Hasta las 15.30 del martes 7, dentro de la Casa Rosada se amasaba cierto clima de bajón y desconcierto. Un día antes, 70.000 docentes habían surcado en paz la ciudad, y en ese instante medio millón de trabajadores de todas las ramas la inundaban de una conflictividad pacífica que sólo dejaba ver la justeza y magnitud del reclamo. Porque la economía está mal. Y cuando la economía está mal, los que peor están son quienes trabajan.
De pronto, cosa inédita en una marcha sindical, los organizadores perdieron el control del palco y quienes con más furia les exigían que pongan fecha a un paro nacional, les coparon la parada. Hubo bollos, palazos, tironeos y corridas. Se robaron el atril del escenario y el fantasma de Herminio Iglesias volvió para quedarse vaya uno a saber por cuánto tiempo.
El toletole del fin de fiesta le vino bien, objetivamente, al Gobierno. Entre los desmanejos de la economía, los casi diarios "conflictos de intereses" y los recules que oscurecen la gestión de los gestores, la buena cara oficial venía recibiendo cachetazos en el arranque de un año electoral. Las crudas imágenes de peronismo explícito le dieron un respiro.
Claro que un round no es la pelea entera. La CGT venía dando señales de convivencia desde el principio de la Gestión M, conteniendo más que atizando el conflicto social. El asunto es que llegó a la multitudinaria movilización del martes 7 forzada a elevar la bandera del paro general, por los aprietes de la inflación y los despidos, pero pateando la fecha para adelante. En ese sentido, la violencia del final también indica que la presión hacia el triunvirato va en ascenso. El propio Pablo Moyano -a quien se ubica como el verdadero responsable de los desmanes para que el sector del transporte marque el paso de la interna sindical- cuestionó a los revoltosos, pero exigió día y hora para la medida de fuerza nacional.
En ese sentido, no hace mal en seguir preocupado el núcleo duro del gabinete macrista. Las tensiones internas de la central obrera suelen ser su principal dinamizador, muchas veces aún más que la situación laboral y salarial de los trabajadores. La CGT, aún matándose sus burócratas adentro, ha funcionado doctrinariamente como "columna vertebral del movimiento", sobre todo cada vez que el peronismo se desarticuló tras haber quedado fuera del gobierno.
Hasta hoy, cada vez que los no peronistas quisieron ver que el peronismo se estaba autodestruyendo, los "muchachos" demostraron que, en realidad, se reproducían a los gritos, gatunamente.
*Jefe de Redacción de NOTICIAS.
por Edi Zunino*
Comentarios