Después de un año de la nueva gestión económica, centrada en el mercado y la libertad económica, la macroeconomía se va ordenando y la microeconomía sigue con más desequilibrios, pero puede estar ante un cambio estructural. El Gobierno mantiene un nivel de aceptación muy elevado, después de un año de ajuste fiscal y recesión del orden de 3,5% anual. El Índice de Confianza de Gobierno de la Universidad Di Tella registra el mayor promedio de medición para un oficialismo en la comparación con otras presidencias desde 2003.
Lectura desde la economía política. La gestión no respetó las instituciones en más de una oportunidad (vigencia del Presupuesto 2023, entre otros ejemplos). El Presupuesto Nacional 2025 hasta el momento no fue tratado y queda vigente el de 2023 en combinación con la ejecución presupuestaria 2024, lo que nuevamente otorga discrecionalidad amplia al Poder Ejecutivo Nacional. Desde el punto de vista de las instituciones y de la Constitución Nacional, sigue siendo una política pública desacertada y un mal antecedente. Pero el liberalismo argentino no fue en su historia muy apegado a las instituciones. Casi siempre apoyó y fue parte de los gobiernos militares y fue protagonista de la presidencia de los ’90, no muy apegada a la vigencia de algunas instituciones.
El apoyo al gobierno está centrado en sectores ganadores, muchos empresarios y población de alto poder adquisitivo, y en buena parte de sectores informales que además ganaron con una plena disposición de mayores planes sociales que cobran sin intermediarios políticos y sin la obligación de ser llevados a marchas. Por otra parte, por factores culturales, es alta la aceptación entre los jóvenes. El 40% del padrón electoral son los sub-35, donde registra buena adhesión. Este grupo etario se informa mayormente en redes sociales y no en medios de comunicación tradicionales.
Hacia una macroeconomía ordenada. Ya desde el punto de vista de la política económica, los resultados son más evidentes pues quedan reflejados tanto en estadísticas como en las expectativas de la población. La “motosierra” fue el equilibrio fiscal y la “dolarización” fue una inflación menor con precios relativos corregidos y el comienzo de un tenue, por ahora bimonetarismo.
La mitad de la población ve el vaso medio lleno y sostiene que la macro fue casi ordenada: falta quitar el cepo, ver qué ocurre con el atraso cambiario y lograr una inflación anual de un dígito.
Se logró superávit fiscal de Nación, con ingresos tributarios extra y ajuste desprolijo del gasto público, con recortes centrados en la obra pública y las provincias y, en menor medida, en jubilados, empleados públicos y universidades. Poco de ajuste sobre “la casta”, un mito electoral, pero de buenos resultados. Imposible no resaltar los ingresos tributarios extra por una más que duplicación de la alícuota del Impuesto PAIS, el blanqueo y la persistencia de los derechos de exportación.
La inflación va convergiendo a algún valor en el orden de 2,5% mensual con varios precios relativos corregidos como el mejor logro. La brecha cambiaria bajó a 15%, desde más de 100% meses antes. Fue notable la baja del riesgo país a 650 puntos básicos, desde los 2.600 de un año atrás. Los mercados financieros creen en el programa económico, los bonos se recuperaron a más del 60% y las acciones privadas crecieron de manera exponencial. Las bases para las grandes inversiones están sentadas, sobre todo por el RIGI.
La política cambiaria en 2025, en medio del atraso cambiario, seguirá con más crawling peg y más atraso cambiario, típico de años electorales en la Argentina. El balance cambiario mensual muestra que suben y seguirán subiendo las importaciones de bienes -por reactivación y baja de aranceles- y las de servicios por turismo emisivo atraído por el atraso. Con reservas netas negativas del BCRA en el orden de US$8.000 millones, el cepo cambiario debería persistir. La devaluación del Real brasileño afectará las exportaciones, pero no debería modificar la política cambiaria, por lo menos hasta después de las elecciones. La deuda pública de Nación creció por Lecap/Lefi (la del BCRA bajó, pero aún complica) y puede ser un problema en un par de años o ante shocks externos.
