Saturday 7 de September, 2024

MUNDO | 15-07-2024 12:44

Nada es lo que parece

Las urnas británicas y francesas desmienten que sea inexorable el avance de las ultraderechas y los liderazgos recalcitrantes.

En las urnas británicas, el giro fue desde el conservadurismo recalcitrante que sacó el país de la Unión Europea (UE), al  centroizquierda que Keir Starmer le devolvió al Partido Laborista, poniendo fin al izquierdismo radical que había impuesto la conducción de Jeremy Corbin. En Francia, el giro fue del liberalismo centrista de Emmanuel Macron a una izquierda donde coexisten incómodamente el Partido Socialista (PS), con el Partido Comunista y La Francia Insumisa, el movimiento ultra-populista de Jean-Luc Melenchon.

En Gran Bretaña colapsó un conservadurismo ideologizado que, a diferencia del ortodoxo y represivo pero estable que lideró Margaret Thatcher y prolongó John Major, fue caótico y constantemente sacudido por turbulencias internas. A David Cameron lo presionaban los pro-Brexit. Para sacárselos de encima convocó un referéndum pensando que se impondría el “remain”. El tiro le salió por la culta y su sucesora, la brexister moderada Theresa May, intentó un Soft Brexit (salida suave de la UE) al que sacudieron hasta tumbar los partidarios del Hard Brexit: la salida dura.

Boris Johnson capitalizó la caída de May y de un tirón sacó al Reuno Unido del espacio comunitario. Las promesas de que el Brexit potenciaría la economía fue desmentida por un estancamiento que The Ecomomist consideró “el peor de los últimos dos siglos”. Entonces se produjo el primer experimento libertario de la historia con la llegada al 10 de Downing Street de la ultraconservadora Liz Truss. Como las proyecciones sobre los efectos de las medidas mostraban escenarios cataclísmicos, los propios conservadores la sacaron del cargo antes del mes y medio de su asunción. Rishi Sunak intentó estabilizar la gestión tory, pero ya era tarde y los británicos viraron masivamente a la centroizquierda.

A diferencia del Reino Unido, donde se veía claramente el resultado electoral que convirtió al laborista Keir Starmer en primer ministro, en Francia fue un giro en U y de último momento, que hizo marchar los votos a contramano de lo que dijeron las urnas en las dos elecciones que hubo en junio. Si de partidos se trata, el Rasemblement National (RN) de Marine Le Pen seguiría siendo la fuerza más grande, ya que las que obtuvieron el primer y segundo puesto son coaliciones. Si la coalición izquierdista rescató el nombre del Frente Popular que se creó en 1935 liderado por Léon Blum para frenar el fascismo, es porque la ultraderecha de Marine Le Pen a muchos le recuerda el régimen de Vichy y su líder, el mariscal Petain, convirtiendo a Francia en satélite del III Reich.

En Europa, lo que antes fue la Alemania de Hitler, hoy está en alguna medida referenciado en la Rusia de Putin: ultra-conservadurismo anti-liberal, anti-globalista, euroescéptico y anti-atlantista. El problema es que Jean-Luc Melenchon, además de coquetear con el ultraislamismo, también es anti liberal, anti globalista, anti-OTAN, euroescéptico y admirador de Putin. Para no repetir una mala cohabitación como la de Francois Mitterrand con Jacques Chirac en los ´80, y tener una cohabitación amable, como la que el mismo presidente socialista tuvo años después con Édouard Balladur, o al menos la tensión manejable que lograron el presidente Chirac y el premier socialista Lionel Jospin, lo que debería hacer Macron, recurriendo al derecho que le da la Constitución de la V República, es nombrar primer ministro a Francois Hollande, de quién fue ministro de Economía cuando ocupó la presidencia el actual líder del PS, hoy en el Nuevo Frente Popular (NFP).

A la ultraderecha, los boca de urnas les borraron la sonrisa que portaban desde que RN fue el partido más votado en los comicios europeos, y les creció de oreja a oreja cuando ganó la primera vuelta quedándole al alcance de la mano la mayoría parlamentaria.

Parecía imposible que el ballotage revirtiera esa tendencia. Las encuestas confirmaban que el centroderecha se hundiría hasta y que RN podía convertir a Jordán Bardella en primer ministro. Pero el llamado del presidente a unir fuerzas para impedir la llegada de la ultraderecha al gobierno, dejando abierta la posibilidad de un acuerdo de gobernabilidad con la alianza que aglutinó a la izquierda por iniciativa del populista Melenchon, se sumó a llamados como el de Kylian Embappe movilizando los “banlieues” (barrios suburbanos poblados de hijos y nietos de inmigrantes) así como también a los centristas desilusionados con la derecha gaullista y reactivos al ego de Macron.

Por ocupar una posición visible desde todas las clases y sectores de la sociedad, el llamado de Mbappe aportó muchísimo. Antes de la primera vuelta, lo que parecía insinuar al advertir “quedaremos entre extremos”, es que había que votar fuerzas de centro. Pero a la hora del ballotage, con el NFP en segunda posición en las encuestas, el astro del fútbol dejó en claro que, entre un partido de tendencias racistas y autoritarias, con discurso de odio a los inmigrantes, era imprescindible votar incluso al frente izquierdista, aunque lo encabezara un populista exacerbado como Melenchon.

Si el resultado final hubiera sido acorde a los dos comicios de junio y a lo que decían las encuestas, Macron no podría cumplir su mandato en el 2027, porque la empoderada ultraderecha le exigiría la renuncia. Lo que falta ahora es que el presidente, a quien la constitución de la V República habilita a elegir el primer ministro entre los legisladores de la mayoría parlamentaria, elija a Hollande o cualquier otro miembro del PS, que es la centroizquierda dentro del NFP. Cualquiera menos el controversial Melenchon. Si se tentara con poner un primer ministro de su propio espacio,  aprovechando los escaños que tendrá la centroderecha gaullista, Macron sería visto como un político sin escrúpulos que juega sucio contra la coalición más votada. Pero si designara a Hollande u otro miembro del PS, conjuraría la inquietante posibilidad de que llegue a primer ministro el favorito de los ultraislamistas.

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Claudio Fantini

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