Thursday 28 de March, 2024

ECONOMíA | 31-01-2016 00:15

La Argentina frente al mundo

Se acabó el viento de cola y caen China, Brasil y los commodities. Cómo crecer pese a todo.

El gobierno del presidente Mauricio Macri ha heredado una economía en situación crítica que presenta varios desequilibrios macro y microeconómicos. En relación con los desequilibrios macro, los principales serían: el cambiario (control del precio de la divisa dólar y escaso nivel de reservas); la balanza comercial (restricciones a las exportaciones e importaciones y decreciente superávit comercial); el déficit fiscal (no menor al 7% del PBI, con un gasto público descontrolado); el monetario (emisión a tasas anuales del orden del 40% anual) y los precios (inflación no menor al 30% anual, con expectativas crecientes).

Respecto de los desequilibrios microeconómicos, no pueden dejar de mencionarse, entre otros: los controles de precios y el desajuste de sus valores relativos, los subsidios indiscriminados al consumo de las capas más ricas de la población, el gran retraso de las tarifas de servicios públicos y la regulación de determinadas tasas de interés.

Como se ve, la “herencia económica” recibida se asemeja más a un cráter que a un campo minado. Afortunadamente, las medidas tomadas hasta ahora prometen un giro copernicano de la política económica. Sin embargo, lo que aquí intentamos definir es el escenario económico global que deberá enfrentar nuestro país. Y el plafond que tendrán las medidas de política económica a instrumentar en el plano local. ¿Seguiremos esperando un eventual viento de cola o, por el contrario, nos soplará en contra? Para responder esta crucial pregunta, es conveniente hacer una reseña de las principales características que presentará la economía mundial y su impacto en nuestro país:

Actividad económica. A nivel mundial, se espera una razonable tasa de expansión del orden del 3/3,5%. Sin embargo, existen temores de que dicho crecimiento no sólo no se dé sino que pueda desembocar en una recesión mundial. Quienes se enrolan en esta corriente sostienen que la desaceleración de la economía china, la caída del precio de los commodities –en especial del petróleo– y la suba de la tasa de interés en los Estados Unidos condenaría a una larga recesión a los países emergentes lo cual, a su vez, generaría una posible caída del nivel de actividad global. Si bien no compartimos esta visión tan pesimista, tampoco la descartamos totalmente. Esperamos el siguiente escenario base: un “soft landing” –aterrizaje suave– en China, o sea estabilidad de un crecimiento en el rango del 6/7%), una recuperación del petróleo a partir del segundo trimestre del corriente año y una muy gradual suba de la tasa norteamericana.

Obviamente, debemos mencionar que Brasil –nuestro principal socio comercial– caerá solo junto a Rusia y Venezuela, en recesión, con una caída de su PBI no menor al 3%, lo cual, obviamente, tendrá un fuerte impacto negativo en nuestras exportaciones.

Políticas monetarias. La divergencia entre las distintas economías avanzadas es muy clara. Por un lado, Estados Unidos y el Reino Unido han finalizado sus políticas de relajamiento monetario (baja de tasas e inyección monetaria). Sin embargo, en general, la mayoría de las economías desarrolladas continuarían con sus actuales políticas “laxas”, esto es: emisión de dinero, pero manteniendo sus tasas de interés en bajísimos niveles. Claramente, pues, se mantendría un alto grado de liquidez mundial y tasas con niveles más que razonables. Este escenario probable actuaría muy favorablemente para que nuestro país –una vez superado su default con los holdouts– pueda regresar a los mercados internacionales de deuda.

Mercados financieros. Nuestro país necesita reinsertarse en los mercados mundiales de crédito para financiar su desequilibrio fiscal y aumentar la oferta de crédito interno. En principio, los mercados de crédito se desenvolverían en un escenario positivo. Sin embargo, debe aclararse que en el comienzo del año a nivel global se ha producido una brusca caída de los mercados financieros que, de no corregirse, podría alterar negativamente la estabilidad financiera mundial y, por consiguiente, el acceso al crédito.

