Tuesday 16 de April, 2024

MUNDO | 30-01-2022 20:25

Qué se juega Rusia con su amenaza a Ucrania

Moscú elevó la tensión con la OTAN, mientras sus fuerzas militares entraban en Kazajstán a colaborar con la represión que aplastó masivas protestas.

Al mundo le importa lo que Rusia hace en sus jardines, sin importar lo que haga en su patio trasero. Lo que Rusia considera sus jardines dan a Europa, miran hacia Occidente y son lo único que a las potencias occidentales parece importarle del hinterland ruso; esa zona de influencia que Moscú intenta mantener a toda costa.

En el patio trasero está el Cáucaso y los países centroasiáticos que, igual que los jardines, integraron la Unión Soviética. Y allí el Kremlin actúa sin que nadie en el mundo le manifieste indignación. Lo acaba de mostrar en Kazajstán, donde el ejército ruso ingresó para colaborar con la brutal represión que aplastó masivas protestas populares dejando casi 300 muertos, miles de encarcelados y decenas de desaparecidos.

Ucrania, Bielorrusia y la pequeña Moldavia son los jardines de Rusia. Controla férreamente a Bielorrusia través del dictador Aleksandr Lukashenko. A los moldavos les hizo pagar su independencia apoyando la secesión del Transdniéster, que se constituyó de hecho, aunque sin reconocimiento internacional, en una república separada, con soldados rusos custodiándola.

Ucrania es la parte más preciada para lo que Rusia considera su jardín. No está dispuesta a aceptar que las potencias occidentales lleguen hasta sus fronteras incorporando a Ucrania en la OTAN. Su mensaje a Kiev es que, si se alista en la alianza atlántica, perderá territorios del mismo modo que Moldavia perdió las tierras que están al Este del río Dniéster. Concretamente, Ucrania perderá las provincias orientales de población ruso-parlante Donestk y Lugansk, que ya están auto-gobernadas por separatistas pro-rusos.

El objetivo de máxima que tiene Vladimir Putin es que Ucrania acepte incorporarse de manera pacífica a Rusia. Una anexión por absorción, como la que reunificó Alemania haciendo desaparecer la RDA dentro de la RFA. El objetivo intermedio es anexar su mitad oriental del mismo modo que ya anexó Crimea. Y el objetivo de mínima es que la OTAN acepte renunciar oficialmente a hacer lo que ya hizo con los países del Pacto de Varsovia y con las tres repúblicas bálticas: incorporarlas a su estructura.

Como de momento no puede avanzar en el primero ni el último, mantiene en pie el segundo. Y para amedrentar a la alianza atlántica, Putin amenazó con desplegar fuerzas militares en Cuba y Venezuela, lo cual reconfirma su control sobre los regímenes de La Habana y Caracas.

Las potencias occidentales siguen todos los movimientos de Putin en lo que Rusia considera su jardín, mientras el jefe del Kremlin da muestras de poderío en su patio trasero enviando tropas a Kazajstán.

¿Estaba ese país centroasiático siendo atacado por otro país? No. Lo que ocurría era una gigantesca ola de protestas que estalló cuando el gobierno kazajo estableció un aumento desmesurado del precio del gas.

Putin envió fuerzas militares rusas, mientras activaba el Tratado de Seguridad Colectiva, que integran Rusia, Bielorrusia, Armenia, Kirguisia, Tadyikistán y Kazajstán. El objetivo de la acción militar conjunta era defender al régimen kazajo, cuyo presidente, Kassym-Jomart Tokayev, ordenó a sus fuerzas represivas disparar a matar contra los manifestantes.

Por cierto, las protestas que generó el aumento en los combustibles fue violentísima y tanto los ataques incendiarios a edificios gubernamentales como la decapitación de dos policías, prueban que grupos ultra-islamistas habían infiltrado algunas manifestaciones callejeras.

Si Estados Unidos hubiera enviado tropas a Chile para sofocar las protestas del 2019 o a Colombia contra las que hubo en el 2021, el mundo habría visto, y con justa razón, un acto inaceptable y brutal de injerencia imperialista. Eso mismo es el envío de tropas rusas a Kazajstán argumentando un ataque exterior del ultra-islamismo con el respaldo de Occidente en su afán de desestabilizar la periferia de Rusia. Putin envió fuerzas militares a colaborar con la represión en otro país. Y la que estaba ejecutando Tokayev era una represión criminal.

No es la primera vez que el Kremlin envía tanques a limpiar su patio trasero. Ya había intervenido en conflictos para poner bajo control regiones caucásicas como Osetia y Abjasia. Pero ahora exportó represión. ¿Por qué llegó hasta ese extremo?

La respuesta tiene varios aspectos. La consideración geopolítica de que todo lo que fue territorio soviético debe seguir siendo zona de influencia rusa, punto en el que Kazajstán tiene una importancia muy grande por su tamaño (es el noveno país más extenso del mundo), por sus riquezas en hidrocarburos y minerales; porque se encuentra entre Rusia y la provincia china de Xinjiang, siendo para China un proveedor clave de minerales e hidrocarburos, y porque su régimen autocrático con fachada democrática es similar al que impuso Putin en Rusia.

La similitud del régimen hacer temer al Kremlin que, si las protestas voltean un autócrata centroasiático, podrían generar un efecto dominó que llegue hasta Moscú. El verdadero dueño del poder en Kazajstán no es el presidente Tokayev, sino quien lo impuso en el cargo: Nursultán Nazarbayev.

El presidente actual es un títere del déspota que en 1990 llegó al liderazgo de la República Socialista Soviética de Kazajstán, en cuyo territorio la URSS tenía el grueso de sus arsenales nucleares. Y desde que desapareció la Unión Soviética, Nazarbayev fue el presidente del flamante Estado independiente, al que le implantó un despotismo ilustrado con acentuado culto personalista.

Nazarbayev fundó Nur Otan, que en la lengua local significa Patria Radiante y es el partido que monopolizó el control del Estado kazajo. La capital, Almaty, así como las demás ciudades, se poblaron de estatuas del megalómano líder. Luego estableció la capital en Astaná, ciudad a la que, años más tarde, le cambió el nombre, rebautizándola con su propio nombre de pila: Nursultán.

Aunque es imposible que en todas las reelecciones haya alcanzado el casi cien por ciento de los votos que decían los escrutinios, los kazajos soportaban al autócrata. El control estricto de la sociedad a través de los servicios de inteligencia, es una de las razones de tanta sumisión. La otra, es que la economía funcionaba bien.

El descontento comenzó cuando la economía se frenó en el 2015. La insatisfacción creciente hizo que Nazarbayev renunciara a la presidencia en el 2019. Pero siguió siendo el dueño del poder. Ese poder despótico salvaron las tropas rusas de la ola de protestas con que comenzó el año 2022.

Rusia actuó en Kazajstán como la URSS actuó en Checoslovaquia al aplastar la Primavera de Praga en 1968. Pero las potencias occidentales no miran hacia el patio trasero. Sólo tienen ojos para vigilar lo que hace Putin en su jardín.

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Claudio Fantini

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