Friday 5 de December, 2025

MUNDO | 09-10-2025 15:11

Donald Trump y la búsqueda del Nobel

El acuerdo entre Israel y Hamas: la arquitectura de un “win-win” al estilo del presidente de Estados Unidos.

En las últimas horas, se llegó a un acuerdo entre Israel y Hamas que, más allá de su contenido explícito, debe entenderse como una operación diplomática multinacional cuidadosamente orquestada, donde cada jugador obtuvo algo concreto. El modelo es clásico Trump: todos ganan, al menos en la primera ronda.

Primero está Estados Unidos con el objetivo político del Premio Nobel. Donald Trump, el impulsor del acuerdo, juega su carta más osada para este galardón. No se trata de política exterior tradicional ni de altruismo diplomático, sino de capital simbólico puro. Un premio que sellará su regreso, lavará sus pasados conflictos y lo posicionará como negociador global. Este acuerdo no es un tratado, es una campaña.

Para Arabia Saudita están los chips de inteligencia artificial (IA). Riad busca acceso prioritario a la nueva materia prima del poder, los semiconductores aptos para la IA. El acuerdo facilita que los saudíes se acerquen a los proveedores occidentales, especialmente tras los rumores de que los Emiratos quedaban afuera por su cercanía a China. Arabia Saudita obtiene, así, un ticket de entrada simbólico al club de los privilegiados del silicio.

Por su parte, Emiratos Árabes Unidos accederá a un puñado de chips. Aunque relegados, reciben una pequeña cuota de semiconductores. No es mucho, pero es algo. Estados Unidos les lanza un hueso técnico para que no rompan la disciplina. Se les tolera una posición ambigua con respecto a China, pero se les marca el límite.

Para Qatar está el blindaje contra bombardeos. Este mediador crucial, sale con la garantía tácita de que no recibirá ataques aéreos. Estados Unidos le promete protección en futuros escenarios de tensión. Así, se convierte en un Estado amortiguador, necesario para mantener el equilibrio regional. Gana seguridad y reafirma su rol como interlocutor inevitable en el tablero árabe.

Turquía verá los F-35 desbloqueados. Ankara recuperará cazas de última generación, algo que hace años se le negaba. Washington congeló su entrega, pero ahora Erdogan vuelve a la mesa de los privilegiados. Una concesión que también representa un reacomodamiento geopolítico ante la creciente influencia turca en conflictos regionales.

Egipto encontrará estabilidad en su frontera y ayuda directa. Para El Cairo, Gaza es un problema permanente. El acuerdo le descarga parte de esa presión y le garantiza ayuda de Washington. Estados Unidos, a cambio, asegura que el país siga siendo un aliado disciplinado, útil y operativo en el control de la Franja y sus corredores humanitarios.

Por su parte, Israel obtiene la narrativa de la victoria con el retorno de los rehenes. Netanyahu presentará esto como un triunfo, ante el rescate de rehenes, avances en el objetivo de “desarmar a Hamas” y un impulso político interno en medio de presiones crecientes. Aunque la segunda parte del acuerdo, el real desarme de Hamas, sigue dudosa, Jerusalén ya se anota una victoria en la primera etapa.

Hamás ahora tiene su supervivencia asegurada. Gaza estaba al borde del colapso militar. La agrupación, sin apoyo logístico, se enfrentaba a una campaña de aniquilación total. El acuerdo detiene la ofensiva israelí sobre Ciudad Gaza y le permite respirar. No entrega aún las armas, ni accede a formar parte del futuro gobierno en la Franja. Pero evita el exterminio, y eso, para su liderazgo, ya es una ganancia.

La implementación es la primera etapa en marcha, sin embargo la segunda parte está en el aire. La primera parte del acuerdo, es la entrega de prisioneros por Israel y de rehenes vivos y muertos por parte de Hamás. Esta se llevará a cabo sin mayores sobresaltos. La segunda parte, sin embargo, se empantana: Hamás ya declaró que no entregará las armas ni participará en el nuevo gobierno gazatí. El desarme quedó congelado antes de empezar.

El comodín del Nobel puede ser una palanca o una bomba de tiempo. Si Trump recibe el Nobel, buscará el acabado de su obra. Así, presionará a Hamás, forzará el desarme, consolidará el nuevo gobierno y se presentará como el arquitecto de la paz. Si no lo recibe, el escenario se vuelve más peligroso. Puede retirarse del proceso, desentenderse del futuro gazatí e incluso tomar represalias contra Noruega, país sede del comité del Nobel. Esto no es menor ya que Noruega tiene frontera directa con Rusia, y un retiro del paraguas estadounidense dejará al país nórdico expuesto como nunca antes.

En conclusión, este no es el fin del conflicto, es un punto de inflexión. Una pausa estratégica para reposicionar fuerzas, ajustar alianzas, medir costos y beneficios. La paz será condicional, frágil y temporal; si es que llega. Pero el acuerdo sí dejó algo claro, y es que en la nueva política global, cada actor mide su ganancia en chips, premios, garantías o cazas. Entre tanto, los discursos no aportan. Y todos, por ahora, ganaron algo. Salvo que el Comité Noruego del Nobel diga lo contrario.

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Mookie Tenembaum

Mookie Tenembaum

Analista internacional, autor de Desilusionismo.

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