**** La comedia romántica no pasa por su mejor momento por muchas razones (si quiere saber más, María Fernanda Mujica y Natalia Trzenko lo explican en un lindo librito llamado “Amar como en el cine”, de nada). Pero eso no quita que las haya y muy buenas, como el caso de “Amor de vinilo” (es mejor el título original “Juliet, Naked”, más relacionado con la trama, pero así somos por estos pagos).
De lo que se trata es de una pareja con bastante –quizás demasiado– tiempo de novios y la obsesión por un músico de rock con el que ella pudo haber tenido un romance. Ese señor aparece y lo que sucede entonces es mucho menos mecánico y previsible de lo que el lector imagina. Primer punto: la película tiene un aire a alta fidelidad, y no es raro dado que se basa en un texto del mismo autor, Nick Hornby. Y el film funciona siendo fiel al sentido que Hornby otorga a sus historias: la obsesión un poco enferma detrás de los lugares comunes, la idea de una adolescencia permanente que no se termina nunca, cómo se elude cierta responsabilidad afectiva y cómo, a pesar de todo eso, se construye una forma de la felicidad.
Aquí la dirección es justa en otorgarle a cada personaje no sólo su momento de lucimiento sin caer en chistes repetidos (hay un esfuerzo por esquivar el lugar cómodo) sino también por hacerlos lo más humanos posibles sin dejar de lado la sonrisa del espectador. Los actores entienden muy bien el juego y comunican el placer de hacer una película a la platea. Feliz como una canción feliz.
(EE.UU., 2018, 105') Comedia. Dirección: Jesse Peretz. Con Rose Byrne. AM13.
por Leonardo D’Espósito
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