Tuesday 10 de June, 2025

EMPRESAS | 26-05-2025 07:41

El termómetro emocional que muchas empresas olvidan mirar

Cuando se descuida, los efectos son silenciosos pero devastadores: desmotivación, renuncias encubiertas, pérdida de productividad y deterioro del compromiso.

En tiempos de transformación constante, entornos híbridos y exigencias crecientes, la cultura organizacional se ha convertido en un activo estratégico. Y su indicador más sensible —aunque muchas veces subestimado— es el clima laboral. Un buen clima no solo mejora la experiencia de las personas, también impulsa los resultados del negocio. Cuando este se descuida, los efectos son silenciosos pero devastadores: desmotivación, renuncias encubiertas, pérdida de productividad y deterioro del compromiso.

¿Por qué es tan relevante el clima? Los datos hablan por sí solos. Según un estudio de Gallup, las organizaciones con climas positivos registran un 21% más de rentabilidad y un 41% menos de ausentismo. Por su parte, McKinsey & Company ha demostrado que los equipos con alto engagement y liderazgos inclusivos pueden ser hasta un 50% más productivos. En Latinoamérica, Great Place to Work señala que las empresas con mejor clima duplican la capacidad de retención de talento frente al promedio del mercado.

Aun así, muchas compañías no perciben las señales de alerta hasta que el deterioro es evidente. ¿Qué síntomas anticipan un clima organizacional en crisis? Aumentos en el ausentismo, rotación elevada, quejas persistentes en instancias de feedback, conflictos entre áreas, picos de estrés e incluso silencios incómodos en las reuniones son indicadores que no deben subestimarse.

La solución requiere un enfoque estratégico basado en tres pilares: medir, escuchar y accionar:

  1. Medir: sin datos no hay gestión: El primer paso es definir claramente los valores y la cultura que se desea construir. A partir de allí, aplicar encuestas de clima periódicas —individuales, anónimas y con análisis profesional— permite obtener un diagnóstico certero. Estas mediciones deberían realizarse al menos una vez al año, aunque en contextos de cambio acelerado pueden requerirse con mayor frecuencia.
  2. Escuchar: ir más allá del formulario. Hacerlo de manera verdadera implica abrir espacios de diálogo genuinos. Reuniones entre líderes y colaboradores, grupos focales y entrevistas de salida o de ingreso son herramientas clave para captar percepciones que las encuestas no siempre revelan. Pero lo esencial es que quienes escuchen estén preparados para hacerlo sin ponerse a la defensiva.
  3. Accionar: convertir la escucha en cambio. El clima mejora cuando las personas perciben que su voz genera impacto. No se trata de implementar grandes reformas, sino de mostrar respuestas visibles. Si surge la necesidad de mayor feedback, entonces hay que establecer prácticas claras para ofrecerlo. Si el problema es la carga laboral, se deben buscar mecanismos para redistribuir tareas o ajustar objetivos. La falta de acción, en cambio, solo refuerza la desconfianza.

Hoy más que nunca, las personas buscan trabajar en entornos donde se sientan valoradas, escuchadas y cuidadas. La competitividad ya no se mide solo por productos o márgenes, sino también por la capacidad de generar experiencias laborales positivas y sostenibles.

El clima organizacional es, en definitiva, un verdadero termómetro emocional. Y como todo termómetro, su función es anticipar —no reaccionar tarde. Por eso, si liderás equipos, gestionás talento o simplemente querés que tu entorno de trabajo sea más saludable, empezá por esta pregunta clave: ¿cómo se siente tu gente al comenzar cada jornada?

Un buen clima no es solo un "ambiente agradable". Es un factor estratégico que impacta directamente en los resultados, la innovación y la permanencia del talento. Es, sin dudas, una ventaja competitiva que ninguna empresa puede darse el lujo de ignorar.

*Cyntia Pogg es Líder de Soluciones HR y especialista en Gestión de Talento

por Cyntia Poggi

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