Supongan que mañana despiertan con la noticia: “Falleció Daniel Scioli”. Más aún, agréguenle el siguiente condimento: Paro cardiaco o ACV brutal y masivo; es decir, cualquier cosa menos un accidente fortuito. Sin duda, muchos apuntarían su dedo hacia la presidenta, “culpándola” por la enorme presión que le viene metiendo al Gobernador desde que se animó a blanquear sus intenciones de cara al 2015. Lejos de pasarla bien, Cristina Kirchner sentiría las miradas acusadoras en carne propia.
Ahora plantéense la hipótesis contraria: Se levantan un día para descubrir que la fallecida es Cristina. Obvio que varios lo intentarían, pero culpar a Daniel Scioli sería ridículo e injusto. De hecho, el hombre no hizo más que tirarle flores e intentar establecer vínculos con ella.
La pregunta obligada es: En la ficción propuesta, ¿quién ganaría más desde el punto de vista político? Porque ya se vio en el caso de Néstor, algunos ganan y otros pierden (Cristina fue una auténtica ganadora).
La respuesta encierra una paradoja: Mientras la muerte de Scioli no afectaría en nada la carrera política de Cristina, el deceso de la presidenta pulverizaría la de él. Y eso que, como dijimos, nadie podría culparlo ni señalarlo con el dedo. ¿Por qué?
Varios analistas ya salieron a decir que el Gobernador se equivocó al adelantar sus aspiraciones presidenciales. Interpretan mal la coyuntura. El gran error de Scioli pasó (y sigue pasando) por salir al ruedo sin un mensaje que contenga esa postulación que se animó a esbozar. Pocos gobiernos más personalistas que el de Cristina Kirchner. Sin embargo, ella se las arregla para posicionarse como la representante de un proyecto que la excede. ¿Cuál es el planteo de Daniel Scioli? Si era sucederla en la “misión” de llevar adelante el modelo, ya quedó claro que la misionera número uno le bajó el pulgar. ¿Y entonces?
Aunque parezca mentira, Daniel Scioli se equivoca en algo que parece imposible: Ser más personalista que Cristina. Si él muere, ella será la mala de la película pero seguirá simbolizando ese proyecto que no pierde oportunidad de vender. Si es ella la que pone pies en polvorosa, él mantendrá su imagen de hombre bueno que juega al fútbol y canta canciones de Montaner, pero al mismo tiempo quedará “colgado de una Palmera”, sin posibilidades de sucederla (ella le negó ese lugar en vida), y carente de un proyecto concreto que sirva a manera de base de sustentación.
La estrategia sciolista de no pegar es buena. Su incapacidad de decir en qué se diferencia del proyecto kirchnerista, suicida. Una cosa es pelearse y otra muy distinta confrontar. Si sigue confundiendo ambos conceptos, la carrera política del Gobernador quedará en un punto muerto.
Algo más: Cristina Kirchner no tiene nada que perder. Incluso si no consigue la reelección todavía tiene herramientas para seguir manteniendo vivo el “modelo” en varios candidatos. Daniel Scioli puede perder todo. Ambos están en condiciones desiguales. Y a la hora de pelear fuerte, las ventajas se inclinan hacia el costado presidencial; pocas cosas tan difíciles como enfrentarse a alguien que puede (o debe) apostar todo.
Los asesores de Scioli le susurran al oído que, cuanto más lo victimicen, mejor le irá. Se trata de una verdad a medias: Si sigue enfocando los reflectores sólo sobre su persona, sin indicar qué propuesta encarna, le tendremos lástima pero lo dejaremos morir; después de todo (y él debería saberlo bien), a esta altura las personas quieren ver cómo es la lancha a la que piensa subirnos, y no su lucha por salir del agua que, por más conmovedora que parezca, es absolutamente personal.
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