Uno de los ejes temáticos que llevó al PRO a la Casa Rosada fue la promesa de “volver al mundo”. Los simpatizantes de Mauricio Macri votaron por una Argentina más “primermundista”, de lazos renovados con Europa y Norteamérica, con acceso irrestricto a las importaciones y a las inversiones en dólares. Pero pertenecer no solo tiene sus privilegios, sino también sus responsabilidades. La primera tarea que cumplió el Gobierno para reinsertarse globalmente fue acordar con los holdouts. Mientras tanto disfrutó de su premio: antes de la llegada de Barack Obama, Macri recibió visitas diplomáticas de primer nivel, como el primer ministro italiano, Matteo Renzi; el presidente francés, Francois Hollande; y la canciller de la Unión Europea, Federica Mogherini. Pero los nuevos amigos europeos también tienen sus necesidades: en todos los encuentros diplomáticos, los funcionarios argentinos recibieron la sugerencia de que el mundo miraría con buenos ojos un gesto claro de solidaridad del nuevo gobierno para con los refugiados de la catastrófica crisis política de Siria.
Emergencia PRO. En el oficialismo ya recogieron el guante, conscientes de lo delicado del tema, con la opinión pública local angustiada por la emergencia financiera del Estado y sensibilizada por la irresolución crónica de la causa AMIA, complicada por el caso Nisman. Todo ese combo de irritación nacional desafía el espíritu solidario que necesita un país para cobijar con éxito aunque sea a una ínfima parte de la ola imparable de refugiados sirios que busca huir de la guerra civil y el terror fundamentalista. Por eso las discusiones y tratativas en el Gobierno son sigilosas.
Esta semana hubo reuniones de alto nivel en Cancillería, para poner en marcha una mesa interdisciplinaria que coordine, a través de Cascos Blancos, la ayuda humanitaria que podría brindar el Estado y varias ONGs especializadas en inmigración. La idea es sondear la posibilidad de brindar recepción humanitaria directamente en la zona de conflicto, con financiación de la Unión Europea, y no como reasentamiento de refugiados que ya llegaron a países europeos. Aunque es prematuro para calcular cifras y lugares de asentamiento en la Argentina, parece haber consenso mayoritario dentro del PRO de evitar la Capital Federal. Queda por resolver la descoordinación que reina hoy sobre el tema refugiados entre Migraciones, Desarrollo Social, Cancillería y Defensoría General de la Nación, heredada del kirchnerismo. Y ni hablar del chequeo de los servicios de Inteligencia para “filtrar” los ingresos provenientes de una zona de altísima conflictividad. La polémica recién empieza.
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por Silvio Santamarina*
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