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MúSICA | 01-11-2013 11:00

Loreena McKennitt, una señora música

La canadiense pasó por la Argentina como parte de su tour sudamericano. Hizo dos muy buenos conciertos en el teatro Gran Rex.

★★★★ Loreena McKennitt tiene en sus espaldas un montón de años de historia y varios discos publicados. Tiene un pasado de sólida formación, en el teatro y en la música. Es compositora, cantante, pianista, acordeonista y arpista. Dio varias vueltas al mundo llevando esa mezcla de música celta –lo que más identifica su trabajo– con una actitud que algunos llaman "new age". Nació en Canadá –donde sigue viviendo– hace 56 años, en una familia de origen escocés e irlandés. Se interesó por las expresiones humanas de muy diversos lugares y muy especialmente por las cuestiones migratorias, con sus consecuentes resultados culturales. Profundizó en lo celta y eso la llevó a relacionarse con colegas de otras partes, también de Galicia. Y aunque lo que hace no está entre aquello que puede resultar más comercial para la industria del entretenimiento, se transformó en una excelente vendedora de discos, con cifras que se cuentan por millones.

Sudamérica, sin embargo, seguía estando entre sus deudas personales. Pasó entonces por este lugar del planeta –debutó con dos funciones en Buenos Aires, siguió luego por Porto Alegre, Río de Janeiro y San Pablo– y hasta permaneció una semana en la capital argentina para interiorizarse sobre la ciudad y sobre su fuerte raíz gallega.

Ojalá sirva este primer desembarco para iniciar una seguidilla de visitas. Sin dudas, una artista de su tamaño merece venir más seguido a una ciudad en la que lo celta tiene una presencia muy significativa. En todo caso, valga la excelente impresión que dejó como formal carta de presentación.

McKennitt hace eje en esos repertorios muy arraigados en Gran Bretaña, el oeste norteamericano, España, Portugal y la Bretaña francesa. Y eso puede ocurrir tanto con los temas propios –la mayoría de lo que hizo en la Argentina– o con sus versiones de piezas más antiguas. Su presencia en el recital es muy destacada y jamás pierde su lugar central, sea cantando como una soprano desgarrada y muy expresiva o como ejecutante de cualquiera de los instrumentos que maneja con arte aunque sin virtuosismo. Pero nada podría ocurrir sin el enorme aporte que hace una banda fundamentalmente acústica –apenas se escapa a veces con una guitarra eléctrica– que combina instrumentos folclóricos con occidentales internacionalizados. Así, los timbres van del hurdy gurdy al bouzouki, de la gaita al violín, de las flautas tradicionales a la traversa, de la batería a la guitarra española, del contrabajo a las percusiones más variadas. Y tiene a su lado a la otra mujer del grupo, la talentosa inglesa Caroline Lavelle, que toca el cello, hace coros y suma desde el despliegue escenográfico. Sencillo y con formato de recital convencional, el vestuario que parece salido de cuentos antiguos, sobre todo el de las mujeres, es un aporte interesante.

En buena medida, estos conciertos que bautizó "The Journey So Far", igual que un reciente compilado, sirvieron como presentación del álbum "The Wind that Shakes the Barley", que tiene ya unos años. Con buenas intenciones de comunicación, Loreena hizo subir varias veces a un traductor al escenario para relatar historias personales, para explicar la génesis de una canción o para hablar sobre sus intereses por lo celta y sobre la inmigración. Eso, sumado a la extensa lista de temas y al intervalo, hizo que su actuación se hiciera muy larga y que, en parte, perdiera contundencia su relato final. Pero fueron tales la solidez, la coherencia estética y la realización sonora, que queda un sabor muy agradable de este primer paso de McKennitt por nuestro país.

por Ricardo Salton

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