Entre complicada y potente
**** “Mil de fiebre”, de Juan Andrés Ferreyra. Literatura Random House, 652 págs. $ 1.699.
Juan Andrés Ferreyra se dedica desde hace muchos años al periodismo cultural y tareas adjuntas. Consume música, literatura y cine y lo comenta. Lo atrae el budismo zen. Tiene perfil bajo, pero, en Montevideo, uno sabía muy bien que existía, y los quilates que tenía su trabajo. Con cuarenta años, dio a conocer al fin un libro en el que venía trabajando desde hacía más o menos una década, cuando ya corría el peligro de ir conformando distintas versiones legendarias de un original inédito. Aparecido antes en Montevideo, ahora circula en otros países, en especial Argentina, gracias a la red de distribución de la colección Literatura Random House.
Un dato nada menor que hay que agregar: nació en Salto, y ese entorno muy peculiar, situado ante la ciudad argentina litoraleña de Coronda, lo formó a favor y en contra (como casi cualquier otra ciudad). “Mil de fiebre” le hace honor al título: tiene algo de paroxismo. En buena cantidad de sus más de 600 páginas el entorno es salteño (uruguayo), porque es la ciudad que obsesiona, atrae o repulsa a los dos protagonistas.
Uno es Werner Gómez, como un probable alter ego de Ferreyra: escritor eterno, que se debate con entornos sucesivos (básicamente, también Montevideo). Sus actividades son clásicas: la oposición, la búsqueda incierta, y sobre todo el desborde. Defiende a muerte el café glaseado, que le permite sostener a ultranza el “vapor” (nombre que le da a la inspiración).
El otro es Luis Bruno, un periodista deportivo con problemas graves de conducta que lo hacen explotar con violencia. Ambos están en crisis, y funcionan (o disfuncionan) a razón de un capítulo cada uno. La novela es torrencial: emplea muy diversas técnicas para narrar, en particular las visiones internas de Werner Gómez. El lector demasiado sensible puede rechazar lasabundantes páginas dedicadas, por ejemplo, a la ingestión de materias fecales, contadas con la minucia de un miniaturista.
Si el libro atrae, y después arrastra, el lector se encontrará con el equivalente a una experiencia fuerte. Mientras Gómez choca contra los rasgos de su propia vida, Luis Bruno es totalmente manejado por sus cambios bruscos de humor. En los dos casos aparecen algunas mujeres. Y el texto es bañado por formas variadas de la ironía, el escepticismo, y hasta el más áspero sarcasmo.
Juan Andrés Ferreyra apenas puede mantener el rumbo del grueso libro, pero lo logra: es un triunfo importante, ante semejante universo, entre desquiciado y poderoso.
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