El cierre de la asamblea general del sínodo en el Vaticano dejó una vez más en evidencia la postergación de las reivindicaciones de las mujeres en la Iglesia católica. El Papa Francisco, a través de las palabras del cardenal Víctor Manuel Fernández, expresó que la cuestión del diaconado femenino "no está madura" para una respuesta positiva del Magisterio en este momento. La posición del Papa busca evitar que la discusión sobre la ordenación femenina eclipse otros temas, proponiendo alternativas para incrementar la participación de las mujeres en la vida eclesial, sin clericalizarlas.
Esta postura ha generado decepción entre quienes esperaban que el sínodo avanzara hacia la inclusión de las mujeres en el diaconado, especialmente después de que el cardenal Fernández adelantó el 2 de octubre que no se esperaba una decisión favorable respecto al acceso de las mujeres al sacramento del Orden. Las expectativas fueron moderadas por la reiteración de que, aunque se mantendrán las investigaciones y la comisión de estudio dirigida por el cardenal Giuseppe Petrocchi, no habrá una resolución inmediata sobre el tema.
Francisco propone evocar el ejemplo de mujeres influyentes en la historia de la Iglesia, como Teresa de Jesús, Hildegarda de Bingen o Dorothy Day, para ilustrar el papel significativo que pueden desempeñar sin necesidad de acceder al diaconado. Sin embargo, la propuesta de "explorar otras posibilidades" para el papel de la mujer ha sido vista por algunos sectores como un intento de diluir las demandas de igualdad dentro de la estructura eclesial. Fernández aclaró que la ordenación de unas pocas mujeres no resuelve el problema de la participación de millones de mujeres en la Iglesia.
En el contexto actual, con una sociedad polarizada, la falta de avance en el reconocimiento de las mujeres en roles de liderazgo espiritual refleja una resistencia al cambio en la estructura jerárquica católica. Las tensiones de última hora en el sínodo mostraron que no todos los sectores están conformes con esta postura, evidenciada en la convocatoria de una reunión adicional al margen del evento, en la que participaron cerca de 90 de los 366 sinodales. La propuesta de enviar sugerencias por correo electrónico, en lugar de un debate más sustantivo, no hizo más que aumentar la insatisfacción.
A pesar de estas tensiones, el Papa ha convocado a seguir trabajando en la inclusión de las mujeres en roles no clericales, como el ministerio del catequista o el acolitado, que en la práctica han encontrado poca aceptación por parte de las conferencias episcopales. La posibilidad de que las mujeres lideren comunidades en ausencia de sacerdotes sigue siendo marginal, con los cargos ministeriales ocupados principalmente por hombres.
La postura del Papa es consistente con su enfoque de reformas graduales en la Iglesia, evitando movimientos abruptos que puedan generar una fuerte resistencia. Sin embargo, queda en el aire si esta política de pequeños pasos será suficiente para satisfacer las expectativas de las mujeres que buscan un papel más destacado en la vida eclesial. La decisión de continuar con la comisión de estudio sobre el diaconado femenino muestra un interés en mantener abierta la discusión, aunque sin compromisos concretos a corto plazo.
Francisco parece apostar a que la Iglesia encuentre una manera de fortalecer la participación femenina sin provocar divisiones internas que puedan agravar la polarización actual. La pregunta es si la paciencia del Papa será compartida por quienes creen que la igualdad de género es una cuestión de justicia largamente postergada dentro de la Iglesia católica.
por R.N.
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