Tipos de cambio. Dentro del escenario de divisas, en los últimos meses, el dólar se ha fortalecido –en promedio– un 15%. Las monedas más perjudicadas son las de los emergentes. Prevemos que, aunque a un menor ritmo, continuará esa tendencia. En consecuencia, en la medida que la mayor parte de nuestros competidores son también países emergentes, resulta claro que nuestro tipo de cambio deberá mantenerse competitivo. Caso contrario, nuestras exportaciones se verán cada vez más perjudicadas. Merece un párrafo especial Brasil que, con una devaluación en los últimos meses superior al 60%, encarecerá sus importaciones desde nuestro país, tendencia que se agravará por la caída de su demanda externa debido a la recesión que, como ya se ha dicho, sufrirá a lo largo del 2016, que probablemente se mantenga a lo largo del 2017.

Niveles de precios. La inflación ha dejado de ser un problema mundial, estimándose para las economías avanzadas niveles del orden del 2,5% anual. En lo que hace a los emergentes, la inflación más que duplica a la anterior, con un nivel estimado del orden del 5%. Claramente, esto juega a favor de nuestro país ya que permitirá disminuir la incertidumbre e inestabilidad mundial. Sin embargo, la Argentina, junto a muy pocos países como Venezuela, Irán y Sudán, entre otros, será una excepción, con una inflación estimada para este año en el orden del 25 al 30%. Macri, en cambio, apuesta con gran optimismo a una inflación anual más cerca del 20% que del 30%.

Commodities. En lo que hace al petróleo, su caída del 70% en 18 meses (de 100 dólares el barril a los 30 dólares actuales) claramente obedece a un exceso de oferta generado por la entrada gradual al mercado, durante los últimos 5 años, de casi 4 millones de barriles por día día producidos por los Estados Unidos a través de la nueva tecnología del “shale gas” y no corregida –como en otras ocasiones similares– por una disminución de la producción de los principales países productores. Sin embargo, esperamos que –a partir del segundo trimestre de este año– el precio comience gradualmente a recuperarse mediante acuerdos de reducciones en la producción. No es esperable, claro, que se vuelva a los valores máximos de 110 dólares. Respecto de nuestro país, esta baja lo afecta en forma mixta: negativa para las empresas exportadoras que ya están operando a pérdida y positiva para la balanza de pagos, por menor gasto en nuestras importaciones de combustibles. Respecto de los commodities agrícolas, estimamos que en el mejor de los casos los precios –en particular el de la soja– mantendrían sus valores actuales debido a la existencia, al igual que en el mercado de petróleo, de excesos de oferta.

Geopolítica. Las perspectivas macroeconómicas anteriormente descriptas presuponen una situación de estabilidad en los actuales y graves conflictos geopolíticos, en especial en el Medio Oriente. Un agravamiento de los mismos podría afectar nuevamente en forma negativa a nuestro escenario base.

El escenario mundial más conveniente. Jugarán a nuestro favor: un crecimiento global razonable y alejado de la posibilidad de una recesión, una más que suficiente liquidez mundial, tasas de interés aún en niveles extremadamente bajos e inflación mundial en valores mínimos históricos. En contra: la recesión en Brasil, la fuerte devaluación del real y de la gran mayoría del resto de las monedas emergentes, los bajos precios de los commodities energéticos y agrícolas (en especial de la soja), las actuales turbulencias en los mercados financieros que podrían llevar a una restricción del crédito global, la eventual recesión en China y un crecimiento mundial menor que el previsto. En nuestro escenario base se dan tanto factores positivos como negativos. Por lo tanto si –tal como creemos– se verificaran estas estimaciones, los “vientos” serían neutrales. Si por el contrario las variables negativas adquirieran mayor peso relativo que el previsto, entonces comenzaría a correr una leve brisa que –de agravarse dichas condiciones– podría convertirse en un fuerte viento en contra. Esperemos que esa variante no se dé.

*Economista.

por Por Luis Palma Cané*

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