El miércoles 18 de abril, mientras en Diputados se debatía el aumento de las tarifas, Elisa “Lilita” Carrió estaba ausente de su banca. La cofundadora de la alianza Cambiemos estuvo toda la mañana y buena parte de la tarde en contacto telefónico con Marcos Peña. No fue al recinto como gesto hacia su propia fuerza política y de hecho terminó siendo el factor determinante para que el jueves se replanteasen las propuestas sobre tarifas.
Pero hubo otro factor que mantuvo a Carrió alejada de la actividad parlamentaria: la revelación sobre la evasión de Dujovne hecha por NOTICIAS. Según el editorialista del diario Clarín, Eduardo Van der Kooy, el caso del ministro de Hacienda habría “terminado por descomponerla”. NOTICIAS se comunicó con la legisladora para chequear lo publicado por el matutino de la calle Tacuarí y “Lilita” transmitió que fue “bien interpretada” por el periodista y que además sentía “vergüenza ajena… y propia” por el caso Dujovne. Para Carrió no es sólo una cuestión de transparencia y legalidad. La diputada entiende que la función pública también tiene que estar dotada de una conducta intachable.
La evasión blanqueada del ministro de Hacienda no es el único conflicto que “descompone” a Carrió. También le quitan el sueño los conflictos que involucran al ministro de Energía Juan José Aranguren, al ministro de Trabajo Jorge Triaca y al de Finanzas, Luis “Toto” Caputo. La diputada ya había dicho que en un gobierno suyo estas cosas no existirían. Quedó molesta con las declaraciones de Aranguren, quien afirmó que no trae su dinero al país porque no le genera confianza.
Este tipo de roces, según Carrió, son naturales en una coalición y aunque existan no significa que vaya a romper con el Gobierno. “La unidad está garantizada”, ya se le escuchó decir. “Nadie se va a interponer en su agenda por la institucionalidad y por la república”, garantizan a su lado. Para el Gobierno, Carrió es una pieza clave. Es la garante de la transparencia. Se la suele llamar –medio en broma y medio en serio– “la fiscal de la república”. Pero su valor simbólico es incalculable, debido a que los más grandes escándalos del Gobierno siempre se calmaron cada vez que “Lilita” absolvió en público a los acusados.
Carrió suele jugar un doble papel entre oficialista y opositora que siempre termina siendo funcional al Gobierno. Esto podría advertirse en los tres grandes temas que ocuparon la agenda en las últimas semanas: la situación del Poder Judicial, el debate de las tarifas de los servicios y la transparencia en el poder.
“Lilita” siempre prioriza una cosa: su relación con Mauricio Macri, a quien le tiene confianza y trata de que sus explosivas denuncias no lo compliquen en la gestión. Tres ejemplos son los que se dieron con el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, la subdirectora de la Agencia Federal de Inteligencia, Silvia Majdalani, y el presidente de Boca Juniors, Daniel Angelici, a quienes Carrió desprecia. Con los tres, la diputada bajó el tono de la discusión y dejó esos conflictos en stand by. Casi no se refiere a Lorenzetti en público a pesar de la cantidad de denuncias que le hizo e incluso tampoco avanzó con el pedido de juicio político que tiene listo contra él. La desconfianza hacia Majdalani también es clave. Desde que llegó al Gobierno intentó que se fuera y hasta le exigió la renuncia. Majdalani tembló, pero logró sostenerse. Lo mismo sucede con Angelici y su influencia en la Justicia. La diputada hizo la vista gorda con el sobreseimiento que Sebastián Casanello firmó en favor del presidente de Boca por el “tráfico de influencias” en la Justicia.
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