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SOCIEDAD | 28-09-2015 14:01

Countries, los refugios más inseguros

Cuando los ladrones entran, sus víctimas son presa fácil: dinero seguro y puertas abiertas.

Cuando Carlos y su esposa se mudaron al prestigioso country San Diego, ubicado en Moreno, lo hicieron con un solo fin: alejarse del caos de la ciudad y buscar un refugio donde relajarse. Y así sucedió. La despreocupación era tal que hasta dejaban el auto sin llave. Ambos disfrutaban de ver cómo la fachada de su casa era diferente de la de muchos de sus amigos, sin rejas que opaquen la vista de sus ventanales ni la puerta de madera lustrada. Carlos acostumbraba a dejar una ventana entreabierta para que corriera la brisa nocturna. Pero un día la tranquilidad se acabó.

El martes 8, cerca de las 3 de la madrugada, por esa misma ventana ingresaron tres delincuentes armados. A cara descubierta y con toda la tranquilidad del mundo, los ladrones se movieron dentro del predio como si nada, cargando un bolso con más de 150.000 pesos. La fortaleza San Diego había sido vulnerada. El ejército de cámaras de seguridad que posee uno de los barrios cerrados más exclusivos del país no sirvieron para nada. El doble alambrado perimetral y la seguridad privada, tampoco. “Los Topos”, como los denomina la policía, superaron el cerco por los túneles que cavaron ellos mismos. Y nadie los vio.

¿Qué falló en un lugar donde se invierten fortunas en seguridad? ¿Qué hace tan vulnerables a los countries? Los números alertan. En los barrios cerrados, hay casi un robo por semana y sólo se ratifica 1 de cada 10 denuncias, según la propia Federación Argentina de Clubes de Campo. En el 60 por ciento de los casos, hay participación del personal de seguridad y en 8 de cada 10 robos intervienen “entregadores” vinculados al country. Inseguridad, una problemática que ataca hasta a quienes deciden vivir en una fortaleza que, a las claras, no es infranqueable.

Factor humano. Carlos, al igual que todos los que se mudan a un country, llegaba a su hogar y bajaba la guardia, apagaba todas las alertas. Eso, sumado a la falta de control policial dentro de los barrios cerrados y a que los guardias son particulares que, por error u omisión, pueden equivocarse, han convertido a los countries en el objetivo de los delincuentes. “Al menos un country por semana sufre un robo. En lo que va del mes, sabemos de otros tres robos que no fueron denunciados”, le aseguró a NOTICIAS un efectivo policial de Moreno. Y si no hay denuncia, para las autoridades, el delito no existió.

Hace cinco años, el consorcio del San Diego decidió cambiar de empresa de seguridad. “Con la empresa anterior tuvimos varios problemas, pero con la nueva se invirtió más en seguridad y hasta ahora no había pasado nada. Lo que sucedió es muy raro”, contó a NOTICIAS una vecina del lugar.

El especialista en seguridad Daniel Adler aseguró que “los countries invierten entre un 15% y un 25% de sus expensas en seguridad y son más vulnerables de lo que se cree”. Según un informe del 2014 realizado por la consultora internacional Controllers, “en 6 de cada diez casos de inseguridad ocurridos en barrios cerrados hay intervención, por acción u omisión, del personal de seguridad”. O sea, los custodios –que conocen al detalle los movimientos de cada habitante y que son los encargados de controlar las cámaras de seguridad y las alarmas perimetrales– terminan facilitando el ingreso de los delincuentes.

“Los countries no son invulnerables. Hay que tener en cuenta que la función del personal de seguridad es la de prevenir y controlar, no puede reprimir. Ante un hecho lo único que pueden hacer es dar aviso a la policía”, explicó el presidente de la Cámara Argentina de Empresas de Seguridad e Investigación, Aquiles Goroni. Y agregó: “Es cierto que, como hay seguridad privada, la policía no ingresa a menos que se los llame y casi no recorre el perímetro del lugar. Y eso los delincuentes lo saben”.

“Es una lucha permanente entre la amenaza de quienes trabajan pensando diferentes formas de vulnerar el ingreso a los countries y la contraofensiva de las empresas de seguridad. No es sólo un sistema de cámaras o de alambrado. Contamos con una red de alrededor de 70 jefes de seguridad de diferentes countries donde circula en tiempo real todo lo que sucede y donde se analiza hecho por hecho. También hacemos una reunión mensual para mejorar la especialización en seguridad”, aseguró el gerente de la Federación Argentina de Clubes de Campo (FACC), Jorge Juliá.

El titular de la federación que agrupa a los countries sabe que la habilidad de los delincuentes parece ir siempre un paso delante de ellos. Sobre todo porque el factor humano es el más difícil de controlar. Según las estadísticas que maneja el FACC, en la provincia de Buenos Aires, en más del 80 por ciento de los robos en los countries que están esclarecidos hubo un entregador. “No son al voleo. Los delincuentes entran en casas sabiendo de antemano qué van a buscar. A veces, un comentario inocente alcanza para que se enteren de que una persona tiene dinero en su casa”, explicó Juliá.

Para los ladrones, robar en un country es más seguro que cualquier otro delito. Saben que no corren el riesgo de ser acorralados por la policía y que sus presas están entregadas, despreocupadas y, en muchos casos, dentro de casas sin rejas ni armas. Además, cuentan con un plus: sus víctimas ocultan el robo y evitan hacer la denuncia para que el barrio no pierda prestigio.

Negación. Si algo destaca a los delincuentes es la habilidad para elaborar nuevos métodos de robo, como sucedió el año pasado en Nordelta, una fortaleza que invierte cerca de 3 millones de pesos al mes en seguridad y que cuenta con un ejército de 200 guardias. Allí, un grupo de delincuentes sorteó los controles ingresando por los canales de agua en gomones y vestidos con trajes de buzo. El robo se conoció varios días después porque ninguno de sus habitantes quería tocar el tema para no dejar mal parado al country.

En los últimos años, los barrios cerrados se convirtieron en el refugio de vecinos con gran poder adquisitivo. Allí encontraron un espacio de tranquilidad donde desconectarse y vivir despreocupados. Y ese mismo relax es el que terminó convirtiendo a sus refugios en la presa más fácil para los ladrones.

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