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CULTURA | 19-10-2012 13:25

El último cazador de nazis

Heredero de Simón Wiesenthal, dirige el programa “Operación: última oportunidad”. En diálogo con NOTICIAS, explica por qué tiene sentido castigar a criminales centenarios. Los 10 más buscados.

Efraim Zuroff jura no tomarse el trabajo como algo personal, pero cuenta que muchas veces dice una plegaria pidiendo salud para “esos bastardos”. Este estadounidense radicado en Israel, que hace 32 años recorre países y archivos buscando a criminales de guerra nazi, ciertas noches reza para que los hombres a los que busca no mueran antes de ser juzgados y enviados a la cárcel.

El último cazador de nazis tiene en la mira a hombres de entre 88 y 100 años. Laszlo Csatary, un ex policía húngaro que colaboró en las deportaciones a Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial, fue el último al que encontró. Un periodista que trabaja con Zuroff fotografió a Csatary hace cinco meses, cuando salió a atender en calzoncillos la puerta de su casa en Budapest. Tras la publicación de la historia, en Hungría se abrió una causa por crímenes de guerra contra el hombre de 97 años. “Tiene arresto domiciliario, esperemos que pronto anuncien la elevación a juicio”, cuenta Zuroff, heredero del célebre cazador de nazis Simón Wiesenthal.

Historia. Zuroff tiene 64 años y dirige la oficina de Jerusalen del Centro Wiesenthal, adonde atiende el llamado de NOTICIAS. Hace diez años creó “Operation: last chance” (“Operación: última oportunidad”), un programa para llevar ante la Justicia a los criminales de guerra nazi que quedan vivos. “Cuando la gente me pregunta cómo es mi trabajo, digo que soy un tercio detective, un tercio historiador y un tercio lobbista político –explica–. El detective encuentra a esos bastardos. El historiador busca la evidencia de sus crímenes. El lobbista presiona a los gobiernos para que hagan lo que deben”.

A diferencia de Wiesenthal, que padeció el nazismo en carne propia, Zuroff nació en Nueva York después de la Segunda Guerra. “Mis padres ya son estadounidenses y la mayoría de mis familiares vinieron antes de la Primera Guerra. A veces pienso que es casi absurdo que haya dedicado 32 años de mi vida a cazar nazis”, cuenta. Cazar nazis no figuraba ni entre los sueños más delirantes de su niñez. El plan de ese niño alto, que se crió en el barrio de Brooklyn, era “ser el primer jugador de la NBA judío ortodoxo”.

El último cazador de nazis tiene cuatro hijos y nueve nietos. Hace al menos una década que su rutina es casi la misma. Se levanta en su casa de Efrat, hace un viaje corto hasta la oficina del Centro Wiesenthal en Jerusalen y comienza a revisar correos electrónicos o llamados telefónicos con denuncias.

Las cifras del Centro Wiesenthal dicen que los nazis y sus aliados mataron a unos 11 millones de personas durante el Tercer Reich, y que más de la mitad era judíos. Por eso, el trabajo que 70 años después hacen los investigadores de esos crímenes sigue la lógica inversa a la de un policía. “Ellos empiezan por el crimen y buscan al criminal. Nosotros no tenemos tiempo, fueron demasiados crímenes y muchos criminales están muertos. Nuestras búsquedas empiezan siempre con una sospecha de alguien, luego intentamos averiguar si la historia es cierta y solo en el 1,5 por ciento de los casos nos embarcamos en una investigación seria”, explica.

En los diez años que lleva activa “Operation: last chance”, Zuroff y su equipo consiguieron los nombres de 634 supuestos nazis viviendo en distintos puntos del globo. “De esos nombres, entregamos a la Justicia unos cien, pero solo resultaron ocho casos serios”, cuenta.

Los más recientes fueron el de Csatary y el de Sandor Kepiro, hallado en 2006. Este último, un oficial de gendarmería húngaro que fue acusado formalmente por 36 asesinatos y luego absuelto, murió en septiembre del año pasado. Hasta entonces, ocupó el primer lugar en la lista de los más buscados que cada año publica el Centro Wiesenthal.

La punta del hilo de muchas cacerías son rumores, pálpitos, confesiones trasnochadas: por ejemplo, un tipo llama diciendo que vive en cierta ciudad y conoce a cierta persona que, cuando se emborrachan juntos, le cuenta historias sobre sus años como guardia en Auschwitz.

En la oficina reciben cada mes un par de nuevos sospechosos y un montón de llamados ridículos. “No tiene idea de cuántas veces tengo llamadas así: ‘¿Hola, este el centro Wiesenthal? ¿Todavía cazan nazis? Ah, bueno, quería contarle que acabo de pelearme con mi vecino, es un alemán de 89 años, un verdadero bastardo, así que debe ser un criminal de guerra nazi’”, cuenta Zuroff.

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por Juan Manuel Bordón

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