Manifestación de inmigrantes venezolanos en Buenos Aires. (AFP)

Inmigración o el mito de la Argentina blanca

Fue tema central del último diálogo del año organizado por NOTICIAS y Edhasa. Las historiadoras Mirta Zaida Lobato y María Bjerg protagonizaron la charla.

En el último encuentro del año del Ciclo de Diálogos organizado por NOTICIAS y el sello Edhasa, en la Librería del Fondo, el tema fue la inmigración. La del siglo pasado y la actual, la que constituyó nuestra idea de nación y la que todavía articula nuestra imagen de los que somos.

Para debatir sobre el tema, dos historiadoras de gran trayectoria: Mirta Zaida Lobato y María Bjerg. La primera es profesora en la Universidad de Buenos Aires y autora de los libros como “Historia de las trabajadoras en la Argentina, 1869-1960” e “Infancias argentinas”, entre otros. María Bjerg es doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires e investigadora del CONICET. Escribió “Historias de la inmigración en la Argentina”.

El editor de Edhasa, Fernando Fagnani, moderó la charla. Aquí los principales momentos.

Fernando Fagnani: Solemos hablar de la inmigración siempre en pasado. Eso se explica porque hubo un aluvión inmigratorio entre 1870 y 1920. Pero las migraciones siguen funcionando, tanto internas como externas. ¿Qué cultura produce la inmigración?
Mirta Lobato: Desde mi punto de vista, inmigración refiere a movimiento, a personas que se trasladan de un lugar a otro. Las investigaciones más importantes asocian “inmigración” a “inmigración transatlántica”, pero sabemos que la inmigración tiene múltiples facetas respecto de los lugares de origen. También la inmigración está asociada a una idea de nación. ¿Qué lugar tenían cada uno de esos inmigrantes en la construcción de la nación?

María Bjerg: En el proceso de construcción de una identidad nacional, los inmigrantes juegan un papel fundamental, sobre todo en cuanto a cómo se los integra, cómo se los homogeneiza, cómo se los acultura a través de políticas estatales. También tienen que atravesar un proceso muy intenso de mutación de sus propias subjetividades, de sus propias emociones.


Mirta Lobato: Persiste la idea de que la Argentina se construyó desde el puerto de Buenos Aires. Fray Mocho en uno de sus cuentos, “La bienvenida”, dice: “Ahí llegan los maridos para nuestras hijas, los que vienen a trabajar. Y nosotros vamos reculando". “Recular” es “ir para atrás”. Y expresa cómo la inmigración genera una tensión, un conflicto, que está cruzado por emociones de las personas que llegan y de las personas que están. Los argentinos van “reculando”. Esto expresa el temor a perder el lugar que se tiene en la sociedad.
Fernando Fagnani: En lo que sería la gran inmigración de principios del siglo pasado había unos dispositivos para integrar a los inmigrantes que hoy no están.

María Bjerg: Con los migrantes de fines del siglo XIX y principios del XX el estado nacional construye una identidad para una Argentina blanca, basada en una idea hiperselectiva de un tipo de migración europea. Un mito que se sostuvo durante mucho tiempo. Primero, Gino Germani y luego los historiadores que vinimos detrás, terminamos de algún modo reproduciendo ese mito. Porque el grueso del interés se concentró en esta cronología acotada, que no es ni más ni menos que la cronología del mito. El problema ahora es cómo hacemos entrar allí a los migrantes contemporáneos. Hay una inmigración no deseada y una inmigración deseada muy reciente, que es la venezolana, con el famoso decreto 70 de Mauricio Macri, que de alguna manera reimplementa el proceso de selectividad a favor de estos migrantes venezolanos.
Mirta Lobato: Yo estaba pensando cómo el pacto de esa inmigración ultramarina fue sepultando otras migraciones que también se dieron en el siglo XX temprano. Pienso en bolivianos, paraguayos, uruguayos e incluso brasileños y peruanos. Hay movimientos de población que no recibieron tanta atención, porque los españoles y los italianos acapararon toda la atención. Los franceses, alemanes, judíos, los “turcos” son menos numerosos y más difíciles de estudiar. La ilusión del blanqueamiento también está asociada con la idea de una nación industriosa. Esos inmigrantes tienen que moralizar al país, pero también permitirle un desarrollo económico. Y aunque a principios de siglo pueden ser amenazantes para los criollos que están “reculando”, no lo son tanto porque la economía está en expansión y necesita de brazos. En los tiempos presentes, son vistos como un factor de amenaza, porque vienen a sacarle el trabajo a los argentinos.

