A Néstor Roncaglia (52), sus amigos le dicen Ronco y desde que abandonó su Chajarí natal en la provincia de Entre Ríos, para instalarse en Buenos Aires, su vida estuvo dedicada a la investigación. Sus colegas lo tildan como un sabueso y todavía conserva algunos amigos de los años en que estudió abogacía en la sede en Buenos Aires de la Universidad Católica de Salta. Roncaglia es un hombre de bajo perfil, pero muy conocido dentro de la Policía. Su carrera lo ha llevado a ser parte de la historia negra reciente del país, a raíz de que siempre encabezó o participó de las investigaciones más mediatizadas de los últimos años.
Antes de desembarcar en la Superintendencia de Drogas Peligrosas, Roncaglia fue el jefe de la DIFOC (División Investigación Federal de Organizaciones Criminales). Esa área la conoce desde la época en que se llamaba Análisis Delictivo. Su capacidad para resolver investigaciones complejas lo llevaron a encabezar casos como la mafia de los medicamentos, importantes robos a bancos, el crimen del agente chileno Arancibia Clavel o el caso Schoklender II.
Cuando estuvo al frente de la pesquisa de “la mafia de los medicamentos”, entre mate y mate -amargo, como los prefiere- resolvió la participación de Juan José Zanola, quien quedó detenido y procesado. Esa pesquisa además de dolores de cabeza, también le dio momentos insólitos. el día que se detuvo a Solange Bellone, la viuda de Sebastián Forza, una de las tres víctimas del crimen de General Rodríguez, tuvo un llamado inesperado: un productor del programa de Roberto Pettinato, que en ese momento conducía Duro de Domar, quería entrevistar a una de sus investigadoras, quien había aparecido en la tapa de todos los diarios, mientras llevaba detenida a Bellone. La agente era una mujer rubia, que llevaba una gorra de la policía, remera escotada, chaleco antibalas, lentes oscuros, jean y botas negras. Parecía salida de una película de Hollywood y Pettinato la quería en su programa. Al final, Roncaglia no accedió al pedido del conductor.
Roncaglia está casado, tiene dos hijos adolescentes y pasa sus días entre su amplia oficina sobre la calle Belgrano y los despachos de los jueces con los que más suele colaborar, entre ellos Rafecas y Oyarbide. A sus íntimos les confiesa que está contento por su reciente ascenso a comisario inspector, el pasado 31 de octubre de 2012 y más aún con la buena repercusión sobre su trabajo en la división de drogas peligrosas, pero admite que extraña su labor en la Difoc por la variedad de delitos que tenía para investigar.
El Nº 1 de la división de Drogas Peligrosas del país es consciente de la inseguridad que hay en el país y por eso cuando viaja en auto desenfunda su pistola 9 mm reglamentaria y la pone entre su pierna y el asiento para tenerla a mano en caso de necesitarla. El pasado fin de semana fue sorprendido mientras llegaba a su casa y un delincuente le disparó. Roncaglia respondió de inmediato y le vació el cargador. Él quedó herido, pero el atacante también. Roncaglia tenía la pistola a mano y eso salvó su vida.
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