Elisa Carrió es el Personaje del Año en la actual edición de NOTICIAS. Su decisiva influencia y poder de veto en la administración de Mauricio Macri la llevaron a ese lugar de privilegio, superior al de cualquier miembro del Gabinete. Lo que pocos saben es cómo empezó la historia de la chaqueña que hoy tiene en vilo al Gobierno PRO con sus desplantes y a la oposición K con sus denuncias judiciales.
Esa historia, que incluye certámenes de belleza ganados en su adolescencia, se reflejan en la fotogalería que acompaña esta nota.
Carrió nació el 26 de diciembre de 1956, aunque sus padres recién la anotaron un mes después. Fue la primera de una larga serie de curiosidades que convierten su biografía en algo más cercano a la literatura fantástica que a la realidad. En Resistencia, la capital del Chaco, NOTICIAS sondeó sus orígenes y descubrió la cara menos conocida del fenómeno.
Carrió tenía 5 años cuando protagonizó su primer desplante al poder, que por entonces era su madre, doña Lela. No quiso ir al jardín de infantes porque argumentaba que allí no le enseñaban a leer y escribir, y terminó por imponer su capricho: hubo que anotarla en el colegio, y a los 15 ya era bachiller. Sus hermanos Francisco y Rolando tampoco sabían cómo hacerle frente. La pequeña Lilita les pegaba de improviso, salía corriendo hacia la falda de su madre y los acusaba a ellos de haberla golpeado. Hasta que un día se descubrió el engaño, y doña Lela autorizó a los muchachos a responder los golpes. "Ese día ligué como nunca", recuerda. Dicen que la culpa la tenía su padre, don Coco Carrió, un radical bohemio y derrochador que vivía de juerga en juerga y solía desaparecer de la casa por varios días, semanas o meses sin dejar rastro, y luego volver con la cabeza gacha y alguna excusa risueña. "Yo salí igualita a él, me gusta andar libre, suelta... Soy igual de loca", se ríe Carrió.
A los 20, la muchacha ya había vivido más que algunos ancianos: se había casado, divorciado y recibido de abogada, y empezaba a trabajar en el Poder Judicial. Su primer marido, Enrique Santos, era un hombre diez años mayor y dueño de unos bigotes imponentes, y la boda estuvo a punto de frustrarse porque él no veía con buenos ojos que Raúl Alfonsín fuera el padrino. El padre de Elisa, que fue el primer alfonsinista del Chaco, se sintió humillado. Pero dos años después, cuando la chica se separó, la recibió con los brazos abiertos. Lilita tenía 18 y volvía al caserón de la calle Frondizi con un hijo de pocos meses, Enrique. Dicen que fue su peor época. Al año se mató su novio Justo, un compañero de la facultad, mientras venía manejando por el puente que une Resistencia con Corrientes. En el mismo accidente también murieron cinco amigos. Varios meses de terapia en Buenos Aires y largas madrugadas de lectura -Sartre, Camus, Borges, Aristóteles, Habermas- le devolvieron el equilibrio, y poco después empezó a brillar como profesora de Derecho Constitucional y Derecho Político en la Universidad del Noreste, de Corrientes. Ya por entonces convocaba multitudes. Sus clases eran tan brillantes que las aulas se llenaban de alumnos, oyentes y curiosos, y ni siquiera quedaba lugar en los pasillos. Pero Carrió seguía siendo una chica rara o, en el mejor de los casos, excéntrica: así como en sus épocas de universitaria sobresaliente cultivaba la cábala de no estudiar las dos últimas bolillas de una materia, sus sucesivos amores tampoco sabían a qué atenerse. Cuando cumplió los 24, hubo uno que parecía que se casaría con ella, pero Elisa se arrepintió después de la despedida de soltera.
Recién pasados los 30, encontró al indicado: con Miguel Benítez, su segundo marido, tuvo dos hijos, Ignacio y Victoria.
Cuando Raúl Alfonsín visitaba la casa de los Carrió en Resistencia, la joven Lilita ya mostraba los dientes y le levantaba la voz en las sobremesas para exponerle sus puntos de vista. Alfonsín se reía, pero su padre Coco, que trataba de hacer buena letra con el caudillo radical, hubiera deseado que en esos momentos se la tragara la tierra.
Por entonces, Carrió era hermosa y pesaba 45 kilos. Había sido reina de belleza en el colegio y en la universidad, y vivía una dieta eterna que sólo se rompió el día que nació su hija Victoria, en 1991. Dicen que desde entonces se dedicó a comer con fruición, y que los kilos de más lograron domar -¿lo lograron?- el pésimo carácter que exhibió mientras mantuvo la línea.
por Franco Lindner
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