Conocí a la fundación El Arte de Vivir hace varios años. Tomé varios de sus cursos y participé de muchas de sus actividades durante un largo tiempo. Además, aprovechando que en esa época estaba alejado del periodismo y trabajaba para una empresa multinacional de relaciones públicas, manejé la campaña de prensa para difundir la visita a nuestro país de su fundador Sri Sri Ravi Shankar, en el 2008.
Lo primero que me llamó la atención es que El Arte de Vivir, a pesar de serlo, no funciona como una ONG. En realidad, es una empresa dedicada a vender sus productos: los famosos cursos de respiración anti estrés. Uno espera que una organización no gubernamental realice algún tipo de trabajo social. En todos los casos, las ONGs no cobran por "hacer el bien". Este no es el caso; ellos cobran todos sus cursos, a precios muy altos y solo realizan contadas tareas sociales que son llevadas a cabo siempre por voluntarios, a quienes obligan a solventar sus propios gastos relacionados con la actividad, algo cuestionable. Desde un punto de vista económico es ínfimo el aporte de El Arte… a la comunidad, en relación a los millonarios recursos que generan sus cursos. Eso es contrario al espíritu de una ONG.
Y aquí reside uno de los primeros cuestionamientos que recibe esta institución. Según me han dicho sus autoridades en nuestro país, todo el dinero que se recauda se guarda para, el día de mañana, construir un hospital y un "ashram". Creer que ese objetivo pueda cumplirse es ilusorio e infantil. La realidad, que El Arte… niega, es que los recursos de la fundación se envían periódicamente a la India, a través de los "teachers"(personas que han recibido instrucción para dictar los cursos básicos) que viajan anualmente. El dinero llega a manos de su fundador, "el hombre que está cambiando el mundo". De hecho, no funciona diferente de cualquier empresa transnacional que gira sus suculentos dividendos a la casa matriz, aunque, en este caso, sin que quede registro alguno.
Las inconsistencias de esta fundación son muchas. Al tiempo de participar en sus actividades detecté que la prédica en los cursos, en cuanto a que el El Arte de Vivir no promovía ninguna religión, no era cierta. Ravi Shankar es hinduista y su prédica religiosa es solapada en los cursos I y II. Durante su anterior visita, presencié una ceremonia religiosa donde, para mi sorpresa, aparecieron todos los “teachers” que yo conocía disfrazados a la usanza india, contrariando todo lo que se manifiesta en los cursos. No tengo nada en contra de esa religión, pero sí en que se diga algo que no es cierto. El culto hinduista ya es mucho mas claro en el curso que reciben quienes serán “teachers”.
El día que llegó Ravi Shankar a Buenos Aires fui uno de los que lo estaba esperando en Ezeiza. Durante varios días escuché de boca de las autoridades de la fundación lo mucho que iba a cambiar mi vida al conocerlo, al estar en su presencia. Nada de eso ocurrió. Lo que sí pude observar es el trato que recibe de sus fieles. Solo con verles la cara cuando lo miran, uno se da cuenta de que para muchos de ellos es como un Dios. El culto a la personalidad del líder y la sugerencia de que es una divinidad son una constante. Se habla abiertamente de su "iluminación", de su poder, de su inteligencia prodigiosa, de su capacidad, etc. Una frase atraviesa muchas de las reuniones para respirar y cantar (llamadas "satsangs") "entrégale tus problemas a guruji", dicen con total convicción. Se trata de un ejercicio mental. Cualquier parecido a lo que los católicos llaman rezar, no es pura coincidencia. Los enormes cuadros con su cara, las velas prendidas debajo, las fotografías escrutadas para descubrir detalles fuera de lo común y la referencia permanente y agotadora sobre sus virtudes tienden a hacer creer que es un Dios (me consta que muchos lo creen). También es conocida y poco disimulada su obsesión por ganar el premio Nobel de la Paz. Ese es su objetivo más ambicioso, aunque desconozcamos cuáles son sus méritos para semejante distinción. Teniendo en cuenta el éxito de sus cursos, tal vez mereciera algún premio en el campo del marketing.
