“Estábamos en guerra con un dictador y ahora lo estamos con un dictador apoyado por un traidor”, dijo Claude Malhuret. Lo mismo piensa Emmanuel Macron, por eso pronunció lo que probablemente sea el discurso más sombrío de un presidente francés desde la Segunda Guerra Mundial. Macron se enfocó en el creciente riesgo de choque directo entre Rusia y Europa, la tan temida Tercera Guerra Mundial, mientras que el senador francés se enfocó en el gobierno de Trump, a quién considera un “traidor” a la democracia occidental al servicio de un dictador ruso.
“Washington se ha convertido en la corte de Nerón, con un emperador incendiario, cortesanos sumisos y un bufón drogado con ketamina”, dijo el líder de Les Indepéndants, añadiendo que es “un drama para el mundo libre y en especial para Estados Unidos”. Desde que presidía Médicos Sin Fronteras, Malhuret expresó de manera frontal lo que siente. Ese médico que fue alcalde de Vichy y funcionario de Jacques Chirac, siente que Occidente está en manos de dos megalómanos desequilibrados, Trump, el “emperador incendiario”, y Elon Musk, el presunto “bufón drogado con ketamina”.
Malhuret agregó algo que debería retumbar en todo Estados Unidos: “nunca en la historia un presidente norteamericano había capitulado ante el enemigo”. También fueron sombrías las palabras que dijo, casi al borde de las lágrimas, el renunciante Justin Trudeau explicando como Trump destruye, de manera inconcebible, la histórica hermandad entre la superpotencia occidental y Canadá.
En el mismo puñado de días, apareció Macron describiendo la Tercera Guerra Mundial. Tras la emboscada que tendieron Trump y Musk a Volodimir Zelenski en la Casa Blanca, hay poco espacio para lecturas tranquilizadoras sobre lo que está ocurriendo. Por eso el presidente galo llamó a Europa a prepararse para una guerra directa con Rusia. Una guerra que percibe inevitable y sería nuclear. Macron pidió no abandonar a Ucrania y describió a Rusia como una amenaza para toda Europa. Tiene claro que la propuesta de Trump no es la paz y que Putin traicionaría cualquier acuerdo como hizo, según Kiev, con el alto el fuego pactado en Minsk en el 2014 para detener el conflicto con las milicias pro-rusas armadas por Moscú en Donetsk y Lugansk.
Es absurdo que Trump se postule como negociador al mismo tiempo que describe a Ucrania como país derrotado y a Rusia como triunfador, corta los suministros militares y la información de inteligencia al ejército ucraniano mientras levanta las sanciones económicas al Estado ruso, y considera a Zelenski un fracasado caprichoso y a Putin un triunfador creíble y confiable. El jefe de la Casa Blanca actúa como Lukashenko, el vasallo bielorruso de Putin, y pretende ser visto como un pacificador neutral.
Hasta ahora, la guerra ha tenido a Ucrania como única protagonista en el combate contra Rusia. Pero el discurso de Macron describe un choque directo con toda Europa. Por eso habló del arsenal atómico de Francia y ofreció un paraguas nuclear europeo que abarque a Ucrania. El arsenal francés fue producto de lo que sintió Charles de Gaulle en 1956, cuando Eisenhower, desde la Casa Blanca, lo obligó a él y al entonces premier británico Anthony Eden a retirar de inmediato las fuerzas enviadas a Egipto cuando Nasser nacionalizó el Canal de Suez.
Que un presidente norteamericano los sacara de las orejas del conflicto que habían iniciado, hizo que el fundador la Quinta República dotara a Francia de bombas atómicas para que nunca más se decida en Washington lo que debe decidirse en París. La diferencia con la actualidad es que Eisenhower tenía razón sobre cómo debían actuar las democracias noroccidentales en el marco de la Guerra Fría. O al menos podía argumentar una razón lógica. En cambio Trump y su corte neroniana hacen lo que temía Alexander Hamilton en la peor de sus pesadillas. Aquel miembro de los “Padres Fundadores”, que firmó la Declaración de Independencia, decía que el mayor peligro es que llegue a la presidencia un agente de otra potencia o alguien susceptible de ser manipulado por un poder extranjero.
En el sombrío discurso de Macron, Trump no sólo está entregando Ucrania sino colocando Europa a la sombra de Rusia, para que se concreten las metas que planteó el ideólogo ultranacionalista ruso Alexander Dugin en su Cuarta Teoría Política y en su libro Eurasian Mission, a cambio de que el imperio euroasiático, que abarcaría desde el Océano Pacífico hasta el Atlántico, lo apoye en su plan de imperar desde el istmo centroamericano hasta el ártico canadiense, incluyendo a Groenlandia.
He ahí la otra guerra que acecha a Europa, porque Trump acaba de decir al Congreso que se adueñará de Groenlandia “de un modo u otro”. No fue una de las tantas frases que dispara por incontinencia verbal y también debe ser leída como la decisión de abandonar la OTAN: “Necesitamos a Groenlandia para nuestra seguridad.. y vamos a lograrlo de un modo u otro”.
Para la seguridad de Estados Unidos no es necesario anexar Groenlandia, porque su pertenencia a Dinamarca la hace territorio de la OTAN. De hecho, hay una base militar norteamericana en esa isla danesa: la de Thule, situada en el distrito groenlandés de Qaanaaq. “Esta noche también tengo un mensaje para la gente increíble que habita Groenlandia…apoyamos firmemente el derecho a determinar su futuro, y si así lo eligen, les daremos la bienvenida a Estados Unidos”, afirmó. Más allá de la injerencia en los asuntos internos de Dinamarca, las palabras más explosivas del discurso fueron las que completaron el anuncio de que Groenlandia será de Estados Unidos “de un modo u otro”.
En esas cinco palabras está la amenaza al reino danés: si no acepta venderlo a Washington ni los 56 mil habitantes groenlandeses, mayoritariamente de la etnia inuit (los mal llamados esquimales) deciden en referéndum separarse del país europeo e integrarse a la superpotencia americana, el “u otro” incluye la invasión. Si eso ocurriera, al ser Dinamarca miembro UE habría guerra entre Europa y Estados Unidos. Más absurdo aún, si Trump saca su país de la OTAN, la invasión de Groenlandia activaría el artículo 5 del Pacto Atlántico y Estados Unidos entraría en guerra con su propia creación. Así de grande y oscuro es el “drama para el mundo libre” que describió Claude Malhuret, al hablar de “la corte de Nerón” y el “bufón drogado con ketamina”.
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