★★★★ Ya en su primer libro (“El núcleo del disturbio”, 2002) la autora incluía un cuento, “La furia de las pestes”, que terminaba así: “El recuerdo del hambre crecía sobre el valle con la furia de las pestes”. En su carrera posterior, fue recorriendo caminos siempre originales y a la vez necesarios, tanto en un segundo libro, “Pájaros en la boca” (2009) como en “Un hombre sin suerte”, relato largo que obtuvo el premio Rulfo.
Ella misma cambió de sitio de residencia, moviéndose (o quedándose quieta) sobre todo en Alemania. Cada vez que aparece algo nuevo se produce la intriga: ¿qué se traerá ahora? Un estado de prelectura que el lector de relatos aprecia. Esta novela corta provoca una incomodidad creciente alrededor de un diálogo esquivo entre una madre que pregunta y una especie de bruja que elude. La tensión acerca del envenenamiento fatal de un hijo, y el recurso salvador de enviar su alma a otro cuerpo es trabajada en abstracto, solo a través de ese diálogo, cuya tensión crece sin cesar. El lenguaje es áspero, difícil, hasta “mal escrito” desde un punto de vista convencional.
El despellejamiento del obsesivo cuidado que casi toda madre suele tener con su hijo pequeño, tratando de mantener esa “distancia de rescate” que el mundo se empeña en destruir, se va agravando. Por fin la relación intensa sale de sí misma y desemboca en un panorama donde todo parece haber llegado a un punto de detenimiento y saturación extrema. No sólo están el insecticida que contagió para defender la soja (de tanto peso económico y simbólico), sino también un error grave, masivo, indetenible. Simplemente “hay demasiados coches, coches y más coches”, que en vez de transportar paralizan.
A esa altura, el lector agradece la llegada de un apocalipsis demasiado humano, una contradictoria catarsis para escapar del pegajoso olor o el sonido a deterioro, a lejanía entre seres queridos, a muerte. Casi enseguida, todo lo que quedó abierto, a medio dibujar, provoca la necesidad de releer. Un libro inquietante, raro, que sigue manteniendo abierta la expectativa de lo que vendrá después, en esta narradora excepcional y arriesgada.
por Elvio E. Gandolfo
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