Cuando asumió, Susana Malcorra le avisó a Macri que pensaba renunciar en un futuro no muy lejano, si en la ONU la designaban como la nueva secretaria general. Sin embargo, su anunciada dimisión fue por un motivo mucho más delicado: el cáncer que sufre Torcuato Battaglia, su esposo, que el año pasado lo puso en una situación muy delicada. “Hoy está mejor, pero con estas cosas nunca se sabe, pueden volver”, afirman en el círculo de Malcorra. La idea de Malcorra es, luego del 12 de junio –fecha en la que entregará el cargo–, viajar hasta Madrid para reunirse con su marido y el hijo de ambos. Su futuro es incierto, a pesar de que aseguró que continuará ayudando al Gobierno, “ad honorem”. “Estoy renunciando, no buscando trabajo”, le contestó a todos los que se acercaron a ofrecerle algún puesto.
La familia es el motivo que apuró su salida. ¿Es el único?
El balance de su más de año y medio en el cargo es ambiguo: si bien logró la visita de 32 presidentes o primeros ministros al país, 15 giras del Presidente en el exterior y 37 de ella, también tuvo fuertes tropiezos como el fallido apoyo a Hillary Clinton, el nulo avance sobre la soberanía de las Islas Malvinas, y una última reunión con tensión en el Vaticano (“quiso imponer un viaje de Macri allá antes de octubre, y eso a Francisco no le gustó”, aseguran desde Santa Marta). Sin embargo, su peor momento tuvo que ver con su anterior trabajo, la ONU, donde supo ser jefa de Gabinete. Perdió las elecciones para dirigirla, y durante ese momento saltó un escándalo internacional sobre pedofilia por partes de tropas de esa organización en la República Centroafricana que la involucraba directamente. “Ahora que dejé la Cancillería no van a seguir esa denuncia”, les dijo Malcorra a los suyos. Una fuente de la diplomacia es mucho más dura: “Durante los diez meses que se candidateó dejó a la Cancillería en piloto automático”.
Cuando Juan José Campanella, el famoso cineasta argentino, la definió como el “Messi de la diplomacia”, nadie hubiera pensado que su analogía sería tan exacta: tanto el astro futbolístico como la saliente canciller le dejan al país promesas a medio cumplir.
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