La oposición israelí rubricó ayer el acuerdo para intentar reemplazar a Benjamin Netanyahu en el cargo de Primer Ministro, posición que detenta desde hace 12 años. Y allí se inscribe un nombre, el de Mansour Abbas, con el primer partido árabe -el Raam- en formar parte de una coalición de gobierno en el estado judío desde su creación hace más de 70 años.
El convenio de la coalición de gobierno fue firmado por Naftalí Bennett (del partido Yamina, de derecha),Yair Lapid (del centrista Yesh Atid), Benny Gantz (ex aliado de Netanyahu con el Azul y Blanco), Gideon Sa’ar (Nueva Esperanza), Avigdor Liberman (Yisrael Beytenu), Merav Michaeli (del Partido Laborista) y Nitzan Horowitz (Meretz), mostrando la atomización de la pol+itica israelí, que hace necesario además los escaños del partido árabe de Abbas para ser gobierno.
El presidente Reuven Rivlin publicó en Twitter: “Felicitaciones a Yair lapid y a los jefes de los partidos por su acuerdo para formar gobierno. Esperamos que la Knesset (Parlamento) se reúna lo antes posible para ratificar al gobierno, según sea necesario”. El acuerdo interno es que Bennett se desempeñe como primer ministro por dos años y luego le pase el mandato a Lapid hasta completar el período de cuatro años.
Sorpresa
Mansour Abbas, un dentista musulmán de una aldea árabe a 15 kilómetros del Líbano, se convirtió así un hacedor de reyes entre los legisladores judíos que luchaban por el poder en Jerusalén. El sorprendente giro estelar de Abbas en el centro de la política israelí se debió a la desesperada búsqueda de escaños parlamentarios del primer ministro Benjamin Netanyahu para renovar su mandato. Pero finalmente se inclinó por la oposición para lograr la mayoría que busca corerr a Netanyahu del cargo tras un dominio del Knéset, el parlamento israelí, de más de una década. Y se siembra una alianza que podrían terminar con el tabú de los partidos judíos de evitar asociarse con los partidos árabes.
Tras el recuento final de las elecciones de fines de marzo, las cuartas de Israel en dos años, se comprobó lo que se intuía: Netanyahu no había logrado -nuevamente- asegurar la mayoría que necesitaba para permanecer en el cargo. Los resultados confirmaron que su partido, el Likud, ganó la mayor cantidad de escaños en la Knesset, pero el bloque de partidos que lo apoyan solo obtuvo 52 escaños, nueve menos del número que necesitaba para una mayoría.
Sus oponentes tampoco lograron obtener la mayoría, asegurando 57 escaños, por lo que ambos bandos se pelearon por los votos de los cuatro diputados sumados por la Lista Árabe Unida, el pequeño partido islamista liderado por Abbas. Normalmente, los líderes judíos hubieran seguido buscando. Nunca antes se había invitado a un partido árabe independiente a unirse a una coalición de gobierno.
Pero dos miembros del partido Likud de Netanyahu causaron sensación al día de las elecciones al negarse a descartar tal asociación si era la única forma de evitar un mayor estancamiento y otras elecciones en los próximos meses. “Es nuestro deber hacer todo lo posible para evitar una quinta elección”, marcó el presidente de la coalición, Miki Zohar, al sitio de medios Ynet. “Netanyahu evitó pronunciarse”, señaló Aviv Bushinsky, analista político y ex asesor de Netanyahu. “
Abbas marcó que estaba dispuesto a hablar con cualquiera sobre una posible alianza, y los noticieros daban cuenta de una reunión con el ex presentador de noticias Yair Lapid, líder de las facciones anti-Netanyahu, y principal candidato de la oposición entonces. “Estamos preparados para mantener conversaciones con ambas partes, con cualquiera que quiera formar un gobierno y se considere un futuro primer ministro”, anunció Abbas en una entrevista radial.
El obstáculos para la alianza de Abbas con Netanyahu fue que el primer ministro ya había abrazado un acuerdo con Itamar Ben-Gvir, líder de un partido judío extremista con raíces en el movimiento kahanista abiertamente racista. Una jugada que Netanyahu pagará cara y que posibilita un revés más moderado para Israel, con la inclusión de un partido que evidencia la subrepresentación árabe el en estado judío.
“Esto es un tabú en Israel”, marcó Dahlia Scheindlin, encuestadora con sede en Tel Aviv que ha abogado por una mayor participación árabe en el gobierno. “Y es un gran avance que incluso se esté contemplando”. Abbas, de 46 años, proviene de una pequeña aldea de mayoría drusa en el norte de Israel. Es uno de los 2 millones de ciudadanos árabes que representan aproximadamente el 20 por ciento de la población del país. La mayoría son descendientes de familias que permanecieron en Israel después de que muchos palestinos huyeron o fueron obligados a abandonar su tierra tras la creación de Israel en 1948.
Musulmán devoto y padre de tres hijos, Abbas habla hebreo y árabe y estudió odontología en la Universidad Hebrea. Y desde 2007 había sido el jefe de la Lista Árabe Unida, un partido centrado en los valores islámicos conservadores. Los críticos que acusaron a Abbas de ser cómplice del plan de Netanyahu de fracturar el voto árabe y debilitar su influencia, se ven ahora desmentidos. “No estamos en el bolsillo de nadie”, respondió Abbasen múltiples entrevistas. Su objetivo era romper una berrera, y lo logró.
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