Friday 26 de April, 2024

TEATRO | 07-02-2014 08:00

“La laguna dorada”, un sensible reencuentro familiar

de Ernest Thompson. Con Pepe Soriano, Charo López y elenco. Dirección: Manuel González Gil. Neptuno, Santa Fe 1751, Mar del Plata.

★★★★ Hay actores que con su sola presencia iluminan un texto, dan vida a una escenografía o capturan toda la luz que inunda el escenario. Ese es el caso de nuestro gran, inmenso y legendario Pepe Soriano, quien desde hace años jerarquiza en cada aparición de su intachable, dilatada y prestigiosa trayectoria teatral, las propuestas que emprende.

Esta vez, se encuentra acompañado por la popular actriz española Charo López, dueña de una presencia, rostro y voz que, desde la pantalla, sedujo en sus muchas, variadas y ponderadas apariciones cinematográficas o televisivas.

Juntos dan vida a una pareja de adultos en “La laguna dorada” (On golden pond), la sensible pieza escrita por el dramaturgo y actor norteamericano Ernest Thompson (1949) cuya traslación cinematográfica en 1981, protagonizada por Henry Fonda y Katharine Hepburn, arrasó con tres Oscar (Mejor actor, actriz y guión adaptado).

La cartelera porteña conoció, a principios de los `80, una versión bautizada “Hasta el próximo verano” interpretada por otra dupla genial, Pepe Cibrián y Ana María Campoy. Asimismo, hubo una remake, en 2001, a cargo de Julie Andrews y Christopher Plummer que emitió la CBS.

La historia muestra a Román (Soriano) y Bel (López), un matrimonio que en el tranquilo ocaso de sus vidas, regresa a la vieja cabaña donde pasan los veranos, desde hace cinco décadas.

A ese apacible lugar sólo lo frecuenta Tony (Joselo Bella), vecino que cotidianamente les lleva el diario. De improviso, tras ocho años de ausencia los visita su única hija, Eva (Emilia Mazer), quien vuelve con un pedido insólito. Pretende que sus padres se hagan cargo de Tomy (Rodrigo Noya), el hijo adolescente de Tomás (Fabián Talin), su actual pareja, mientras ellos parten de vacaciones a Europa por un mes.

El choque generacional cambiará la vida de todos: Román redescubrirá su anestesiada capacidad de brindar cariño y Bel aceptará el designio del porvenir. No alcanzan los adjetivos para elogiar la labor de Soriano inmerso en la piel de ese hombre hostil y caprichoso, que desorienta al resto con sus comentarios irónicos. López saca buen partido a su personaje pacificador y obtiene una sincera emoción cargada de optimismo.

Mazer aporta una decisiva ferocidad para enfrentar al autoritario progenitor y terminará por recibirse de adulta al saldar las cuentas de una niñez plagada de exigencias. El joven Noya contribuye con su frescura como el adolescente; Bella y Talin suman corrección y oficio a sus roles. La atenta batuta de González Gil administra las emociones y consigue conmover al espectador.

Se destacan el trabajo escenográfico de Jorge Ferrari, la iluminación de Gonzalo Córdoba y el vestuario de Sofía Di Nunzio, cada uno con proverbial acierto, funcionalidad, elocuencia y buen gusto.

por Jorge Luis Montiel

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