Fernando Fagnani: Los venezolanos son gente que está inserta en una cultura de trabajo. Y vienen a competir a un país donde una parte de la población que está fuera de la cultura del trabajo. Los venezolanos que llegan están mejor que varias generaciones del conurbano.

Mirta Lobato: Eso mismo pasa con los bolivianos. Que a su vez tienen redes muy densas que les permiten insertarse en una matriz, ya sea la textil o la de los cordones frutícolas. La expresión del miedo nativo a esos bolivianos dice que no pagan impuestos o que vienen a quitarnos los puestos de trabajo. Y la verdad es que si no existiera ese cordón frutícola no comeríamos verdura.

María Bjerg: Quiero retomar algo que planteaba Mirta. El inmigrante como factor modernizador. Durante la década de 1910 cambia esa figura. Es reemplazada por la del inmigrante peligroso, que también tiene una larga permanencia en el discurso político y social argentino. Desde aquellos sujetos que se criminalizaban (sobre todo a partir de sus posiciones políticas, vinculadas con el anarquismo); hasta los migrantes actuales acusados por prestigiosos políticos de narcotraficantes, con propuestas políticas de restauración de un estado gendarme. En relación con la política, uno tendería a pensar en la participación política a través del voto. Y eso se dio muy poco entre los inmigrantes. Los socialistas batallaron enormemente por la naturalización, para que los inmigrantes pudieran votar y finalmente fracasaron en esa utopía. Y hay algo que plantea Hilda Sábato: hay formas de hacer política o de intervenir en la vida pública que son mucho más diversas, entre las cuales las asociaciones de inmigrantes jugaron un rol importantísimo, porque ahí se generaron liderazgos políticos. Y allí creaban sus propias sus propias clientelas. Para poder sostener ese liderazgo iban en sentido contrario a los socialistas, que querían que los inmigrantes olvidaran el origen, se naturalizaran y se pudiera, a través del voto, resolver los males de la república. En la medida en que los inmigrantes pierden su contacto con el origen, esos líderes pierden legitimidad y poder.


Fernando Fagnani: En ese momento, para constituir la nación necesitabas a los inmigrantes. Y no solo como fuerza de trabajo. Hoy no. Hoy son gente que viene a trabajar o que escapa, simplemente. Pero que no tiene un lugar de participación. Esencialmente, porque la sociedad y la política no lo consideran necesario. Por ejemplo, en el caso de los rusos, simplemente escapan.
Mirta Bjerg: Hay un eje que no tocamos y es la cuestión del racismo. Hasta qué punto hubo efectivamente una política de puertas abiertas, hasta qué punto un perfil selectivo de la población migrante, más allá de que efectivamente hubo discusiones políticas y parlamentarias para implementar políticas restrictivas y eso nunca se llevó a la práctica.
Eduardo Zimmerman decía que en el lenguaje estaba presente todo el tiempo la palabra “raza” o “racismo”, pero que el uso era muy fluido. A veces, podía referir a un determinado grupo étnico hacia el cual se pensaban políticas de de selectividad o discriminatorias, pero en general no había una noción de raza tan persistente, como una raza superior y una raza inferior. Y por otro lado, los migrantes internos también hacen a la configuración de esa identidad nacional por la negativa, en el sentido de que se quedan afuera. Son excluidos de ese mito, de esa retórica identitaria y luego se transforman en los “cabecitas negras”.

Mirta Lobato: Con el migrante interno hay una suerte de racismo. Mi idea es que el “cabecita negra” es una construcción metropolitana, que se asocia a un momento histórico, que se identifica con el peronismo. En Argentina, el que está excluido, porque se ha convertido en ciudadano y, por lo tanto, invisibilizado es el indio. Y esa es es mi postura más radical, frente a esta idea del “cabecita negra” que tiñe absolutamente cualquier interpretación que tengas sobre quién es el otro. Finalmente, el otro es el nativo. El que no entró en el mito. No entró en el mito y eso lo hace no blanco.