La crisis económica puede ser una de las peores que ha vivido Brasil, pero para Río de Janeiro el Carnaval sigue siendo intocable. Con sus típicos bailes de samba y una explosión de disfraces en sus principales avenidas, la metrópoli sudamericana da inicio hoy formalmente a las celebraciones de su más famosa fiesta callejera.
Para 2017 están inscritos 452 "blocos", los típicos grupos y bandas de Carnaval. El fin de fiesta, el apoteósico desfile de las mejores escuelas de samba en el mítico Sambódromo carioca, está previsto para el 4 de marzo.
El Gobierno envió a 9.000 soldados para asegurar el orden público antes y durante el megaevento para el que Río espera a un millón de visitantes. En la ciudad se ve desde hace días a cientos de personas, celebrando disfrazadas o casi sin ropa, custodiadas de cerca por militares fuertemente armados.
Y fiel al espíritu "sexual" y de excesos del Carnaval, las autoridades sanitarias anunciaron además que repartirán 77 millones de preservativos. "¡En Carnaval, use 'camisinha' (preservativo) y viva esa gran fiesta!", reza la campaña del Ministerio de Salud.
El nuevo alcalde Marcelo Crivella, obispo evangélico, se manifestó en contra (durante la campaña dio que hablar muchas veces por sus virulentos ataques contra homosexuales y negros) y anunció que no estará en Río durante el Carnaval (será el primer alcalde, desde la inauguración del Sambódromo en 1984, que no estará en Río durante el Carnaval), por un "viaje oficial" a un destino desconocido.
Aunque no entregue él mismo las llaves de la ciudad al bufonesco Rey Momo -el personaje que, según la tradición carioca, preside las fiestas- como símbolo del comienzo de las bacanales el viernes, el Carnaval de Río tendrá su fiesta.
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