El funeral del papa Francisco se celebrará este sábado en la Plaza de San Pedro, confirmó el Vaticano, en lo que se espera sea una ceremonia solemne pero marcada por el tono austero que caracterizó su papado. Líderes mundiales como Emmanuel Macron, Keir Starmer, Donald Trump, Javier Milei y el príncipe William han confirmado su asistencia, mientras Roma se prepara para despedir al pontífice que cambió las formas, reformó las reglas y, fiel a su estilo, eligió un descanso final lejos del tradicional protocolo vaticano.
Francisco, quien encabezó la Iglesia Católica durante doce años, y guio a sus 1.400 millones de fieles por una senda más inclusiva y socialmente comprometida, murió el lunes a los 88 años, tras sufrir un accidente cerebrovascular. Llevaba semanas en recuperación por una neumonía bilateral que lo había mantenido hospitalizado en el hospital Gemelli de Roma. Según el certificado oficial difundido por el Vaticano, el ACV provocó una falla cardíaca irreversible. Murió en su residencia del Vaticano, en la Casa Santa Marta, a las 7.35 de la mañana, tras haber caído en coma apenas dos horas antes. Sus médicos aseguraron que no sufrió.
Un funeral en clave franciscana
La misa funeral será presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del colegio cardenalicio, a las 10 de la mañana hora local. Desde el miércoles, el cuerpo del papa será trasladado a la Basílica de San Pedro, donde permanecerá hasta el viernes por la noche para que los fieles puedan rendirle homenaje. El Vaticano ha publicado imágenes de Francisco vestido con sus ornamentos papales y sosteniendo un rosario, recostado en un ataúd abierto dentro de la capilla de su residencia.
En vida, Francisco dejó claras instrucciones sobre su funeral y sepultura. Quiso romper con la tradición que reserva a los pontífices un lugar en las grutas bajo la Basílica de San Pedro. En cambio, pidió ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, ubicada en el barrio romano de Esquilino, uno de los más antiguos de la capital italiana. “En la tierra, sin ornamentos particulares”, escribió en su testamento, dejando solo la inscripción en latín: Franciscus. El costo del sepelio será cubierto con fondos donados por un benefactor, según también dejó asentado.
Este cambio de lugar y forma no es menor: representa un quiebre simbólico con la pompa del Vaticano y reafirma su voluntad de cercanía con el pueblo. En abril de 2024, Francisco ya había aprobado nuevas reglas para simplificar los funerales papales. Así, su cuerpo no será colocado en tres ataúdes (de ciprés, plomo y olmo) ni expuesto en una plataforma. En su lugar, será enterrado en un sencillo féretro de madera forrado en zinc.
Una despedida global y un mensaje político
El sepelio reunirá a jefes de Estado de todas las latitudes, incluso aquellos que en vida mantuvieron tensiones con Francisco. El expresidente estadounidense Donald Trump, quien tuvo repetidos choques con el papa por sus posturas sobre migración y pobreza, anunció que asistirá junto a su esposa Melania: “¡Esperamos estar allí!”, escribió en su red Truth Social. También estará presente el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, acompañado por su esposa Olena Zelenska.
En contraste, el presidente ruso Vladímir Putin —sobre quien pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional— no asistirá. Desde el Kremlin se confirmó su ausencia. Quien sí estará es Javier Milei, presidente de la Argentina natal de Francisco. Aunque su relación fue distante en lo político, Milei elogió la “bondad y sabiduría” del pontífice tras su fallecimiento.
Desde Europa, asistirán la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, António Costa. El Reino Unido enviará al príncipe William en representación del rey Carlos III, quien junto a la reina Camila visitó al papa durante una gira oficial semanas atrás. También se harán presentes el rey Felipe VI y la reina Letizia de España. Felipe lo describió como “un faro ético de nuestro tiempo”.
Un pontífice que supo acercarse
Francisco fue un papa singular. Cercano, accesible, ajeno a las formas rígidas de la curia. Usó el metro en Buenos Aires, lavó los pies de presos en Jueves Santo, y convirtió el Vaticano en un actor político relevante sobre migración, desigualdad y medioambiente. Su liderazgo, aunque resistido por sectores conservadores dentro del Vaticano, logró ampliar los márgenes del debate dentro de la Iglesia.
En sus últimos días, ya con su salud muy deteriorada, realizó algunas apariciones públicas limitadas. A fines de marzo visitó la Basílica de San Pedro para agradecer a los restauradores del sepulcro del papa Urbano VIII. En Pascua, aún debilitado, salió en el papamóvil y bendijo a los fieles desde el balcón central.
Se espera que su muerte acentúe la disputa interna entre sectores progresistas y conservadores del Vaticano. El cónclave para elegir a su sucesor deberá comenzar entre 15 y 20 días después de su fallecimiento, según dictan las normas canónicas. El legado que deja es profundo, pero también polarizante: para muchos, fue un papa del pueblo; para otros, un reformista que tensionó los límites de la tradición.
La despedida de un símbolo
Con su última decisión —ser enterrado lejos del fasto, en una basílica mariana del centro de Roma—, Francisco quiso dejar una última enseñanza. Su funeral no será un espectáculo de poder, sino un testamento espiritual. En tiempos de fractura política y religiosa, su opción por la humildad se vuelve, también, una forma de resistencia.
Mientras cardenales, presidentes y ciudadanos anónimos acompañan su despedida, lo que queda es la huella de un papado que buscó hablarle al mundo contemporáneo con gestos más que con decretos. Su silencio final, quizás, diga tanto como su prédica: que la Iglesia, para seguir siendo relevante, debe empezar por escuchar.
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por R.N.
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