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SOCIEDAD | 26-09-2017 16:40

El silencio del fútbol ante los casos de abuso sexual

Machismo, prejuicios y cofradía en el mundo de la pelota. La condena a Zárate y los códigos donde siempre prevalece el negocio.

Giuliana Peralta acababa de ser víctima de abuso, pero los mensajes que recibía en su teléfono, horas después, no eran para solidarizarse con ella. “Decime que no hiciste la denuncia” o “¿Cómo querés arreglar?”, era lo que le decía su entonces novio y amigo del abusador, Martín Benítez, del otro lado de la línea. El futbolista de Independiente inquiría por mensaje y lejos de preocuparse por su pareja, sólo se enfocaba en lograr que el asunto no tomara trascendencia: “No quiero que se me pudra todo en el club”, se sinceró el mediapunta. Su amigo, el defensor de Independiente Alexis Zárate, había abusado de su novia mientras todos dormían juntos en un departamento.

Es que esa industria capaz de crear ídolos inalcanzables que es el fútbol no quiere problemas mundanos. El universo de la pelota se rige por sus propias reglas y su propia justicia, donde todo puede arreglarse de otra manera para que el show continúe. El fútbol es un ambiente surcado por una impronta masculina en la que los hombres están constantemente tratando de dominar y someter al otro para remarcar su superioridad jerárquica, según opinan los estudiosos del tema.

Pero Giuliana estaba decidida a seguir adelante con la denuncia. Nicolás Pérez, dueño de la casa donde todo había ocurrido y también futbolista del equipo de Avellaneda, intentó justificar todo con el alcohol: “Estaba borracho el otro. No sabía lo que hacía”, intentó explicar.

Más de tres años después, Peralta se quebró cuando el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de Lomas de Zamora dictó su sentencia. Zárate fue condenado a seis años y seis meses de prisión por el delito de “abuso sexual con acceso carnal”.

Roles

Giuliana no sólo logró justicia, sino que además, dejó al desnudo la realidad del fútbol: discriminación, prejuicios, poder, violencia y machismo.

El caso del ex lateral derecho de Independiente, que ahora juega en Temperley, no es algo aislado en el mundillo futbolístico. El mismo día que Zárate era condenado se daban a conocer los resultados de una pericia del Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema en torno a otra causa de abuso sexual que involucra a un futbolista. El testimonio de la ahijada de Jonathan Fabbro, ex jugador de Boca y River, fue dictaminado como altamente verosímil por los especialistas. Según los dichos de la niña de sólo 11 años, Fabbro habría abusado de ella, forzándola a practicarle sexo oral, le habría eyaculado en la boca y tocado los pechos, en la casa de su abuela y en su propio auto. Más aún, los abusos no habrían sido en una sola ocasión, sino sostenidos en el tiempo; habrían ocurrido durante al menos cinco años.

El resultado de la Cámara Gesell no hace más que complicar la situación del futbolista argentino nacionalizado paraguayo y sumarlo a otros testimonios y pruebas que lo incriminan. La mas llamativa de todas, chats en las que el jugador le pide a la chica que le envíe fotos por WhatsApp.

Pero el show continúa. Mientras la causa avanza, Fabbro sigue como si nada jugando en el Lobos BUAP de Puebla, un equipo mexicano. Y, a pesar de los avances en la causa judicial, fue incluido en la lista de concentrados para el próximo partido y tanto él como su club han optado por no mencionar el tema. Los códigos lo protegen. Un manto de silencio se cierne sobre todos los partícipes del fútbol.

Lo mismo sucedió en Temperley, donde Zárate estaba concentrado para jugar la misma noche en que recibió la condena y si bien no irá preso hasta que la sentencia quede firme, el futbolista fue apartado por el club de la zona sur del conurbano sobre la hora. Pero hasta el propio presidente de la entidad, Alberto Lecchi, reconoció que la decisión no caería bien en algunos sectores. “Seguramente habrá fracturas internas ya que puede haber gente a favor y en contra de que Zárate continúe”, se sinceró el directivo. Es que en un ambiente como el fútbol, con el machismo a flor de piel y donde los códigos y no la justicia ordinaria son los que rigen la conducta, algunos no entienden que esta acción no es más que la manifestación más salvaje de la cosificación de la mujer.

