son las acciones colectivas para conseguir una población sana. En colectivo es más fácil que de manera individual ya que está demostrado que el tabaquismo, la obesidad y la soledad son "contagiosos".
En el mundo existe un modelo que demostró con éxito que el cambio de hábitos mejora los índices sanitarios. En Karelia del Norte (Finlandia), un proyecto iniciado a principios de los '70 logró números sorprendentes logró, a base de acuerdos del Estados con los privados, la incidencia de muertes por cardiopatías en hombres se redujera en un 85%.
Un hogar azul. La necesidad de políticas públicas no implica, sin embargo, que no haya mucho por hacer de manera individua. Por ello, Buettner recomienda crear "hogares azules", es decir que cada uno puede hacer que su casa sea un pequeño entorno saludable en medio de una gran ciudad. Comer sabiamente, incorporando los llamados "alimentos suprazules" (verduras, frutas, hortalizas de hojas verdes, porotos, etcétera) y distribuyéndolos de una manera más sana. Se recomienda que el desayuno sea la comida más abundante del día y que incluya proteínas, carbohidratos complejos y grasas de origen vegetal.
Además, el experto insiste con mejorar las relaciones sociales, visitar amigos, hacer paseos al aire libre y procurar tener momentos del día para desconectarse de las pantallas y las obligaciones. Básicamente, para llegar a los cien años y continuar teniendo la misma vitalidad que en la juventud, hay que entender el misterio de las zonas azules.
por Marcos Teijeiro y Giselle Leclercq
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