Microeconomía en crisis, pero en transformación. La otra mitad de la población ve el vaso medio vacío. Reconoce logros macro, pero demanda mejores instituciones, un Estado Nacional más comprometido con lo productivo y lo social, una micro con más sectores y mayor cuidado del empleo.
La reactivación es lenta y heterogénea por sectores, pero sin deterioro significativo adicional del mercado laboral, ya muy dañado desde hace unos 25 años y con una preeminencia y aceptación social de la informalidad.
La economía argentina es una economía en corrección y dramático cambio estructural cada tres o cuatro lustros aproximadamente. Por eso, en cada cambio hay transiciones temporales inevitables con ganadores y perdedores en la microeconomía.
En la visión oficial, la micro será orientada por el mercado, es decir, los recursos capital y trabajo se orientarán hacia actividades competitivas privadas con énfasis en transables como petróleo y gas, minería, forestal, granos (si el gobierno eliminara los derechos de exportación), tecnología, finanzas y algunos no transables como el real estate y la construcción. El salario, determinado por el mercado y la productividad. Un retiro del Estado Nacional con creciente descentralización de distintas funciones a gobiernos subnacionales.
El RIGI ya provocó efectos inmediatos en hidrocarburos y genera altas expectativas sobre éstos y la minería para los próximos años. También para la actividad forestal. Esto asegura un exceso de oferta de dólares y un saldo comercial positivo año a año, lo que es una buena noticia para el recurrente problema de la restricción externa de la economía argentina.
El proyecto oficial de ley Pymes tiene incentivos poco atractivos en general, y en materia de reforma laboral es muy limitado.
No queda claro cómo sigue la obra pública: el sector público nacional sigue sin reactivarla, no se anuncian esquemas PPP, ni tampoco hay una transferencia de funciones hacia las provincias. Pareciera que seguirá el ajuste fiscal sobre la inversión pública en 2025, pero ya afecta la competitividad y los costos de producción privados.
Queda pendiente bajar el “costo argentino”; no queda claro el “timing”, ni tampoco los instrumentos disponibles para el gobierno en el corto plazo. La lista es larga: DEX, impuestos distorsivos, logística y obra pública, crédito y tasa de interés, desregulaciones varias, costo laboral y flexibilización, lograr que provincias y municipios dejen de subir -y bajen- impuestos/tasas (difícil). El ritmo de reducción de aranceles de importación es un riesgo para la producción local sin bajar el “costo argentino” paralelamente.
Las proyecciones de actividad económica para 2025 son moderadas, de 3,6% anual de crecimiento, y similares para 2026. La perspectiva productiva y de empleo de mediano plazo apunta a un desarrollo regional creciente en el anillo geográfico que arranca en el norte de Entre Ríos y recorre todas las provincias limítrofes hasta Tierra del Fuego, sobre todo por el RIGI. En contraste, los grandes centros urbanos apuntan a un consumo segmentado condicionado por la informalidad.
Tras un modelo productivo y social. En suma, la economía argentina parece encaminarse, de tener éxito esta nueva forma de organización económica promercado y de libertad económica que prospere y continúe más allá de 2027 hacia un mix entre las economías de Chile y Perú. Estabilidad, competencia de monedas, finanzas globales, extractivas en torno a commodities exportadores, construcción/ infraestructura, fuerte consumo de segmentos ABC con informalidad asumida por gran parte de la población. Agregando tecnológicas en el caso de Argentina.
En contraposición, la economía argentina se “alejaría” de una forma de organización que puede llamarse un promedio de Brasil y México, muy enunciada y no lograda durante los largos años 2003-2015. Aquellas economías tienen estructuras productivas industriales más integradas y competitivas, mayor cantidad de empresas privadas, fuertes exportaciones, servicios de consumo masivo más amplios dado que cuentan con más población y mayor cantidad de personas con alto poder adquisitivo que en la Argentina. El tiempo, como siempre en economía, tendrá la palabra final.
*Ernesto O'Connor es Doctor en Economía y profesor en la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA.
por Ernesto O'Connor
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