El sábado 28 de septiembre Javier Milei le contó al mundo lo que opina del periodismo. Lo hizo ayudado por algunos miles de fans, a los que arengó para que lo acompañaran en sus insultos. "¡Periodistas corruptos, ensobrados, escuchen ensobrados, escuchen lo que la gente siente por ustedes!”, gritó el libertario, mientras la multitud a la que alentaba con los brazos en alto coreaba “hijos de puta, hijos de puta”.
En verdad, esa noche Milei le contó al mundo lo que piensa de los periodistas, pero no de todos. “Un gran periodista y honesto, como es Esteban Trebucq”, arrancó una frase el Presidente y, cuando el público lo interrumpió para corear al conductor, la remató diciendo que “la gente sabe quiénes laburan bien y quiénes son unos mercenarios”.
Lo que ocurrió en aquel acto en el Parque Lezama estuvo lejos de ser un hecho aislado. Por el contrario, en esas oraciones está cristalizada la visión que tiene el mandatario del periodismo: son todos culpables de aceptar sobornos a cambio de publicar información falsa o direccionada (“ensobrados”) y por eso merecen ser perseguidos, a excepción de un selecto grupo elegido a dedo por él.
Para pertenecer a este club hay términos y condiciones que no están escritos pero que todos sus integrantes conocen: la posibilidad de acceder a entrevistas exclusivas con el mandatario y con miembros del Gabinete con la condición de llevar al mínimo las repreguntas y de evitar los temas más espinosos, el adelanto de primicias siempre y cuando no se desvíen de la línea oficial, el compromiso de compartir enemigos y la agenda que marca el Gobierno, y, también, aceptar los peculiares pedidos de Milei, como una invitación a escuchar ópera a la Quinta de Olivos. Todos los oficialismos los tienen y este no será la excepción: hay un nuevo periodismo militante que llegó para quedarse.
Guardia pretoriana
¿Cuál es la diferencia entre periodismo y periodismo militante? Es una pregunta que en Argentina se repitió varias veces a lo largo de la historia. Fue una discusión particularmente álgida durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. En esos mandatos el oficialismo de entonces apretaba a los medios no alineados (el caso más paradigmático fue el de Editorial Perfil, que fue discriminada en el reparto de pauta oficial durante los 12 años, caso que terminó con un fallo histórico de la Corte Suprema contra el Estado argentino y a favor de la Editorial), mientras que para los amigos había beneficios concretos. El clímax fue la creación de “678” en la TV Pública, programa que se dedicaba a hostigar con nombre y apellido a los distintos blancos que marcaba la cúpula del poder político.
Con este ejemplo reciente, se podría decir que periodismo militante es todo aquel que sigue, responde o defiende los lineamentos del poder de turno. Las razones pueden ser varias: la búsqueda de distintos tipos de beneficios (profesional, simbólico o material) o la profunda coincidencia ideológica entre el periodista y el rumbo de determinado gobierno, o incluso una combinación de todas estas. Se podría decir, entonces, que el periodista militante es aquel que antepone primero su militancia a la realidad, que parte desde una verdad revelada y absoluta (que tal o cual corriente política es o bien lo mejor o bien lo peor que le puede pasar al país) y que en base a eso ordena y acomoda la realidad que tiene luego que informar.
El periodismo militante de Milei sigue el grueso de estas directrices. No es “678”, que tenía expresamente prohibido esbozar aunque sea un mínimo de crítica al entonces gobierno. El periodista oficialista hoy es más refinado: cuando la realidad se impone y se hace imposible gambetear algún tema candente (puede ser el feroz recorte a las jubilaciones, algún dato nuevo sobre la crisis económica o el empoderamiento de personajes polémicos como Ariel Lijo, por nombrar algunos ejemplos), el periodista oficialista de Milei tiene algún reparo para poner, un comentario negativo para decir o tal vez una sugerencia al aire para el Presidente o su gabinete. Pero tampoco se puede pasar de la raya. El propio Milei pone el margen y elige a dedo quién pertenece a este club y quien es “un hijo de puta”, como les suele decir.
De hecho, los comunicadores que protagonizan esta tapa de NOTICIAS no fueron seleccionados por este medio: los eligió el mandatario, sea para invitarlos a las noches de ópera o para que formen parte del reducidísimo grupo de periodistas a los que les da entrevistas. No son tantos, y entre ellos destacan Alejandro Fantino, Jonatan Viale, Pablo Rossi, Luis Majul y Esteban Trebucq.