De acuerdo con la filósofa Elisabeth Badinter, “la identidad masculina se asocia al hecho de poseer, tomar, penetrar, dominar y afirmarse si es necesario por la fuerza. La identidad femenina, al hecho de ser poseída, dócil, pasiva, sumisa”. Y ese es el esquema que impera en el mundo futbolero. Por eso, nadie se escandalizó cuando la novia del entonces delantero de Boca, Ricardo Centurión, lo acusó de violencia de género. Una semana después, el 10 ya estaba nuevamente dentro de la Bombonera. Muchos menos hubo voces contra Diego Maradona, cuando se filtraron videos y fotos de los golpes que le propinó a Rocío Oliva.

Tampoco nadie puso paños fríos luego de un clásico de Avellaneda, cuando la cargada de unos hinchas de Independiente para con la gente de Racing fue colgar una maniquí con la camiseta blanquiceleste, una bolsa culino contrapuesto a lo homosexual”, pero no en términos sexuales, sino que “las concepciones de los hinchas son más complejas. Señalar como puto al que no tiene aguante no remite a su sexualidad sino a su comportamiento social según los parámetros grupales”, asegura. Entonces no se produce una discriminación por gustos sexuales sino que el enunciado encierra, en realidad, una demostración de poder.

“Ser hombre pasa por no ser femenino, no ser homosexual, no ser dócil ni sumiso. Ser hombre, un macho, tiene los mismos sentidos; aún más puede ser homosexual pero en la relación debe tener el papel activo, ser el dominador. Por eso cantan. 'le vamos a romper el culo' o 'chupanos bien la p...', lo que importa es el rol no la relación”, expone Garriga Zucal.

La homosexualidad queda así validada para explicar dominación y virilidad, más no puede ser aceptada como una práctica dentro del microclima futbolero. Así puede entenderse por qué prendió tanto el culebrón de Diego Latorre y Natacha Jaitt, en el que, más allá de la infidelidad, lo que todos recordaron es el gusto sexual del ex jugador. Si hasta la hinchada de River dedicó una bandera mofándose de que Latorre le pidiera a Jaitt que le “metiera la puntita”, algo que en el binario mundo de la pelota, es entendido como homosexual.

Códigos

El fútbol se rige por sus propias reglas: los famosos códigos. Esos mismos por los cuales, dentro de ese ámbito, se perdona todo. “El amplio poder que acumuló el fútbol, le dio la posibilidad a los actores que lo integran de regirse por sus propias reglas, los denominados 'códigos'. El fútbol se sabe poderoso y se aprovecha”, explica el sociólogo Sergio Levinsky, para quien este motivo es el mismo por el cual no se avanzó contra Martín Benítez por encubrir a Zárate. “Es titular en Independiente. No puede quedar pegado y saben que detrás de todo está Moyano”, asegura.

Pero además, esos “códigos” son los que permiten entender sucesos, pensamientos y acciones que, en otro ámbito social, serían condenados. Como un clan que se resguarda a sí mismo, el fútbol crea sus propias jerarquías y mandamientos. Alcanza con saber que sólo cuatro futbolistas de alto nivel en todo el mundo han reconocido públicamente su homosexualidad y sólo uno de ellos, el inglés Justin Fashanu, lo hizo antes de retirarse. Esto le valió no sólo la antipatía de sus compañeros y colegas, sino que también lo hizo blanco principal de las hinchadas rivales y lo forzó a dejar, ya que ningún club quiso contar con sus servicios.

Entre silencios, concepciones arcaicas, complicidades, prejuicios y obligaciones, el fútbol continúa en su mundo. Si hasta Héctor “Bambino” Veira, quien fue encontrado culpable por el delito de intento de violación, estuvo once meses en prisión, y hoy su prontuario se convirtió en una simple anécdota jocosa. Habrá que esperar a ver si, dentro de veinte años, Giuliana Peralta puede seguir sintiendo que hubo justicia o si el fútbol vuelve a imponer su óptica.

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