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POLíTICA | 11-07-2014 12:04

El default emocional de CFK

Qué hay tras el parte médico que la sacó de escena por dos semanas en plena euforia por la selección. Desbordes anímicos, buitres y Boudougate.

El cuadro de faringolaringitis diagnosticado por los médicos de la Unidad Presidencial no habría tenido un origen viral o bacteriano, habituales a esta altura del año con los primeros fríos del invierno. La disfonía que venía sufriendo Cristina Fernández obedecería más bien a “factores emocionales”, según la hipótesis de sus médicos. El estrés suele alterar el funcionamiento de las cuerdas vocales, ya de por sí inflamadas por la infección que afecta a la laringe y la faringe.

Por eso, el médico Marcelo Ballesteros ordenó un reposo de una semana sin forzar la voz y preservar el sistema inmunológico de eventuales complicaciones respiratorias. No es la primera vez que la Presidenta se ve afectada por una pérdida de la voz. Apenas asumió Néstor Kirchner en el 2003, la entonces senadora nacional padeció varios días de una molesta afonía. También esa vez se atribuyó el malestar a “reacciones psicosomáticas”.

La vaguedad del informe médico sobre la inflamación de la faringe y la laringitis presidencial alimentó, sin embargo, las especulaciones de una retirada del escenario con excusa. La doctora Mónica Müller, esposa de Horacio Verbitsky, también le dedicó unas palabras a la laringofaringitis en el reportaje que se publica en esta misma edición: “Horacio me decía: 'Está haciendo lo que vos decís, aprendiendo a curarse'... Pero una laringofaringitis de ocho días... suena a otra cosa. No sé qué le pasará”.

El procesamiento. Ahora, el contexto ha cambiado. Cristina tuvo que afrontar –con pocos días de distancia– el impacto emocional que le provocó el procesamiento de su vicepresidente, Amado Boudou, el viernes 27 de junio –no por previsible menos estresante– y el fallo del juez neoyorquino Thomas Griesa, que quedó firme en tercera instancia, a favor de los fondos buitre en su pelea contra la Argentina.

En ambos casos, la Presidenta no habría ido suficientemente advertida del giro negativo que asumirían ambos temas pendientes de su gestión. Es decir, se quejó por tener que tomar decisiones contrarreloj. “Con Boudou ya procesado, el problema del vice pasaba a ser su problema –se atreve a analizar un ministro, avergonzado por el comportamiento del funcionario acusado de “cohecho”–. Cristina no tenía más remedio que pedirle que se tomara una licencia o directamente no hacer nada y quedar como cómplice. Ya sabemos lo que hizo: protegerlo, y así 'rifó' su propia autoridad”. Lo dice uno de los tantos ministros que le pusieron mala cara al vice en Tucumán.

A decir verdad, la Presidenta –presionada por lo que ella considera una movida golpista para llevarse puesto su gobierno antes del 2015– consideró la posibilidad de ofrecer un guiño oficialista a los pedidos de juicio político en el Congreso, una variante intermedia propuesta por su secretario legal Carlos Zannini para descomprimir las tensiones que Boudou genera en el propio gabinete nacional.

El hijo presidencial, Máximo, insistió con su postura luego del procesamiento: “Hay que apartarlo del Gobierno. Nos está destruyendo”. El propio Zannini, tal vez por primera vez en la larga década K, se diferenció de Cristina apenas la Presidenta avaló el alejamiento del juez Daniel Rafecas, el fiscal Carlos Rívolo y el procurador general Esteban Righi en abril del 2012. “Él tiene que pedir licencia por su cuenta y apartarse del Gobierno mientras sigue la investigación”, fue el planteo que el funcionario trasladó a media voz al resto del gabinete. El jueves no presidió una sesión en el Senado y el Gobierno se llenaba de especulaciones sobre su eventual "retiro".

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por José Antonio Díaz

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