Relato sostenido
Es verdad que algunos tienen más relación que otros con el Presidente. Trebucq (que en sus programas suele pasearse con un termo violeta como los colores de LLA, accesorio muy festejado en las redes) y Viale fueron parte de la comitiva que escuchó música con el Presidente. “Los domingos un grupo de amigos (más o menos cercanos) nos juntamos a ver en el cine de Olivos óperas de distintos compositores. Luego cenamos y discutimos sobre temas diversos”, contó el propio Milei. Viale luego aclaró que fue “engañado”, pensando que se iba a tratar de un off periodístico. De cualquier manera, algo quedó en claro: el libertario no los considera periodistas, sino “amigos”.
Lo que sí comparten los cinco es el acceso a entrevistas con Milei. Majul lleva ocho notas, Viale seis, Trebucq cuatro, Fantino tres y Rossi dos. Las notas también se parecen: aunque a veces aparece alguna pregunta incómoda (la situación de la economía, por poner un caso), las charlas suelen ser en un tono amable y las repreguntas brillan por su ausencia. Por citar algunos ejemplos: en una nota del 1 de septiembre, Milei le dijo a Majul que “el poder adquisitivo de los jubilados voló en dólares”, sentencia falsa que no motivó una repregunta, y también aseguró que “el ajuste lo pagó la casta”, otra frase marketinera que no llevó al periodista a volver sobre el tema.
Sin embargo, donde más se evidencia la complicidad con el libertario es en la ausencia de los temas realmente candentes que podrían incomodar al mandatario.Hay varios asuntos que nunca jamás aparecen en una entrevista con Milei. Son, justamente, tópicos complejos para los cuales el economista parecería no tener una respuesta clara.
Los reiterados plagios en los que incurre, un delito tipificado por la ley (en dos notas distintas con Viale y Majul el Presidente les regaló su último libro, que incluye copias textuales de otros autores, pero eso no ocasionó ninguna pregunta), los miles de dólares que cobró el economista cuando trabajaba para el gobernador Daniel Scioli (a pesar de que él acusa de “ensobrado” a cualquiera que cobre o haya cobrado del Estado), el empuje decisivo que le dio el megaempresario Eduardo Eurnekian para instalarse en los medios primero y en la política después (que desarma la tesis anticasta del libertario), el hecho de que el mandatario jure jugar con cinco perros todas las mañanas en Olivos cuando sólo tiene cuatro -y lo que eso sugiere sobre su psiquis-, la relación mística que dice tener con Dios, de quien recibe órdenes gracias a la comunicación que establece su hermana médium, o el apriete que hace el Gobierno a medios como Perfil.
Licencia para insultar
Estos son apenas algunos ejemplos de temas espinosos que jamás aparecen, y que a las claras revisten un interés público (cuando Massa le tiró en cara a Milei sus reiterados plagios durante el debate, el tema se convirtió en lo más buscado aquella noche en Google). De hecho, estos asuntos candentes hacen algo más que no aparecer en las entrevistas con Milei. En algunos casos son retomados por los periodistas, pero en forma de defensa del libertario. “El Gobierno está tocando intereses pesados. Por eso, van a seguir diciendo que Milei está loco. Cuantas más cajas toque, más loco va a estar. Por eso van a decir que habla con los perros”, escribió Viale en una nota. La relación del Presidente con el periodismo también tiene eco en este grupo.
Es cierto que todos critican los ataques más furiosos de Milei, pero acá también se evita profundizar. Asuntos como la discriminación en la pauta oficial, el no reconocimiento de deudas pasadas de parte del Estado, la manera arbitraria en la que se maneja el Gobierno (en el caso de Perfil se nota en cómo la secretaría de Educación se niega a habilitar carreras de la universidad), por citar algunos ejemplos, no aparecen.
No sólo eso. Fantino fue pionero en defender “el derecho” de Milei en insultar y atacar al periodismo, con la lógica de que él puede defenderse “como un ciudadano más” a pesar del cargo que ostenta. “¿Qué somos, semidioses?”, llegó a decir. El hecho de que, a diferencia de cualquier argentino común, Milei comanda las Fuerzas Armadas, las de seguridad, el servicio de Inteligencia, y tiene millones de pesos del Estado a tiro de decreto, no fue tomado en cuenta en este análisis. La Justicia, de hecho, opina lo contrario que Fantino.
Comentarios