La negociación por la reglamentación de la reforma laboral era el ultimátum que el sindicalismo le había planteado a la gestión de Milei. Si el Gobierno hacía caso a su pliego de condiciones, la CGT iba a seguir apostando al diálogo. No sucedió. “No nos han dado una sola respuesta positiva a los temas que para nosotros son fundamentales”, protestó Héctor Daer en la reunión del Concejo Directivo. Fue el principio del fin para la incipiente relación.
Para que se note el endurecimiento de la postura, hubo una doble reacción. Se bajaron de la mesa del Diálogo Social que organiza el Gobierno -y tiene como objetivo la reglamentación de la reforma laboral- y confirmaron su presencia en la marcha de San Cayetano junto a las organizaciones sociales, con las que históricamente rivalizaron. Los más radicalizados se quedaron con ganas de ir un paso más allá, pero la puerta sigue abierta para un nuevo paro general.
Las reacciones de la CGT contra el Gobierno.
“Si no se puede convencer al Gobierno con diálogo, vamos a tener que hacerle caso a Pablo”, decía uno de los gremialistas que intentaron insistentemente no romper con Milei, en referencia al siempre virulento hijo de Hugo Moyano.
El enojo del sindicalismo se manifiesta luego de que ninguna de las demandas trasladadas al secretario de Trabajo, Julio Cordero, fueran escuchadas. La CGT pretendía, entre otras cosas, que el Gobierno revise la actualización de Ganancias y que eliminen el artículo de la reforma laboral que estipula como causal de despido la toma o bloqueo de una empresa. No lo consiguieron.
Por ese motivo, avisaron que no estarían en la primera reunión de la mesa tripartita, el miércoles 31. Al encuentro, del que participaron varios ministros y empresarios de distintos sectores, apenas fueron cuadros técnicos de la CGT, pero ningún referente. “Quieren que nos sentemos a convalidar una pérdida de derechos”, protestó Daer en una entrevista radial. Y completó: “Es todo una puesta en escena”.
En la mesa aparecieron los carteles de la UOCRA y de Sanidad, aunque las sillas quedaron vacías. ¿Habían confirmado y decidieron no ir a último momento? ¿O fue una estrategia para agrandar la interna en el sindicalismo? De acuerdo a qué fuente se consulte, reafirman una u otra postura.
Los gremios a la calle.
Más allá de la ausencia en la mesa del Diálogo Social, el enojo de la CGT quedará en evidencia el 7 de agosto. Es que decidieron acompañar a las organizaciones sociales en uno de sus tradicionales eventos: el Día de San Cayetano, el patrono del Pan y el Trabajo.
La manifestación tendrá dos momentos importantes: la peregrinación y luego una marcha hasta la Plaza de Mayo que, dicen los organizadores, debería ser tan masiva como la del reclamo universitario. Las dos CTA y organismos de derechos humanos también son parte de la convocatoria.
La comparación con la marcha estudiantil de abril no es antojadiza: es que, más allá de los dos paros generales que el sindicalismo organizó, entienden que esa fue la manifestación que más daño hizo en el mileísmo. Quieren conseguir ese poder de fuego.
En pos de mostrar el quiebre con el Gobierno, los sindicalistas se van a plegar a la marcha organizada por aquellos a los que Milei eligió como enemigos íntimos, desde la gestión de la ministra de Capital Humano, Sandra Petovello. Si hay ruptura, que se note.
Con el diálogo cortado con el oficialismo, la CGT confía en que el Poder Judicial les dé una mano. Provocaron una tormenta de amparos que cayeron en diferentes juzgados del país y ahora esperan que aparezca una sentencia que suspenda los efectos de la restitución de Ganancias. Tienen un fuerte justificativo para creer que eso puede suceder: la Asociación de Magistrados presentó su propio recurso pidiendo lo mismo, argumentando que la nueva ley “menoscaba derechos adquiridos”.
Mientras tanto, Pablo Moyano insiste: “Esto se resuelve con la gente en la calle”. Es que el ala dura de la CGT cree que la situación seguirá levantando temperatura y en cualquier momento llegará al punto de ebullición para un nuevo paro.
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