Lo cual nos lleva a otro aspecto oscuro de El Arte de Vivir. Quiénes más se entusiasman con la prédica y la dinámica de la fundación son los jóvenes. Muchos de ellos terminan convertidos en “teachers” y empiezan a dictar cursos. En muchos casos, sus familiares y amigos se sorprenden por la notable transformación en su vida diaria. Cambian de costumbres, de amigos, de relaciones de pareja y le dedican el ciento por ciento de su tiempo a la fundación. En algunos casos, conviven en comunidad, conozco a muchos que lo hicieron. Durante el curso para ser “teacher” se ponen en práctica algunas técnicas de manipulación conocidas y repudiadas por expertos. Una de ellas es la llamada silla caliente, un ejercicio en el que una persona pasa al frente de un grupo y es despiadadamente criticada por sus compañeros. Otra es ser obligados a revelar las fantasías sexuales propias frente a un grupo. En ambos casos se busca quebrar emocionalmente a los participantes para luego ofrecerles protección y afecto, generando un lazo emocional falso en donde el poder está del lado del instructor. Esto funciona a la perfección con aquellas personas de personalidad débil y vulnerable. En todos los casos, los “teachers” más experimentados tienen una fuerte personalidad y ejercen una manipulación emocional sobre los participantes sin prurito alguno.
Y es que en El Arte de Vivir el límite se traza en el curso para ser “teacher”. A partir de allí, deben acabarse los cuestionamientos y las dudas. La realidad sobre la fundación sale a la luz, la verdad es la que dicta el Ravi Shankar y el mandato es salir a dar cursos para agradarle. El esquema de marketing que imparte la fundación a sus “teachers” es calcado del sistema de ventas de Tupperware: armar reuniones, ser agradable, pedir a vecinos que junten amigos, realizar cantidades de llamados telefónicos por día, conducirse de tal manera frente a los posibles candidatos, etc. Lo que ocurre es que el vínculo laboral entre el El Arte…y sus “teachers” es bastante particular. Ellos cobran un porcentaje sobre los recursos que generan los cursos que dictan, pero los participantes deben ser convocados por ellos. Allí se acaban sus derechos. ¿Y la obra social?¿Y los aportes jubilatorios? ¿Y las vacaciones y el aguinaldo? Eso es algo que el iluminado líder, desde la India (donde recibe los mismos cuestionamientos), aún en su extrema sabiduría, no ha resuelto. Aunque sí los abogados laboralistas que han consultado y que les han recomendado regularizar esta situación en forma urgente para evitar una catarata de denuncias laborales difíciles de responder.
Un párrafo aparte merece la técnica de respiración impartida en el curso básico. Se trata de una larga serie de respiraciones de distinta intensidad y profundidad en la que se sigue una grabación con la voz del mismísimo líder. Este ejercicio, dicen los “teachers”, solo puede ser llevado adelante de esa manera: provocando la creencia de que su voz posee algún efecto mágico. La respiración se llama “Sudarshan kryia” y no es más que una fuerte y violenta hiperventilación que produce efectos extremadamente fuertes en el cuerpo y en las emociones de quien la practica. Es habitual tener ataques irrefrenables de llanto, sentir calambres en los labios, nariz, manos, piernas y en otras partes del cuerpo. Al finalizar el ejercicio uno queda agotado y vacío mentalmente, listo para meterse en la cama y dormir varias horas. Los verdaderos efectos en la salud de esta práctica los desconozco, pero por haberla transitado varias veces siento mucha curiosidad en conocer la opinión independiente de médicos al respecto. Incluso las autoridades de salud deberían emitir una opinión. En algunos blogs que existen sobre El Arte de Vivir, escritos por gente que ha estado en la fundación y se ha apartado, hay quienes sostienen que esta práctica puede generar diversos problemas como desmayos, brotes psicóticos y daños graves de memoria. Si bien se desconoce si estos problemas realmente han ocurrido, lo cierto es que esta práctica no esta avalada por profesionales que no formen parte de la fundación. He presenciado algunas reacciones extrañas en quienes lo han practicado, incluso desmayos. Un aspecto preocupante es que los “teachers” no están capacitados para reaccionar de manera eficaz ante una emergencia que la práctica puede provocar.
Tal vez por las particulares condiciones sociales de la India, Ravi Shankar conoce a fondo las bondades de contar con celebridades entre sus seguidores. Por su “ashram” de la India es habitual ver a gente muy famosa de ese país. Lo mismo ocurre en la Argentina. Todo aquel personaje conocido que se acerca recibe atención preferencial y trato VIP. Sin dudas, el gran botín ha sido poder conquistar a Marcelo Tinelli, quien promete poner sus programas al servicio del gurú. El rabino Sergio Bergman y Jorge Telerman, son dos seguidores que lo llaman “mi maestro”. El primero, actual diputado de la ciudad por el macrismo, le abrió las puertas del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Está por verse si el segundo, flamante funcionario de Daniel Scioli, intentará algo parecido en la provincia de Buenos Aires.
No considero adecuado detenerme en las internas de la fundación y sus miserias, ya que las considero habituales en cualquier organización. Lo cierto es que las prácticas promovidas por El Arte… no han sido eficientes para eliminar estos problemas tan propios de nuestra condición humana.
(*) Especial para Noticias.
por Pablo Duggan (*)
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