Un ruido de fondo agita las redes sociales: el supuesto despido de miles de becarios e incluso de personal administrativo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, que aún no han sido confirmados en sus puestos y que, al mismo tiempo y de manera contradictoria, o se dan por despedidos o confían en que todo sea producto de una demora burocrática natural y esperable con el cambio de autoridades.
Lino Barañao aclara: “No hay ningún despedido. Se va a progresar con los ingresos a las becas. Hay que tener en cuenta que los becarios no son empleados: la beca es un estipendio que se otorga para obtener un título de doctor. No se han despedido empleados ni del CONICET ni del Ministerio”. Y agrega: “Además, se va a aprobar el presupuesto preliminar y también la modificación del presupuesto, que incluye una extensión de un préstamo del Banco Mundial por 45 millones de dólares y un préstamo a diez años por 750 millones de dólares destinados a programas activos y subsidios”.
Desde que fuera creado el plan Raíces (Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior, durante la presidencia de Néstor Kirchner, en el 2003) con el objetivo de repatriar científicos que se habían radicado en otros países, ya han vuelto a la Argentina 1.269 investigadores. La fuga de cerebros tuvo un freno. Pero además, con el nacimiento del ministerio, la cantidad de doctorados aumentó más de diez veces, en un fomento que incluye a especialidades de punta, como la biotecnología, la nanotecnología, las tecnologías de la información, en áreas estratégicas como salud, energía y medio ambiente.
Pero el objetivo de Barañao no fue solo impulsar a la Ciencia, sino convertirla en motor para el desarrollo económico y social argentinos. Fue por eso que en el 2008 se lanzó la Estrategia de Fomento Sectorial para promover la formación de consorcios públicos-privados en Ciencia. Desde entonces más de cinco mil empresas recibieron una suma superior a los 800 millones de dólares con la modalidad de becas o de crédito con la tasa más baja del mercado. El ministerio también creó programas para post doctorados y ayudó a investigadores a ganar experiencia en empresas privadas. La cantidad de científicos en la industria casi logró duplicarse entre 2003 (cuando había 7.200) y el plan original ideado por Barañao y equipo es que haya más de 18 mil para el año 2020. Los tres cuartos de la inversión total en investigación y desarrollo fueron financiados por el gobierno que terminó su gestión el 9 de diciembre.
Hoy, Barañao asegura que todo sigue en pie. Que el desarrollo de la ciencia y de la tecnología argentinos están tan vivos y más que antes, y que su propósito de hacer de esas áreas una política de Estado nacional continúa viento en popa.
Noticias: ¿Cómo fue aquél proceso de pensar el proyecto de desarrollo 2010-2020, partiendo de una plantilla de científicos reducida y muy concentrada en la investigación básica de laboratorio?
Lino Barañao: Hubo un proceso de crecimiento del Estado. La planta del CONICET había envejecido y ahora está más equilibrada en cuanto a las edades de los científicos que la componen. Además de eso buscamos que se fuera modificando su foco, que los investigadores se concentraran en otros sectores, no solo en la investigación básica, sino también en la investigación aplicada, ya sea dentro de la actividad privada como en empresas estatales. Lo más importante es que los científicos puedan crear empresas de base tecnológica, que generen salarios para ellos y empleos de calidad para otros argentinos. El objetivo es que nazcan más compañías nacionales de tecnología, que podamos pasar de producir soja y minerales, a producir teléfonos inteligentes y satélites, por ejemplo, y tecnología para estos y otros equipos y dispositivos. No está mal ser ensambladores, pero para que el país crezca debemos crear trabajo que exija creatividad. Eso es algo que se da en empresas cuya base es la tecnología, y para eso la Argentina debe ponerse a buscar la disrupción, detectar en qué áreas y cómo ser novedosos, y dejar de ser mano de obra barata para otros países.
Noticias: El científico argentino venía fuertemente inclinado a separar lo que es ciencia de empresa...
Barañao: Y por eso en el plan de desarrollo científico tecnológico tenemos como una de las prioridades la creación de start ups, pero como no tenemos capital de riesgo, el que reemplaza a ese rol de financista es el Estado. Entonces, es imprescindible que los doctorados no se clonen a sí mismos sino que se capaciten en lo que la vida real exige para tener una empresa propia, que sepan de economía, de financiamiento, de mercados, de administración, para que no los estafen.
La investigación básica es imprescindible pero también debe haber gente que convierta esas ideas en productos. Y que todo eso, las ideas y los productos, queden en el país. Una manera de incentivar esto es dar mejoras salariales a quienes se arriesguen a colocar un producto en el mercado. Muchos científicos de primera línea tienen el temor de que si aplicamos un incentivo de este tipo los científicos más jóvenes terminen yéndose a la empresa. Pero esto pasa en solo un 5% de los casos. Yo tengo como modelo a Louis Pasteur, que curó la enfermedad de la rabia, inventó cómo conservar los productos, y paso a paso terminó fundando la microbiología. Por eso, pienso que no hay contradicción entre investigación básica y aplicada, sino complementación.
Noticias: ¿Y de qué modo ayuda el Ministerio a lograr esa complementación?
Barañao: La idea que domina el escenario es abrir el juego, que los equipos de investigación, de ingeniería, de física, puedan seguir trabajando y que haya pequeñas y medianas empresas (PyMEs) que puedan proveer piezas para las fabricaciones de esos equipos. Por ejemplo, el ARSAT tiene una, denominada giróscopo, que fue hecha por una fábrica de rulemanes. Buscamos que la PyME local pase a ser una firma de alta tecnología. Para lograrlo, podemos ofrecerle dinero y contactos para capacitarse, para lo cual contamos con una base de datos de todos los investigadores del país, con los cuales una firma puede contactarse.
Noticias: ¿Qué va a suceder con los ARSAT, que cambiaron de órbita y ahora dependen del Ministerio de Comunicaciones?
Barañao: Vamos a destinar cinco millones de dólares para perfeccionar y desarrollar una industria de satélites más pequeños que puedan ser exportados a otros países en un plazo máximo de diez años. Queremos que la Argentina se convierta en proveedora. Un detalle importante en este sentido es que la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) pasó a depender de nosotros, con lo cual el convenio preexistente del Ministerio respecto del ARSAT continúa adelante. Y además tenemos en carpeta el proyecto de desarrollo del lanzador de satélites Tronador, cuyo presupuesto ya está aprobado. Eso nos pondrá en un lugar de privilegio más exclusivo que el que ya tenemos por el hecho de haber puesto en órbita dos ARSAT. Y es que seremos de las poquísimas naciones que son capaces de colocar por sí mismas en órbita satélites pequeños y exportables.
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