Por cuarta vez en menos de tres meses, Sergio Maldonado sube al escenario montado en medio de la Plaza de Mayo para reclamar justicia por Santiago. Ante cada saludo y vitoreo que recibe del público, su respuesta es la misma: sin palabras, opta por exhibir el flamante tatuaje del rostro de su hermano que se hizo en el brazo izquierdo. "Es difícil estar acá. Todavía no podemos hacer el duelo como corresponde", se sincera cuando llega al micrófono.
Es que los Maldonado aseguran que ellos no quieren ni mucho menos buscaron estar en este lugar, sino que los sucesos los llevaron ahí. Tal como explicó Sergio, el 1 de agosto "cambió para siempre la historia de mi familia y de la sociedad argentina". Mientras que la desaparición de Santiago tomaba más y más trascendencia, sobre la familia recayó un rol protagónico. Y fue el hermano mayor quien se volvió el único referente público.
Visibles
Sergio se puso la búsqueda de su hermano al hombro y se convirtió en el portavoz de la causa junto con su esposa, Andrea Antico. Desde aquel 7 de agosto en que presentó un habeas corpus y una denuncia penal por desaparición forzada de Santiago, se dedicó plenamente a buscar justicia. De hecho, recién hace una semana que volvió a trabajar y en estos tres meses recorrió miles de kilómetros acudiendo a juzgados, audiencias, medios y marchas. Convertido en la cara visible de la causa, no tuvo tiempo de parar, reflexionar o, tal como él dijo, hacer el duelo.
Tras más de 80 días de frenesí, sus últimas declaraciones son menos beligerantes. De hecho, en la marcha del 1 de noviembre fue la primera vez que en un discurso omitió mencionar o pedir explicaciones a algún funcionario. Algo muy distinto a las acusaciones directas contra la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, o manifestar su repudio al Presidente.
Existen dos motivos que explican este cambio: por un lado el cansancio de Sergio y su entorno. Pero, por el otro, subyace la intención de sacar de la grieta una causa politizada con "operaciones", hipótesis y acusaciones de lo más inverosímiles, que incluyeron increíbles ataques a la familia. El más desatacable, un boicot que se armó en redes sociales contra la marca de té (Wally's Tea) que Sergio tiene junto a su esposa. Esta campaña, que algunos medios adjudicaron a sectores cercanos al Gobierno nacional, buscaba arruinar la empresa de Sergio acusándolo de "querer mantener la carátula de desaparición forzada sólo para cobrar dinero del estado". "No cuenten conmigo para sembrar odio y división en la sociedad", fue la respuesta de él.
Silencio
El resto de la familia se mantiene al margen de las cámaras. Los vecinos de Veinticinco de Mayo que los conocen aseguran que su ritmo de vida cambió. Enrique, el padre, achacado por problemas de presión, es el que menos se muestra. En el barrio confían que casi ni se lo ve por la calle. La familia procura que siempre haya alguien en la casa para hacer más llevadero el día a día.
Para la madre de Santiago, Stella Maris, la situación ha sido igual de difícil, aunque ella reconoció que las operaciones políticas y mediáticas potenciaron la angustia. Vecinos del Barrio Obrero aseguran que el vínculo entre madre e hijo era especial y que por ser el menor, era el "más mimado". En el pueblo aseguran que la mujer, que fue encargada de una escuela, esperó hasta último momento a que su hijo apareciera con vida y que aún cuando la aparición del cuerpo dejaba poco lugar a dudas ella seguía convencida de que no se trataba de él. "Está muy entera, aunque muy dolorida", dicen.
Además de los padres hubo alguien que sufrió más que ninguno la pérdida de Santiago: Germán, el hermano del medio. Con Santiago tenían una relación muy cercana y la desaparición, cuentan en el pueblo, fue demasiado fuerte para él. Pero al contrario de Sergio, su reacción fue más virulenta. Así, mientras el mayor se ponía al frente de la investigación, Germán tomaba una actitud más agresiva. De hecho, debió controlar sus posteos en redes sociales en los que incluía varios insultos y acusaciones. "Tiene otra personalidad", confían en su entorno.
Germán no participó de la última marcha, aunque sí lo había hecho de las anteriores, donde incluso había sido el encargado del discurso. "Están los dos igual de afectados, pero reaccionaron diferente", dicen. Carolina Bozzi, su esposa, también se ausentó de la última marcha y eligió no hablar con los medios. Su única manifestación fue una emotiva carta que publicó en Facebook. Su rol fue sostener a Germán y sus suegros en Veinticinco de Mayo.
Los Maldonado nunca imaginaron el futuro que les esperaba y el rol que ocuparían en la actualidad. Hoy, en medio de la tristeza, buscan hacer el duelo.
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