"Ni en Año Nuevo descansan ustedes!”, le dice Sebastián Eskenazi al equipo de NOTICIAS que lo sorprende corriendo por la senda aeróbica de La Barra el 1° de enero último. Se dirigía hacia su mansión, llamada “El Campanario”, ubicada también en La Barra, a pocas cuadras de la de empresarios como Daniel Hadad. Un equipo de más de diez albañiles trabaja de sol a sol para remodelarla a nuevo. “No sé si terminamos este año”, dice Eskenazi mientras se seca la frente y comienza a correr otra vez. Pero quizás una casa en obra sea la menor de sus preocupaciones.
Es un presente complejo para el ex delfín petrolero del kirchnerismo. La última jugada del Gobierno en su contra lo preocupa. El mes pasado, la AFIP incluyó su nombre en una lista de más de 4.000 argentinos con cuentas bancarias supuestamente no declaradas y radicadas en Suiza en el banco HSBC. Hay nombres poderosos en esa lista: empresarios como Raúl Moneta, Alfredo Roemmers y Amalia Amoedo –nieta de Amalita Fortabat–, entre otros. Y el monto del supuesto dinero en negro sería no menos importante: 3.000 millones de dólares.
Hoy, la denuncia de la AFIP tramita bajo secreto de sumario en el Juzgado Penal Tributario N°3 a cargo de la jueza María Verónica Straccia. Es un revés amargo, en todo caso. Eskenazi había logrado ser el CEO de YPF durante la gestión Repsol, una victoria rutilante para la cartera empresarial de su familia. Atraídos por Néstor Kirchner, habían logrado hacerse del 25% de las acciones del productor de gas y petróleo crudo más grande del país sin poner casi dinero inicial en la mesa. Su trato con la Presidenta era directo. Este mes, Eskenazi –junto a su mujer, Analía Franchín y su hijo de 4 años, Benicio– eligió un verano tranquilo en Punta, de bajo perfil. NOTICIAS lo consultó para hablar sobre la supuesta cuenta suiza: eligió el silencio.
El crimen de Lola. Franchín y Eskenazi llegaron a Punta poco antes de Navidad. Ella festejó su cumpleaños 42 el 29 de diciembre. El día después, el cadáver de Lola Chomnalez fue hallado en las arenas de Valizas. Para la panelista y su marido empresario fue un golpe fortísimo: Lola era sobrina de unos íntimos amigos de la pareja, con quienes se mantuvieron en comunicación.
Suelen bajar a la playa en la Posta del Cangrejo. Los pocos eventos vip en los que se dejaron ver fueron los típicos del poder, como la fiesta de Fiat en la disco Tequila, por invitación de Cristiano Rattazzi y con otros invitados de peso como Alejandro Bulgheroni y Eduardo Costantini.
Por otra parte, la renovación de “El Campanario” demanda tiempo y dinero. Le cambió el frente y los cerca de 500 metros cuadrados de parque tienen césped nuevo. La casa también tiene un televisor gigante Sony Bravia X85 –un modelo premium de última generación– y un mule, un vehículo mezcla de buggy y carrito de golf para andar por la arena que también elige Marcelo Tinelli.
Ayer y hoy. Hay una historia que repiten en los pasillos del poder. En pleno apogeo de la amistad entre los Eskenazi y el Gobierno, Cristina Fernández, al ver que el empresario tenía un helicóptero mejor que el que ella ocupaba, lanzó a sus colaboradores: “¡Ah! ¡Pero este es empleado mío!”. Hoy, con sus lazos con el kirchnerismo ya rotos y con el fin de ciclo en pleno hervor, Eskenazi busca reubicarse en el mapa político, aunque todavía no abrió su cuenta bancaria para asegurarse un buen lugar. Avisó que haría aportes a las campañas tanto de Massa como de Scioli, aunque cerca de ambos candidatos afirman que todavía no recibieron ninguna ayuda.
por Federico Fahsbender
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