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SHOWBIZ | 12-07-2013 13:40

Haciendo teatro

Cómo cambió, a lo largo de la historia, la industria de las obras teatrales. Costos, convocatoria y mediáticos en la calle Corrientes.

Un tipo gordo, pelado, entrado en años y degustador de habanos es el imaginado prototipo del productor teatral. Sin embargo, salvo la cabellera escasa, ninguna otra característica es compartida por Roberto Bisogno, Sebastián Blutrach y Carlos Rottemberg. Blutrach no pasó los cuarenta, Rottemberg se define como “el único gordo” y no fuman.

Los tres son, a pesar del fallido physique du rôle, miembros de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (AADET) que reúne a los espacios más populosos y céntricos, a diferencia de otros grupos como la Asociación argentina de teatro independiente (Artei) o del colectivo Espacios escénicos autónomos (Escena), comúnmente llamados el off del off.

Hijo de productores, Blutrach, fue desde 2007 a 2012 el director artístico del Metropolitan y, hace un año reabrió el Picadero. Entre sus mayores hitos, se encuentran “Gorda”, “El método Gronholm” y “Toc toc”, aún en cartel. El más callado, Bisogno, en 2003, reabrió el teatro de la Comedia y en el 2011, el SHA, y dirige artísticamente el Apolo. Entre otros, tiene en cartel “Manzi, la vida en orsai”, con Jorge Suárez, y “Objetos maravillosos”, de Hugo Midón.

Konex de Platino 2001, Rottemberg, es propietario de varias salas en Buenos Aires (Multiteatro, Liceo, Tabaris) y Mar del Plata, además de estar detrás de éxitos históricos como “Brujas”, “Made in Lanús” o “El negro no puede”.

Noticias: El empresario teatral,  ¿cuánto tiene de hombre de negocios y cuánto de teatrista?

Carlos Rottemberg: Hay que ser más teatrista que empresario, con una cuota de psicólogo, porque la materia prima son personas. Es un mundo, no una mercadería tangible, trabajás con talentos, con gustos, con seres humanos y contra la corriente, en otros horarios, con otros ritmos.

Sebastián Blutrach: Soy el primer interesado en que la obra sea lo mejor que se pueda hacer. Nuestra tarea es bajar a la tierra los delirios de cada uno.

Roberto Bisogno: Yo programo para dos salas que no están en calle Corrientes y me guío siempre por lo que me gusta y con el presupuesto que puedo, porque no es tan sencillo encontrar un elenco muy cotizado.

Noticias: ¿La calle Corrientes y sus luminarias es un mito urbano?

Rottemberg: Esta ciudad es la única que tiene más espacios escénicos  –teatros, cines y auditorios que se transforman en sala– que cines. De lo que no hay dudas es que el off porteño es el que ofrece más obras en el mundo. Ahora, los centros más importantes, Londres y Nueva York, nos ganan en la afluencia turística. Las comedias musicales no son consumidas por el neoyorquino ni el londinense. Es como acá: los porteños no van a ver espectáculos de tango o folclore salvo que acompañen a amigos turistas.

Blutrach: No existe más eso de caminar por Corrientes y entrar a un teatro, salvo para algunos turistas, pero lamentablemente Corrientes ya no está para eso y la gente sale a pasear por Palermo o las Cañitas. Ojalá se volviera a esa costumbre. Pero sí creo que Corrientes sigue funcionando como marquesina, como cartel, como publicidad gratis.

Noticias: ¿Hubo una época dorada de consumo teatral?

Rottemberg: Las épocas son muy distintas por lo que es difícil la comparación. Había muchas menos salas y el teatro independiente estaba reducido. Hoy, hay mucho más y por lo tanto, más repartido. Un ejemplo de otra Buenos Aires, 1973, cuando asume Héctor Cámpora: el Astros, de 1.100 butacas, vendía 12.000 entradas por semana. Hoy, con ocho al mes está bárbaro. En ese momento, si hacías 16.000 al mes, tenías que bajar el espectáculo. Brillaba más pero había menos teatros y más cines, el Opera, el Gran Rex eran cines y el Luna Park era un estadio deportivo.

Taquilla. A mano o digitalizadas, las planillas del bordereaux son desde siempre el reflejo del éxito o el fracaso. Con qué porcentaje de lo recaudado se queda el empresario es una medida variable que oscila entre el 7 y el 30%: un 30% va para el alquiler, si el empresario no posee sala propia; un 35, para gastos de producción artística; y de un 10 a un 15, por derechos de autor. De lo que queda, se pagan sueldos y publicidad. “Tengamos en cuenta de que los tres que estamos acá somos dueños de salas y eso facilita el trabajo, manejamos los números de otra manera”, dice Bisogno.

Para leer la nota completa, adquiera online la edición 1907 de la revista NOTICIAS.

por Leni González

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