La deuda nunca es asunto sencillo para la Argentina. El presidente Mauricio Macri viajará el 12 de mayo a China para conseguir financiamiento de largo plazo para obras públicas. El régimen de Pekín ofrece casas prefabricadas, para disgusto de los ladrilleros argentinos, pero el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y su subsecretario de Obra Pública Federal, Ricardo Delgado, pusieron como condición que el 50% de los materiales sean locales y que las empresas chinas participen de una licitación, en lugar de apelar a una adjudicación directa Estado-Estado, como en tiempos K. Aclaran que además seguirán construyendo casas con ladrillo.
Pero China condiciona futuros financiamientos a que se pongan en marcha obras retrasadas: las dos centrales hidroeléctricas de Santa Cruz y las dos nuevas nucleares de Atucha, que acordó el kirchnerismo en sus últimos años; y una planta de urea que pactó Tierra del Fuego en 2008. En el Ministerio de Energía argentino confían en que las obras de Atucha arranquen en el segundo semestre y las de Santa Cruz, cuando se apruebe un estudio de impacto ambiental que ordenó la Corte Suprema.
Pero el creciente endeudamiento argentino en los mercados preocupa. Por lo menos a la fundación de la socialdemocracia alemana, la Friedrich Ebert, que el 3 de mayo organizó una conferencia al respecto. El experto alemán Jürgen Kaiser, de la ONG Erlassjahr, tituló su ponencia "La próxima crisis de la deuda como desafío para la Argentina", mientras que el ex diputado Claudio Lozano lamentó que "el atraso cambiario se transforma en necesidad para pagar los crecientes intereses en dólares".
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