Este mes salió a la calle el libro “El secuestro” de la periodistas Natasha Niebieskikwiat. Allí se cuenta cómo fueron esos 14 días que cambiaron para siempre la vida del presidente y condicionaron su psiquis. Cuando fue liberado, en septiembre de 1991, Mauricio Macri dio muy pocas entrevistas. En una dijo: “Tuve muchas dificultades para adaptarme a la vida normal, padecí consecuencias severas como, por ejemplo, estar durante casi un año sin poder dormir más de dos horas seguidas”. El traumático secuestro afectó a todos. Franco Macri contaba que durante muchos años Mauricio miraba de reojo por encima del hombro a ver a quién tenía detrás, y que debían organizarle las entrevistas con la prensa pegado a la pared, sin nadie por detrás. A su vez que en las reuniones con colegas o personas cercanas, afirmaba que tampoco se lo podía abordar por atrás. Macri ha contado que lleva años haciendo terapia -desde que lo liberaron- y que también se inclina por las prácticas budistas. A su padre Franco sigue unido por razones que van mas allá del secuestro. Se evidencia una relación compleja, conflictiva pero de fuerte veneración, afecto y pasión. En esos casi 14 días bajo tierra, el vínculo neural fue el de padre e hijo. Con su amigo Nicolás Caputo, ejecutor del pago del recate, también mantuvo un nexo especial. Ninguno de los dos habló jamás de qué ocurrió en aquellos dramáticos días de agosto y septiembre de 1991. Ni una palabra. Sólo se habla de eso en terapia.
POLíTICA | 11-08-2016 00:00
El trauma que obligó a Macri a ir a terapia: su secuestro
A fin de mes se cumplen 25 años del rapto al Presidente. Desde ese momento asiste dos veces por semana al consultorio del psicólogo Jorge Luis Ahumada.
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